La intensidad poética le regresó a Ignacio Solares en sus últimos días: José Gordon

“Flotas en ese gran río liso y silencioso que fluye con tanta serenidad que podría pensarse que el agua está dormida. Un río dormido. Pero fluye irresistiblemente. La vida fluye silenciosa e irresistiblemente hacia una paz viviente, tanto más profunda, tanto más rica y fuerte cuanto que conoce sus dolores y desdichas, los conoce y los acoge y los convierte en una sola sustancia. Y hacia esa paz estás flotando ahora”. Estas fueron algunas de las últimas palabras que Ignacio Solares escuchó en el hospital, leídas por su esposa.

Familiares, amigos y colegas despidieron al narrador, dramaturgo, periodista y gestor cultural nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1945, quien falleció la noche del jueves a los 78 años.

Su esposa, Myrna Ortega, comentó que está por publicarse una selección de sus textos, tal vez para inicios del próximo año. “Eso ya está trabajado; Ignacio, tenía mucha ilusión. Haremos una revisión de las cosas pendientes. Lo que dijo y escribió ya está publicado”.

Quien fue su compañera de vida por 45 años adelantó que Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), le llamó para informar que quieren organizar un homenaje; platicarán la próxima semana y en cuanto tengan más datos se darán a conocer. En Chihuahua, su casa, también se habló de lo mismo.

“Los lectores jóvenes merecen conocer la obra de Ignacio Solares, la forma como él vio no sólo la historia de México, sino la otredad, lo no aparente”, dijo en entrevista ayer por la tarde, en el acto de despedida en una funeraria en Félix Cuevas. “Estoy segura de que se fue con una sonrisa de satisfacción, por su vida, su obra y su pensamiento”, agregó.

Una cúmulo de sus libros rodearon un montículo de rosas blancas en una mesa frente al féretro. Los títulos son muchos. Por citar algunos: Delirium tremens, Puerta al cielo, Anónimo, La noche de Ángeles, El sitio, Cartas a una joven psicóloga y Madero, el otro. El nombre del personaje histórico, iniciador de la Revolución Mexicana al oponerse a Porfirio Díaz, lució en una de las tantas coronas de flores que resguardaron el último paso físico de Solares, una despedida digna de las sesiones de espiritismo del promotor de la democracia y del escritor de lo insondable.

Siempre vio las paradojas de la condición humana

Escribió su último libro, Novelista de lo invisible, con el periodista cultural José Gordon, en una larga conversación que prolonga sus encuentros a largo de los años. “Este diálogo pleno tiene el misterio de una novela iniciática sobre los secretos que la literatura puede percibir” –se describe en la contraportada de la publicación del sello Grijalbo–, sobre la muerte y lo sagrado, los fantasmas de las novelas históricas y encuentros con personajes como Erich Fromm, Luis Buñuel y Julio Cortázar.

Fue el divulgador de la ciencia uno de los primeros en anunciar el deceso del escritor, en un mensaje la noche del jueves. En entrevista, quien fue su amigo por más de 40 años, afirmó: “La intensidad poética y pasional por la literatura de la vida de Ignacio Solares, de alguna manera impresionante, le regresó en estos días. Se fue con mucha serenidad, con mucha paz, reconciliado con la gente que quiere y que está a su alrededor”.

También con justicia poética, pues antes de partir, acompañado por su familia y arropado con sus últimas palabras como emisarios, su esposa Myrna leyó un episodio de la novela que transcurre en la sierra Tarahumara, donde Solares se abrió a las cosmovisiones indígenas y descubrió la forma en que se percibe el tránsito entre la vida y la muerte.

“Seguíamos al novelista Isaac Bashevis Singer, quien tenía una especie de lentes bifocales que no podían dejar de ver el infierno, pero tampoco el cielo. Justamente, ese es el registro que se atrevió a dar Nacho: no dejar de ver las paradojas de la condición humana en nuestros claroscuros, pero tampoco dejar de apreciar el registro de lo sagrado, de la ternura y de la intimidad que tanta falta nos hace.”

Ignacio Solares estaba convencido de que la literatura es como un refugio de la realidad. En su librero hubo espacio para el espiritismo, la sicología y el hipnotismo, porque, como él mismo reconoció, “siempre me ha encantado todo lo que sale de lo normal”. Un año se dedicó a estudiar sicología con el filósofo y teórico alemán Eric Fromm, en Cuernavaca.

Al ser entrevistado para este diario por Pablo Espinosa en 2020, con motivo de la novela El juramento, reveló que una clave en su vida y en su literatura giró alrededor de la duda, “y esto me hace ser cambiante”. Sin embargo, no dejó de deslumbrarse por el misterio, “lo que está detrás de todo lo que nos rodea y de la vida es el misterio”.

Por más firme que sea el suelo que pisamos estamos rodeados de demonios, también de ángeles y en cualquier momento pueden causar una hecatombe en nuestras vidas, quizá sin darnos cuenta. Si algo puede ayudar a nuestro mundo es la espiritualidad.

Gran parte de su vida estuvo dedicada a la gestión cultural. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) lamentó el fallecimiento del destacado escritor y universitario, quien dejó huella en la cultura a su paso por las direcciones de Teatro y Danza y de Literatura, así como por la Coordinación de Difusión Cultural y de la Revista de la Universidad de México.

La Secretaría de Cultura federal se unió a las condolencias por el fallecimiento del autor, quien entre muchos galardones obtuvo los premios Xavier Villaurrutia en 1999 y Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de lingüística y literatura, así como la Medalla Bellas Artes 2022.

En materia de periodismo cultural, en sus inicios de reportero deslumbró en Revista de Revistas, que dirigía Vicente Leñero; Plural, de Octavio Paz, y en Excélsior, con Julio Scherer. Reconocido dramaturgo, entre las numerosos obras destacan El jefe máximo, El gran elector y La moneda de oro: Jung y Freud.

El mismo Ignacio Solares anticipó en el paso a la trascendencia: “Qué fresco es ahora el aire. Fresco y puro, cargado de vida. Abandona este pobre y viejo cuerpo. Ya no lo necesitas. Deja que se desprenda de ti. Suéltate ahora, suéltate del todo. Deja aquí ese cuerpo gastado y sigue adelante. Sigue, avanza hacia la luz, hacia la paz de la clara luz”.

La intensidad poética le regresó a Ignacio Solares en sus últimos días: José Gordon