‘Tonantzin Guadalupe’, de Jesús Muñoz, y las representaciones guadalupanas

¿Cómo decidiste abordar el tema de la Virgen de Guadalupe?

Todo empezó hace unos 30 años, cuando leí un artículo de Carlos Castillo Peraza sobre la Virgen de Guadalupe de Extremadura y sus semejanzas con la virgen mexicana. Yo tenía 24 años y me pregunté: “¿Cómo es posible que no supiera de esto?”. Y encontré un tema que necesitaba explorarse en profundidad.

Supe que este tema había sido fundamental para los historiadores mexicanos desde el siglo XIX. Sin embargo, este trabajo no se había difundido adecuadamente, debido a la naturaleza delicada del tema. Algunos historiadores que lo exploraron y publicaron fueron acosados e incluso expulsados de México. Existía un trabajo importante y me propuse sacarlo a la luz.

 

Te identifico como un director de polémicas. En Un filósofo en la arena participas de los debates sobre la tauromaquia. Aquí abordas temas como el mestizaje, la identidad indígena y la criolla, que ahora está en el centro de muchas discusiones, y en el que la virgen de Guadalupe es crucial. ¿Cómo equilibras las distintas perspectivas de estas conversaciones? 

Mi enfoque tiende a estar más en línea del documental anglosajón que del europeo, que suele ser más contemplativo. Mi objetivo al abordar temas polémicos y complejos es presentar una perspectiva matizada, que fomente un diálogo constructivo.

Nuestra regla principal fue no faltar al respeto a la sensibilidad de los creyentes. No tengo creencias religiosas, pero reconozco que la espiritualidad es parte importante de la experiencia humana. Entonces, creo importante respetar esa regla. En ese contexto, también acordamos otra regla,. Cuando comencé a leer lo que habían publicado los historiadores, me di cuenta de algo intrigante: se afirma que las apariciones, el relato que conocemos de Juan Diego y el Tepeyac, las rosas y la tilma, ocurrieron en 1531. Pero el primer documento que menciona este relato, el Nican mopohua, aparece hasta 1648. Hay 117 años sin ningún registro sobre las apariciones. 

Este vacío me pareció imposible de ignorar. Los historiadores lo discuten. El tema es tan amplio, con casi 500 años de historia y muchas implicaciones políticas, que decidimos enfocarnos en ese periodo de silencio. Entonces me centré en la perspectiva de la doctora Gisela von Wobeser y el doctor Rodrigo Martínez Baracs, quienes han sido muy inteligentes en evitar la controversia sobre si las apariciones ocurrieron o no, y se han centrado en divulgar lo que se sabe con certeza. 

¿Por qué pasaron 117 años antes de que apareciera el relato de las apariciones, y por qué estaba en náhuatl? ¿Qué ocurrió en ese momento? Aquí tomó forma la tesis del documental, que se centra en el concepto de identidad. En este choque de culturas, la virgen de Guadalupe fue lo primero genuinamente mexicano, independientemente de si su aparición fue real. Por esto ocurrió en ese momento y por eso se utilizó el náhuatl. 

Esto sucedió porque los novohispanos del siglo XVII ya no se sentían peninsulares; buscaban crear su propia nación. Anunciar que la Madre de Dios se había aparecido en la Nueva España otorgaba algo de lo cual sentirse orgulloso. En consecuencia, la virgen de Guadalupe se ha convertido en uno de los factores más significativos de la identidad mexicana, no importa si eres católico o no. En ese sentido, todos somos guadalupanos, ya no desde una perspectiva religiosa. Esto es lo que exploramos en el documental. Queremos subrayar la importancia de la formación de la identidad. 

 

Tonantzin Guadalupe, Dir. Jesús Muñoz

 

En Tonantzin Guadalupe haces dramatizaciones, y haces evidente que ocurren en un foro. Muestras los procesos de casting, ensayos, e incluso pides opiniones sobre el tema a los actores. ¿Por qué propones esta puesta en escena, una suerte de making of, para la película? 

Para mí es el objetivo del documental. En realidad no es un documental sobre la virgen de Guadalupe. Su tema principal es la representación, y llegué a esa conclusión cuando me di cuenta de que el consenso entre los historiadores es que el Nican mopohua, el relato en el que conocemos las apariciones, es probable que haya sido escrito como un acto sacramental.

En el siglo XVI se pusieron en escena muchas obras de teatro en náhuatl, para evangelizar a la población indígena. Se cree que el Nican mopohua podría haber sido parte de esta tradición teatral.

El acto sacramental busca la experiencia espiritual. Así que pensé: “Si esto es una obra de teatro sacramental, ¿por qué no la revivimos? ¿Cómo se haría con las herramientas actuales el acto sacramental del Nican mopohua? Decidí escenificarlo- Nos ayudó el doctor Rafael Tena a revisar los textos, tanto en español como en náhuatl. Pero después pensé: ¿No sería interesante llevar la misma estética de representación a los otros tres textos históricos que se mencionan en la discusión sobre la virgen de Guadalupe? Entonces decidimos que el documental sería un ejercicio de interpretación y representación. Queríamos mostrar a la gente todo el proceso, algo que siempre me ha fascinado en los documentales. 

También queríamos capturar la devoción. Entonces encontramos tres ángulos muy interesantes para entender la realidad. Por un lado, la ciencia, con sus datos concretos. Por otro lado, la espiritualidad, esa subjetividad profunda que te lleva a un estado de certeza. Y la tercera es el arte, la expresión a través de alegorías y metáforas de esta experiencia. Por eso, el documental resalta el valor y el poder de las interpretaciones.

 

Me parece importante la incorporación de la comunidad mixe en Tonantzin Guadalupe. Debe ser de las partes más significativas del documental. 

Desde una perspectiva etnográfica, ésta es la parte más importante. Una de los productoras, Marion d’Ornano, tiene excelentes conexiones en la comunidad mixe, ya que anteriormente había trabajado en otra película que se desarrolló en esa área. Ella me puso en contacto con la comunidad mixe.

Tuvo lugar en la montaña, en la parte alta de la comunidad. Fue la primera vez que se grabó esta ceremonia en un documental. Fue un verdadero trabajo en equipo, donde cada miembro aportó su parte y logramos unir todas las piezas. En este sentido, debo agradecer enormemente el esfuerzo de Marion, quien también me conectó con Giovani López.

 

Cerca del final comparas el Nican mopohua con el Comienzo de los cantos, una colección de poemas prehispánicos. Comparas dos discursos, dos formas escritura y dos concepciones del mundo; este cotejo desentraña aspectos del mito pero también hace un ejercicio literario. 

Nican mopohua puede ser un ejercicio literario y los Cantos también son un ejercicio literario de la época precolombina. La primera persona que realizó esa comparación fue Miguel León-Portilla. Él observó esta influencia de los Cantos en la narrativa del Nican mopohua. Además, es una pieza hermosa. 

Y fue difícil abordarla porque, según invvestigué, estos poemas se cantaban, aunque no sabemos cómo. Al parecer se acompañaban con percusiones, pero no sabemos cómo sonaba. Optamos por hacer una recitación. Incluimos música prehispánica que acompaña al poema. Para mí fue revelador en cuanto a la alta capacidad de discurso filosófico y existencial que tenían los pueblos prehispánicos. Sus reflexiones eran asombrosas.

 

Tonantzin Guadalupe, Dir. Jesús Muñoz

 

Otro elemento de representación es el cine. Usas fragmentos de películas como Tepeyac (Carlos E. González, José Manuel Ramos y Fernando Sáyago, 1917), La virgen que forjó una patria (Bracho, 42)Las rosas del milagro (Soler, 60) y otras. Y Tonantzin Guadalupe formará parte de esta colección. ¿Qué te parece que se incorpore a la filmografía, las discusiones y el “guadalupanismo” en su conjunto? 

Desde el principio éramos conscientes de que era una posibilidad. Nos llevó a tomar una decisión crucial desde el principio: decidimos que esta película sería escrita y dirigida para un público mexicano. Es decir: esta película puede resultar interesante para los extranjeros, pero decidimos que nuestro propósito era contribuir a una nueva representación e interpretación, que rescate el trabajo de los historiadores. Decidimos crear una Virgen de Guadalupe indígena y la selección de Juan Diego también fue crucial. Fue importante representar a la Virgen de Guadalupe y el Nican mopohua como acto sacramental, con lo que se trató de comunicar a los indígenas. Por eso también representamos a algunos dioses. 

Es una interpretación diferente y ojalá contribuya a enriquecer la discusión. Si tienes dudas sobre la fe de los guadalupanos, date una vuelta el 12 de diciembre a la Basílica, y ahí te quedará claro que es real. Que tú compartas esa creencia o no, es otro tema. La realidad es que esto es el origen de México, el núcleo de nuestra identidad, a pesar de la increíble diversidad y pluralidad que representa México. Esperemos que esta idea quede arraigada en el imaginario.

 

¿Cómo asumió Dalia Xiuhcoatl su papel de la Virgen de Guadalupe? ¿cómo la dirigiste? 

Durante el proceso de casting de las actrices para el papel, dos de ellas llegaron dominando perfectamente el Nican mopohua y Dalia fue una de ellas. Su primer acercamiento fue sumamente profesional. Además, se siente muy orgullosa de su herencia náhuatl. Tomó su papel con mucha responsabilidad y un profundo interés en reivindicar la participación de la cultura indígena en la creación de este relato. 

 

Me dijiste que no eras creyente, sino agnóstico. Sin embargo, de inmediato me saltó una frase que apareció después: “Hasta los más ateos somos guadalupanos”. A partir de eso y después de leer, investigar, reflexionar sobre el tema, ¿qué significa la Virgen de Guadalupe para ti?

Representa una manifestación de espiritualidad híbrida. Antropológicamente hablando, es el primer símbolo mexicano y la semilla del naciente patriotismo novohispano, como vemos en la película. Tanto es así que la primera bandera de México lleva la imagen de Guadalupe. Para mí, la Virgen de Guadalupe es México, es como la bandera mexicana. Cada vez que la veo, siento un gran gusto. Y cierto, soy agnóstico, pero también soy guadalupano.

‘Tonantzin Guadalupe’, de Jesús Muñoz, y las representaciones guadalupanas