Hijo de Carlos Altamirano y su documental sobre el padre: “Él jamás trató de meterme en las ideas marxistas” | DFMAS

Juan Carlos Altamirano (68) está sentado en una de las sillas del comedor del departamento de su ex mujer, la escritora Carla Guelfenbein, con quien dice que se lleva muy bien. Fueron 33 años juntos, tienen dos hijos. Aquí se queda cuando está en Santiago, ya que desde hace un tiempo vive en El Pangue, entre Zapallar y Cachagua. Esta mañana, mientras afuera llueve, el sociólogo y cineasta -que por 16 años fue gerente de producción de TVN- quiere hablar de su último trabajo: un documental de 93 minutos sobre su padre. Aquello no es un dato trivial. 

Ese padre protagonista de la película es Carlos Altamirano Orrego, uno de los políticos más polémicos de la historia chilena, senador y secretario general del PS durante la Unidad Popular, odiado por la derecha -lo llamaron la Bestia Negra- y por buena parte de la izquierda, que lo culpaba de ser quien aceleró el Golpe y el fin del gobierno de Salvador Allende. Después del 11 de septiembre de 1973 se convirtió en la persona más buscada por los militares, estuvo clandestino y en el verano del año siguiente cruzó la frontera hacia Argentina, en el portamaletas de un auto. 

Estuvo 18 años en el exilio, entre Berlín y París. Regresó a Chile en 1993, convencido de que había que renovar el socialismo y decidido a no participar en política. Se refugió en una casa en La Florida, donde gastaba las energías en su jardín. Dio contadas entrevistas, en algunas hizo un mea culpa. Pero sus enemigos y críticos, que eran muchos, jamás dejaron de apuntarlo con el dedo. Fue así hasta el día de su muerte, en mayo de 2019, a los 96 años.

Su hijo dice que en el documental, en el cual trabajó por 20 años, no esquiva esos temas. Que entre el material de archivo y sobre todo las grabaciones propias, le da voz al padre para que explique. Para que haga descargos y asuma culpas. En todo caso, Juan Carlos Altamirano se refiere a esta película como parte de una autobiografía suya: es el primer capítulo de una serie donde en próximas entregas le gustaría hablar de su madre, Silvia Celis, o de sus hijos, Micaela y Sebastián. 

– ¿Necesitabas primero aliviarte de la historia de tu padre para después hablar de ti mismo, sin la sombra de él?

– Sí, sin duda. De hecho, en la película está también la relación de él con su propio padre, que lo marcó. Incluso, pensé ponerle a esto un nombre como La herencia de los padres o algo por el estilo.   

Padre e hijo en las Torres del Paine, en 1970.

El documental, que se llama Maten a Altamirano, en principio iba a ser exhibido en el Teatro Oriente, asegura Juan Carlos, “pero después se echaron para atrás”. Tampoco fructificaron las conversaciones con el Centro Cultural Palacio La Moneda. Había hablado también con Patricio Fernández cuando era delegado presidencial para la conmemoración de los 50 años: la idea era incluir la película en las actividades, pero luego de su salida todo se estancó. Ahora ve una posibilidad con la Fundación Nemesio Antúnez. “La película está lista, pero no tenemos cine. Hemos tenido mala suerte”, se lamenta.

Éste es el momento para verlo, sería una contribución al debate, sobre todo tratándose de este personaje tan controvertido, y porque, como se ve en la película, anticipa cosas que han ido ocurriendo y hay autocríticas que las nuevas generaciones, en particular del gobierno actual, deberían tener en cuenta”, dice.

“La película está lista, pero no tenemos cine. Hemos tenido mala suerte”, se lamenta

“Discutimos bastante”

Al inicio del documental, cuenta Juan Carlos Altamirano, él deja claro que con su padre se movían por aguas distintas: mientras el político aparece explicando su fe en la revolución socialista, el hijo -en un video de un viaje a Nepal- señala que él cree en la revolución espiritual, en que todo comienza por un cambio interior. 

– ¿Dos revolucionarios distintos, entonces?

– Creo que sí. Dos formas de rebeldía.

– ¿Por qué haces este documental?

– Esto comenzó como una “videocarta” para mis hijos, cuando nacieron. Después se convirtió en documental, en el 2000. Con el cambio de milenio tomé más conciencia de lo importante de dejar registro histórico. Por un lado estaba mi padre que corresponde al siglo XX, y por otro estos niños del nuevo milenio. Por eso la decisión de que fuera una suerte de memorias. 

– Pero no tú de protagonista, sino tu padre.

– Sí. Uno podría decir que es un documental sobre Carlos Altamirano Orrego y las circunstancias de su vida. Parte de su infancia, que explica una pregunta que suelen hacerme: por qué una persona de familia oligárquica se convierte en socialista. Una línea narrativa de la película es la historia política y dejar establecido su punto de vista. También sus autocríticas, que son muy fuertes. Yo no guardo rencores, pero me molesta la gente que sigue con que el principal culpable es Altamirano, entre otras cosas por haberse negado al diálogo. Es cierto que Aylwin fue a dialogar a petición del cardenal, pero la posición masiva de la DC era apoyar el Golpe. Se habla del discurso de mi padre del 9 de septiembre de 1973, que sin duda fue incendiario, pero frente a la agresividad de la derecha, él respondía también con su retórica agresiva. En el fondo, todos terminaron siendo culpables.

– ¿Hablaste de eso con tu padre? En el documental él expone sus ideas, pero no hay mucha interacción entre ustedes.

-No había espacio en la película, porque indudablemente discutimos en vida mucho sobre ese periodo y del proceso posterior de renovación de sus ideas. A mí, el marxismo, la ortodoxia, el dogmatismo eran de las pocas cosas que me parecían y me siguen pareciendo intolerables; para qué decir el campo de los neoliberales. Así que con mi padre discutimos bastante, mientras caminábamos por el sur de Chile o por París. Teníamos una relación intelectual mucho más dinámica que estar hablando temas personales. Él venía de una generación que recoge la tradición victoriana, donde las emociones y los aspectos personales no se tocaban. 

“A mí, el marxismo, la ortodoxia, el dogmatismo eran de las pocas cosas que me parecían y me siguen pareciendo intolerables; para qué decir el campo de los neoliberales. Así que con mi padre discutimos bastante, mientras caminábamos por el sur de Chile o por París”

– ¿Considerabas a tu padre dogmático?

– Yo no podría definir a mi padre como una persona dogmática, sino más bien escéptica. De partida, era absolutamente liberal. Lo planteo en el documental: en esa época, mi rebeldía se expresó más bien en la revolución espiritual, en la revolución de las flores, en el movimiento de peace and love; yo más que escuchar a Quilapayún, oía a Lennon, a Bob Dylan, a los Rolling Stones. Hacía yoga en el único centro que había entonces en Santiago. Y mi padre permitía ese espacio, jamás trató de meterme hacia las ideas marxistas. Más bien me preguntaba, porque para él era una curiosidad mi rebeldía.

– ¿Nunca te llamó la atención el mundo ideológico de tu padre?

– Nunca, aunque para mí era parte natural. Lo conocí desde niño, crecí en ese ambiente político. Con Salvador Allende, con Clodomiro Almeyda.

– Pero jamás te integraste.

– No. Mi padre daba espacio para crear tu propia identidad. Y en mi identidad, ese lugar ya lo tenía ocupado. Viví, conviví y creí en cambiar el mundo, pero a diferencia de él no por la vía chilena al socialismo, sino por una revolución espiritual. Además porque en lo personal, y lo he superado con los años, era una persona disléxica, con déficit atencional y más bien tímido. Entonces no tenía esas condiciones y esas convicciones necesarias de liderazgo. 

“Mi padre permitía ese espacio, jamás trató de meterme hacia las ideas marxistas. Más bien me preguntaba, porque para él era una curiosidad mi rebeldía”

“Avanzar sin transar”

– Me decías que una de las cosas que admiras de tu padre es adoptar sus ideas de izquierda viniendo de la clase alta. 

– Sí, hay que ser valiente para eso. Estoy seguro que el odio a Altamirano proviene de ser un renegado, un traidor de su clase. Ese odio no estaba contra Luis Corvalán, que era un peón de la Unión Soviética, el representante de la maldad en sí misma. O contra el Miguel Enríquez, que sí estaba directamente por la vía armada. A mi padre le tocó por el Congreso del Partido Socialista ese famoso párrafo de aceptar todas las vías de lucha. Pero no hay ningún discurso suyo durante la UP que diga que esté por la vía armada; invito a que me demuestren lo contrario. Sí creía en el poder popular, que es algo muy diferente.

– ¿Y su frase “Avanzar sin transar”? Se esgrime como un ejemplo de enfrentamiento, de su poca capacidad de diálogo, de llegar a las últimas consecuencias.

– Bueno, hay que ver la película. Él mismo se refiere a esa frase y dice que era un eslogan. Lo gritaba y lo apoyaba un porcentaje muy importante de gente. Y por supuesto, podía prestarse a esa lectura. Pero avanzar sin transar no es un llamado a una lucha armada o a crearnos un autogolpe. Él después se mostró crítico, lo dice en el documental. 

Juan Carlos Altamirano se queda pensando. Luego dice que hay otro elemento que explica el odio que despertaba su padre. “Es que él logró escapar. Un aspecto que resalto en la película es su estrella, la suerte de salvarse milagrosamente de cercos militares y después, en el extranjero, de tres intentos de asesinato. Si a mi padre lo hubieran pescado y matado, se hubiera convertido en un mártir y un héroe; y no en esta especie de chivo expiatorio”.

“Si a mi padre lo hubieran pescado y matado, se hubiera convertido en un mártir y un héroe; y no en esta especie de chivo expiatorio”

– El Golpe te pilla en Londres. Tus padres estaban separados, y tú y tus hermanas se habían ido el 71 a esa ciudad, donde tu madre era agregada cultural. Entiendo que en el documental reconoces sentir culpa por no haber estado con tu padre defendiendo su causa.

– Sí. 

– Y te fuiste a Cuba a ver ese mundo por el que tu padre luchaba. 

– Sí. Fueron las circunstancias, como suele ocurrir. Los cubanos me ofrecen ir, como refugiado, a estudiar cine, y eso me entusiasmó. De nuevo volvemos a esto: más que vivir la revolución, para mí era más atractivo esto otro. El cambio fue gigantesco. Pasar de Londres a la Revolución Cubana fue muy potente. En Cuba además nos reencontramos con mi padre por sorpresa (en 1974).

– El documental se llama Maten a Altamirano. Parece un poco rudo para un hijo que mira al padre. ¿Cuál es la idea?

– Obviamente uno trata de que los títulos impacten, pero aquí es por una cuestión muy simple. La película está cruzada por el intento de asesinato a mi padre, tanto en la Unidad Popular como después. Desde ese punto de vista, es un thriller de los intentos por matar a este personaje. Y está también su buena estrella. Mis tías católicas decían que era gracias a Dios. Eso es de los aspectos interesantes en su vida. Siempre la gente que le sacó la carta astrológica quedaba muy sorprendida. 

– ¿Tu padre se sacaba la carta astral?

– No, se la sacaron una vez y él, por supuesto, era totalmente escéptico a eso. 

“Obviamente uno trata de que los títulos impacten, pero aquí es por una cuestión muy simple. La película está cruzada por el intento de asesinato a mi padre, tanto en la Unidad Popular como después. Desde ese punto de vista, es un thriller de los intentos por matar a este personaje”

La decisión de ser Juan Carlos

El hijo regresó a Chile en 1986, siete años antes que su padre. Trabajó en think tanks ligados a grupos que después, con la democracia de regreso, conformarían la Concertación. Ese era aún un mundo protegido para él. Pero cuenta que cuando salió a buscar trabajo fuera de eso, experimentó el peso que tenía en Chile llamarse igual que su padre: Carlos Altamirano. Por esa razón decidió crearse un primer nombre y presentarse como Juan Carlos. Eso no lo cuenta en el documental.

“Cuando entré en el mundo de la publicidad y se daba mi nombre, se formaba un silencio. Cuando iba a exponer a los clientes, me daba cuenta de lo incómodo cuando me presentaban. Ahí me puse Juan Carlos Altamirano y así fue quedando, por inercia”, explica.

– ¿Qué dijo tu padre cuando se enteró?

– Como te dije, con mi padre nunca hablábamos de ese tipo de cosas personales. Pero sí me contaron que no le gustó, que incluso le dolió. Yo lamentablemente nunca se lo expliqué… Pero él aceptaba que yo estaba marcando mi propia identidad.

– ¿Nunca te preguntó? ¿Nunca le pusiste el tema?

– No. Ese tipo de cosas no se hablaban en la tradición victoriana de mi familia. No eran de abrazarse, ni de hablar de separaciones o esas cosas.

– El documental no muestra mucho la relación de tu padre con sus hijos, pero sí con sus nietos. ¿Por qué esa opción?

– No fue opción. Una de las cosas que más le pesaron de las consecuencias del Golpe es que la familia quedó separada. Una de mis hermanas vive en México, la otra en Londres. Mis hijos aparecen en la película porque fueron los nietos que vivieron junto a él. Entonces en los home video que grabé, los niños siempre estaban dando vueltas. Aparecen prácticamente guaguas y terminan como jóvenes veinteañeros; eso muestra el paso del tiempo. Eso es interesante. También ver cómo mi padre va envejeciendo. Y yo también.

Una de las últimas fotos familiares. Carlos Altarimano al lado de sus nietos Micaela y Sebastián. Atrás, su hijo Juan Carlos. Tomada en 2018.

– ¿Sientes que finalmente pudiste separar tu ruta de la de tu padre?

– Siempre fui consciente de lo que le ocurre a cualquier hijo de un personaje famoso. Es un tema universal y complejo. Hay hijos que no logran superarlo y terminan mal. En ese sentido, me siento muy autorrealizado de haber sido capaz de marcar mi propia identidad y haber roto el cordón umbilical.

“Siempre fui consciente de lo que le ocurre a cualquier hijo de un personaje famoso. Es un tema universal y complejo. Hay hijos que no logran superarlo y terminan mal. En ese sentido, me siento muy autorrealizado de haber sido capaz de marcar mi propia identidad y haber roto el cordón umbilical”

– Entiendo que la película parte con una cita de Sócrates.

– Sí. Sócrates dice: “La vida sin ser examinada no merece la pena vivirla”. Para mí, es ahí donde le das sentido a la vida. Tiene que ver con lo que te hablaba del crecimiento personal, de la espiritualidad, de examinarse para crecer como persona y encontrarle un sentido a la vida. De tal manera que morir no sea tan banal.

– El camino interior, que es lo que siempre has defendido. ¿Sientes que en este documental llevas a tu padre a navegarse por dentro también?

– Sin duda.

– ¿Lo metes entonces en tu propia revolución para que él explique la suya?

– Cierto, para que examine su propia existencia. Por eso el documental parte con esa cita, que es muy sabia. Para mi padre, para mí, para cualquiera persona.

Hijo de Carlos Altamirano y su documental sobre el padre: “Él jamás trató de meterme en las ideas marxistas” | DFMAS