Crítica de “Samsara” (2023), la espiritualidad hecha cine (FICUNAM 2023)

Recientemente, Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades trató de plasmar la experiencia de estar en un limbo espiritual entre la vida y la muerte, pero tuvo como resultado una obra pretenciosa en la cual su limbo era en realidad una exaltación al ego. Pero no era un reto fácil, ¿cómo transmites mediante imágenes y sonidos el abandono del cuerpo y del propio ser para pasar a un plano distinto, a un viaje hacia lo desconocido? Samsara, del director Lois Patiño, es probablemente lo más cercano a esta experiencia: una obra única e inmersiva sobre la espiritualidad y el paso a otra vida.

La historia per se podría parecer muy sencilla: en Laos, un grupo de monjes acompaña a un alma a abandonar su cuerpo y viajar a través del bardo (limbo espiritual). Su destino termina siendo las playas de Zanzíbar, en una comunidad donde varias mujeres cultivan algas. Sin embargo, Samsara es ante todo una experiencia sensorial y mentalemente estimulante que usa los recursos audiovisuales con mucha precisión para evocar un estado onírico, de forma similar al cine de Apichatpong Weerasethakul.

La fotografía en 16 mm evoca a un sueño: la textura difusa del celuloide en los bellos paisajes sumerge inmediatamente a la audiencia en un estado fantasioso, como si estuviéramos viendo un lugar místico. Aunque los fotógrafos Mauro Herce y Jessica Sarah Rinland grabaron de forma separada la parte de Laos y Zanzíbar, respectivamente, se nota cómo Patiño transmitió de forma perfecta a su equipo el objetivo del trabajo, pues ambas secciones están perfectamente unificadas y convierten locaciones reales en lugares que parecen salidos de otro mundo.

El sonido inmersivo es otro elemento clave, (Spoiler a continuación) sobre todo en el ingenioso uso que se le da durante el proceso de reencarnación (Fin del spoiler). Patiño invita al espectador a sumergirse en su película y dejarse ir por el paisaje sonoro, el cual cobra incluso más relevancia que el apartado visual. Samsara se convierte así en una película envolvente pero que a la vez exige constantemente al espectador tener consciencia de lo que está viendo y que sea un participante activo en la experiencia.

El término que le da el título a la película, samsara, se refiere al ciclo de nacimiento, muerte y reencarnación, mientras que la experiencia que retrata se basa en El libro tibetano de los muertos, una guía que se lee a las almas en proceso de cruzar el bardo para que sepan cómo pasar a través de él y qué les espera. Aunque el espectador no tenga idea de estos conceptos, la cinta logra plasmarlos de forma tan orgánica y clara que probablemente despierte su curiosidad de aprender más sobre esta forma de ver el mundo.

A través de la cotidianidad de los personajes, desde los monjes visitando una cascada hasta las mujeres recolectando algas para hacer jabón, el filme siempre encuentra la manera de hacer mágicos incluso los momentos más mundanos, de mostrar cómo el milagro de la vida está presente en nuestro día a día aunque nosotros lo ignoremos. Samsara se propone el aparentemente imposible propósito de grabar lo invisible, de captar la trascendencia espiritual en el celuloide; contra todos los pronósticos, Patiño y su equipo no solo lo consiguen, sino que además nos recuerdan que aún hay muchos límites inexplorados en el cine.

“Samsara” formó parte de la Competencia Internacional del FICUNAM 2023.

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