Mateo Aimaretti: “India te hace sentir como un astronauta”

Así como los Beatles intentaron plasmar en “Within you without you” la impresión que les había dejado la cultura hindú, asumiendo que “todos somos uno”, y que el individuo es una pequeñísima parte de la vida, esa corriente que fluye dentro de cada uno pero también por fuera, “Paradise, bunnies and flowers”, ópera prima del sanfrancisqueño Mateo Aimaretti, acerca al espectador a la belleza que subyace en toda vida, en todo espíritu, cuando uno logra la disposición necesaria para detenerse a apreciarla. Y la India es sin dudas un lugar muy especial para eso.

“Paradise” tiene una gracia genuina en su narrativa. Aimaretti, amante de la filmografía de Werner Herzog -a quien conoció personalmente en Barcelona (ciudad en la que está radicado actualmente)-, logra un documental a la altura de los del alemán, pero con una impronta muy personal. Allí podemos observar el día a día de diferentes habitantes de Bodh Gaya, centrándose en las reflexiones de dos monjes (conocidos como “sadhus”), Ram-Ram y Krishna, quienes abordan temas que van desde la espiritualidad al consumo de marihuana. Y también seguimos los pasos de otro asceta hindú, Old Baba, un anciano que va por la vida siempre con un ramo de flores en la mano, oscilando para el común de la gente en consideraciones contrapuestas entre la locura y la deidad. 

El cineasta local no aparece en ningún momento. Apenas si podemos atisbar algún reflejo pasajero desde los lentes de Ram-Ram, o escuchar una risa. No necesita preguntar en plan de entrevista. Sus personajes hablan con naturalidad, olvidándose de la cámara, y eso es uno de los aspectos más trascendentes del filme. 

Las imágenes y la música hacen el resto.

“No hay mérito alguno mío, me tocó ser testigo de todo eso. Tuve la suerte de estar ahí y tener la cámara y micrófonos. Todo lo que se ve en la película es fruto de la espontaneidad, del tiempo que estuve ahí y del día a día, de la naturalidad de que realmente estábamos viviendo y compartiendo con ellos. La cámara era como un elemento que estaba con nosotros. Nunca nos planteamos hacer una película”, contó a través de una videollamada en la que unimos espacios y tiempos sobre el Atlántico. 

 

 

El aterrizaje

Aimaretti se formó en publicidad y sus trabajos anteriores estuvieron vinculados a spots o video-arte. Su primer video, en realidad, fue por pedido de una tía para el cumpleaños de 15 de su prima. “No había hecho ningún video en mi vida, tenía 19 años, y mi tía me dijo totalmente convencida, no sé por qué, que yo tenía que hacer ese video. Fue el primero que hice, para una fiesta, y duraba 40 minutos”, recordó entre risas. 

Bodh Gaya aparecería poco más de una década después. “Yo llegué a ese pueblo en 2019. Dos años antes ya había viajado a India. Estando en Varanasi, un sadhu me dijo que tendría que ir a Bodh Gaya, donde se iluminó el Buda. Me quedó eso grabado, aunque en ese momento no fui. En este nuevo viaje fui a Nepal y bajé a India, a Patna. De allí fui a la estación de tren, podía ir a cualquier lugar, y me encontré con carteles que anunciaban trenes a varias ciudades, y entre ellas apareció Bodh Gaya. Recordé lo que me había dicho el sadhu y caí en este pueblito. Y me enamoré. Estaba como loco con el lugar, me pasé días enteros filmando y sacando fotos a todo”, agregó.

Comparándolo con San Francisco, en su extensión, aclaró que tiene tres meses del año muy turísticos, por la visita del Dalai Lama para el Kalachakra, la iniciación budista: “El resto del año es bien auténtico. Es muy loco porque, como en pocos lugares de India, confluyen el hinduismo y el budismo de forma brutal. Yo estuve en esa época en que no había ningún turista, y fue así como conocí a Ram-Ram y a Krishna por separado, que luego resultaron ser amigos, y también a Old Baba. Iba de un lado al otro y casi siempre nos cruzábamos. Fue todo así orgánico, natural y especial. Si hubiese sido planificado, nunca hubiera salido como resultó”. 

En el interín, él mismo dejó el sitio en donde se alojaba para vivir con Ram-Ram y Krishna, a su modo, durmiendo en templos e incluso en las calles. “Hasta que un día Ram-Ram se enojó -recordó divertido- y me dijo que no estaba bien porque el sastre me guardaba una parte del equipo, el peluquero otra, en el templo tenía otras… Habló con un conocido y me consiguieron una habitación, la única con puerta, llave y una cama sin colchón en un edificio en construcción abandonado”.

 

 

Vivir como astronauta

El documental puede dar la impresión de que aborda un par de días, pero incluye materiales recogidos durante al menos dos meses en convivencia con estos personajes. Aimaretti expresó sobre ello que “yo estaba aprendiendo muchísimo de ellos, fue un tiempo muy mágico para mí. En ningún momento les hice preguntas, o repreguntas, o segundas tomas. Siempre la cámara estaba. Por eso después fue un ‘quilombo’ divertido organizar la narrativa del montaje para que tenga coherencia”. Ello explica que, desde las filmaciones entre agosto-septiembre de 2019, el audiovisual recién haya podido ser culminado, y estrenado, en marzo de este año.

En el medio, dejó India, pasó por Rusia y se terminó radicando en España, incluyendo el tiempo de confinamiento obligado por pandemia. Allí, en la ciudad Condal, viviendo en Selva de Mar, a unos pasos del Mediterráneo, en el tiempo libre que le deja su trabajo en una casa de té, terminó de darle forma a su ópera prima, siguiendo las anotaciones que había ido haciendo en una bitácora de viaje y gracias al ordenamiento de sus filmaciones día por día. 

Algunas de las escenas más impactantes en el final del documental, donde se aprecia el contraste de una festividad (música, luces y bailes) reflejados sobre decenas de vacas en las afueras, las logró por ejemplo en su tercer día, lo que termina de explicar su fascinación con el lugar y la frase de Krishna: “India te hace sentir como un astronauta”.

“Esa frase es total. La experiencia que tenemos de la realidad es mejor mientras más sentido de novedad y diversidad haya alrededor nuestro. Y ahí (en Bodh Gaya) es extremo, no hay nada igual nunca: salís y siempre algo te sorprende. Es fantástico, es todo muy fértil para que aparezca lo increíble”, manifestó. 

 

 

La visión del paraíso

Un párrafo aparte lo merece el autor de la frase anterior. James, o Krishna, es un estadounidense que estudió teología, fruto de un padre con ideología fascista y una madre nativo-americana. Sin dudas, uno de los personajes más memorables del documental, de quien surge el título y quien aporta algunas de las reflexiones más conmovedoras.

“Creo que por eso de ver la India como otro planeta es que cayó Krishna ahí. Porque, pese a ser muy inteligente, no le interesa aprender seriamente el hindi, más allá de que es devoto de Krishna y de todo lo que lo rodea. No quiere aprender a propósito, porque al no entender el idioma, le es más fácil abstraerse en su paraíso interior. Cuando lo conocí, además, hacía una semana que se le habían roto las gafas, que tienen mucho aumento, así que no veía nada. Y no las reparaba porque sentía que era un mensaje para experimentar la realidad yendo más despacio”, dijo Aimaretti.

La visión del paraíso, como un espacio idílico de conejitos y flores, es del mismo Krishna, quien por su formación puede hablar con toda naturalidad y conocimiento tanto de las doctrinas cristianas, hindúes y budistas. Se trata de una imagen de su infancia que ha atesorado hasta la adultez, como un “leit motiv” para vivir en armonía, descubriendo la belleza en todo el mundo, en cada momento, con la tranquilidad de que nada puede ser tan malo si al final nos espera ese paraíso. Una vida “súper-duper”.

“Muchas veces hablaba de ese concepto, de distintas formas, con un contraste muy bonito entre lo infantil-lúdico y lo espiritual-profundo. Eso me estaba resonando. También me causaba gracia. Una noche, hablando, le dije que si hacíamos algo con estos videos, íbamos a ir por ahí”. explicó el director.

 

mateo aimaretti pelicula

 

Old Baba, ¿loco o dios?

El tercer gran personaje de “Paradise…” es Old Baba, a quien Aimaretti inmortaliza en el filme y también con un tatuaje en su propio brazo. Este anciano aparece en diferentes momentos del documental, siempre con su vestimenta típica y ramo de flores en la mano, sin pronunciar palabra.

Sobre ello, el cineasta precisó: “Tuve un poco una intención de plasmar a Old Baba así, casi como un ícono, porque es muy curioso. Obviamente estos personajes no son conocidos más que en el pueblo. En el caso de Old Baba, el noventa por ciento de la gente piensa que es un viejo loco y el otro diez por ciento cree que es un dios. Yo creo que estoy entre esta última porción. Nadie sabe de dónde viene, cuántos años tiene. Hace quince años que está dando vueltas por ese pueblo, habla un dialecto raro, y lo único que hace es caminar por todos lados, desparramando belleza y bendiciendo a todos”.

 

 

El estreno, un regalo para los “viejos”

El “avant premiere” se dio en Cinema Maldà de Barcelona. Mateo aprovechó una visita de sus padres para organizar el estreno como un regalo para ellos, contando además con la colaboración de una de sus hermanas en la parte de repostería. El evento también incluyó un extracto del cortometraje documental que dirigió en Zenón Pereyra la poeta y cineasta Marilyn Contardi en 1991, junto a otros videos y cortos.

“El estreno fue buenísimo. Fue un regalo sorpresa para mis ‘viejos’ sobre todo. Yo estaba con incertidumbre de hacer una función o no, y cuando supe que venían dije que sería perfecto que lo vean. Pasan muchas cosas en tres años, vas atravesando muchas cosas y este proyecto siempre estaba revoloteándome. Les contaba y en momentos parecía como una fábula. Siempre les decía que estaba haciendo esto pero no sabían ni de qué era la película, entonces fue un regalo para ellos, para la familia, por el apoyo, el amor, la confianza”, dijo. 

Mateo contó que sus personajes están al tanto del documental, ya que hizo amistad con un joven que vive en Bodh Gaya y que ha hecho de intermediario en videollamadas con Ram-Ram, Krishna y a veces también Old Baba. “Me encantaría volver, agarrar una moto y salir de viaje con Ram-Ram, que siempre está ‘agitándome’ para que vaya a visitarlo. Pero es un misterio lo que vaya a suceder”, manifestó.

 

 

La música, también hija del encuentro

Ya se ha dicho que la banda sonora de “Paradise…”, típica de la India, es otro de los grandes atractivos del filmes. Su director contó: “La conseguí de un ‘chabón’ que vendía jugo. Pasaba caminando todas las mañanas con una carreta llena de frutos y con un molinillo para hacer el jugo a mano de lo que le pedían. Iba con unos parlantes gigantes escuchando música. Un día le busqué el pendrive que tenía enchufado y me copié como cinco gigas de música, la colección privada del juguero. Y en la compu fueron apareciendo esos temazos de Bollywood. Música emocional. Después laburé un montón la banda sonora en general con Guido Estrada, un amigo de Buenos Aires que conocí ahí, que estudia el Santur. Me encargué de mandar mails a las compañías gestionando permisos por derechos de autor, pero en muchos casos debo haber aterrizado en Spam como un campeón. Creo que las canciones tienen ese lugar en la peli también por algo”.

 

 

En manos de Herzog

Quizá uno de los primeros afortunados en ver “Paradise…” fue el mismísimo Werner Herzog. Aimaretti contó dos situaciones muy especiales que lo vincularon con el reconocido cineasta.

La primera fue ya estando en Bodh Gaya, cuando recordó que el alemán había filmado una película en India. “Bajé el filme en un restaurante donde tenían Internet y lo vi solo una noche en mi pieza. Al empezar la peli, me encuentro que estaba filmada en ese mismo pueblo. Me voló la cabeza”, dijo. Herzog había ido allí a documentar el Kalachakra, quedando totalmente impresionado por la diversidad de la India, cual calidoscopio, cambiando metro a metro. La India como otro universo, tal como lo registró el artista local.   

Ya en Barcelona, en época de pandemia, Herzog fue a presentar un filme en un cineclub. Aimaretti no consiguió entradas, pero igualmente guardó videos de “Paraíso…” en un disco externo, junto con una carta para Herzog, y fue a esperarlo. 

“Estaba en el cineclub -contó-, después de hacer una corrida para buscar una mascarilla porque me la había olvidado, y lo veo entrar solo por la puerta. Para mí era como ver a (Lionel) Messi. Y venía solo. ‘Werner’, le digo. Se da vuelta y me pregunta ‘What is this?’. Fue como un delirio febril, creo que nos dimos la mano, charlamos un rato y le di lo que le había preparado. Me dejaron entrar a ver la peli, le hice una pregunta sobre si está abierto a la sorpresa, a la espontaneidad, por ejemplo si es capaz de dejar un compromiso por encontrarse con una escena que le llama la atención en la calle, y me respondió que en cine hay que ser como un soldado, con disciplina. Al final, me estaba yendo en mi bici, y lo veo de vuelta, saliendo. Le grito: ‘¡Chau, Werner! ¡Nos vemos, capo!’, y se mataba de risa”.

 

 

Del paraíso a Lucifer

Aimaretti contó que ya está trabajando en “Lucifer”, su segunda película: “La filmé hace como dos años. Me contactó un chamán catalán para hacer un videoclip de su novia del momento, que iba a grabar su primer disco de música medicinal, para rituales de ayahuasca o cosas así. Me contrataron para ir cinco días a la montaña, donde se haría la producción del disco y grabación. Si bien iba a hacer el videoclip, enseguida me puse a grabar todo. Desde el minuto uno ya era una locura. El ego de este ‘chabón’ me permitió documentar todo. Terminó diciendo que era Lucifer, amenazó de muerte a la novia y a mí también. Me tuve que escapar. Fue un regalo, una casualidad, porque completa una especie de círculo con ‘Paraíso’”.

De todas maneras, su actualidad todavía está vinculada a la promoción de su ópera prima y a la posibilidad de seguir mostrándola luego del estreno: “Fui compartiendo la película con amigos y círculos cercanos para que la vean, y ahora también lo que toca es empezar a enviarla a festivales, inscribirla para ver si en algún lugar es relevante, si la quieren mostrar. Es para lo que está hecha, para que el mensaje trascienda. El mensaje de ellos. Porque creo que a mí me tocó estar ahí filmando por ellos. Ellos tenían algo que decir para alguien. Es una micro-magia para que llegue a alguien”.

 

Mateo Aimaretti: “India te hace sentir como un astronauta”