Javier Milei se juega por un amplio triunfo que lo deje en las puertas del poder

Milei, en el acto de cierre de su campaña, el miércoles pasado. REUTERS/Agustin Marcarian/File Photo

El pasado domingo 14 de agosto, al momento de votar en las PASO, rodeado de periodistas y calzado con su habitual campera de cuero negro, Javier Milei se declaró “bilardista” frente a las cámaras de TV cuando le preguntaron sobre sus expectativas para la primera jornada electoral nacional, y pidió “esperar”. El líder de La Libertad Avanza, outsider y experto en economía, nunca había participado en una elección presidencial, y elegía la cautela para su primera incursión en la carrera por la Casa Rosada. Pero ahora, su perspectiva cambió por completo. En la previa de las Generales, con el impulso de su performance en las Primarias, el diputado de la derecha está envalentonado como nunca, y ya no parece importarle “quemar” el resultado que ansía. Su estrategia, en cambio, es mostrarse completamente seguro de que ganará en la primera vuelta presidencial, aunque es consciente de que sería una proeza sin antecedentes.

Milei no se apoya en las encuestas (que lo muestran en un balotaje) para mostrarse convencido de que dará el batacazo, sino en el logro inédito que alcanzó en las Primarias: transformarse en el candidato más votado a pesar de que había irrumpido en el escenario político hacía sólo dos años; de no haber ocupado jamás un cargo público que le permitiera mostrar solvencia para gestionar, y de estar rodeado mayormente de referentes ignotos, al menos para el gran público. Y, además de la práctica, en cierta cuota de mística. No es un secreto que es un ferviente creyente (planea convertirse al judaísmo), con fuerte tendencia a la espiritualidad.

Es impresionante pensar en dónde estamos ahora y dónde estábamos hace dos años”, resumió el miércoles pasado desde el escenario del estadio Movistar Arena, donde cerró su campaña visiblemente emocionado y esperanzado por su “epopeya”, frente a miles de seguidores, en su mayor parte hombres jóvenes, que lo vitoreaban y cantaban sus jingles.

En su entorno, sin embargo, algunas miradas son más prudentes. Esa misma noche, su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, al ser consultada sobre la posibilidad de ganar en primera vuelta en TV, eligió la mesura: “En el balotaje estamos seguro. Es una cuestión de unos pocos puntos”, reflexionó. Pero no mencionó la posibilidad de un triunfo arrasador.

En general, en entorno de Milei también son cautos, en privado. “Todo lo que pase se va a festejar”, dijo ayer, escueto, un referente de alto rango en la escala jerárquica del frente LLA. Otra señal de que saben que es posible cualquier desenlace en un contexto de total incertidumbre.

Está por verse si calan en el electorado en beneficio de Milei los escándalos que jaquearon al oficialismo en los últimos dos meses, desde el caso del puntero Julio “Chocolate” Rigau en la Legislatura bonaerense, al viaje ostentoso de Martín Insaurralde en Marbella, pasando por la escalada del dólar y la espiral ascendente e incesante de la inflación. Por otro lado, no hay certezas sobre las posibilidades de Patricia Bullrich de convencer al electorado crítico del Gobierno de que ofrece la propuesta opositora más confiable, en contraposición con su rival outsider. Después de todo, pertenece a la fuerza política que, con Mauricio Macri a la cabeza, perdió las elecciones en 2019 en un gobierno muy complicado por el declive de la economía a pesar de la histórica toma de deuda con el FMI.

Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich
Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich

El principal desafío de LLA en la campaña que desplegó desde el 14 de agosto fue mostrarse sólido y fiable ante la embestida de los partidos opositores, que se ocuparon de poner en la vitrina de sus presentaciones todos los videos y tuits que evidencian las ideas que confesaba Milei antes de ser candidato, cuando hablaba “sin cassette” ni moderación estratégica. Esas mismas declaraciones que hoy se usan en su contra fueron justamente las que le permitieron ser lo suficientemente atractivo como para que desde los principales programas de TV lo llamaran a la pantalla para subir el rating.

De hecho, pareció usar el mismo mecanismo en la campaña, donde avanzó sin cesar con opiniones muy polémicas. La última fue su recomendación de ahorrar en dólares, que le valió una serie de denuncias en la Justicia, inclusive de Alberto Fernández, por -supuestamente- buscar incitar una corrida cambiaria -que efectivamente se produjo-. En LLA, no obstante, se muestran convencidos de que a Milei no le entran las balas. “Podría decir que el cielo es verde y que las vacas vuelan, y la gente igual lo votaría. Javier brinda esperanza y la gente está aferrada a eso”, resumió la mirada un armador bonaerense.

En el espacio de derecha, sin embargo, se ocuparon de aclarar cada uno de los dichos de su líder, por si fallaba la supuesta inmunidad del economista. El método de relativización de sus perspectivas más disruptivas, ante cada consulta periodística, fue atribuirlas a una perspectiva “filosófica” de la corriente liberal. O bien aclarar que determinadas propuestas prácticas que aparecen como invitables o generaron mucho ruido, como la implementación de un sistema de vouchers para la educación o la clausura del Conicet, en realidad son ideas “macro”, que apuntarían a un futuro lejano.

“Los políticos, en general, no hacen lo que dicen en sus campañas. En el caso de Javier también es así. Obvio que no va a habilitar la venta de órganos, ni va a privatizar las universidades de un día para el otro”, dijo un experimentado dirigente que se dedica a imprimirle cordura a sus ideas. También la dolarización, probablemente su propuesta más atractiva, fue pateada para más adelante durante la campaña, que constó de muchas entrevistas en el prime time de los principales canales de TV, centenares de tuits y retuits en su cuenta de la red social X; y caravanas en varios distritos de la provincia de Buenos Aires, el bastión donde piensa obtener, de la mano de su candidata, Carolina Píparo, los puntos que le permitirían crecer hasta obtener un triunfo amplio.

Más allá de si logra ganar por 40 puntos con diferencia de 10 sobre el segundo, o llega a los 45 -las dos condiciones que necesita para evitar la segunda vuelta- la gran duda de los libertarios hoy es sobre la performance que tendrán sus dos principales rivales, Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio; y Sergio Massa, de Unión por la Patria. Ambos quedaron muy cerca de arrebatarle el primer lugar en un escenario de tercios, y el panorama para noviembre sería muy distinto si tuviera que pelear con uno u otro.

Durante varias semanas, en LLA se mostraron absolutamente convencidos de que la ex ministra de Mauricio Macri está “terminada” (inclusive usaban la palabra “muerta”), pero un importante dirigente muy cercano a Milei admitió en los últimos días que es “insensato” pensar en que la titular de la segunda fuerza política en las Primarias, que se dedicó a tiempo completo a la campaña, no represente una amenaza. “No se puede dar por terminada la carrera de la segunda fuerza de un día para el otro”, dijo.

En caso de verse obligados a ir a un balotaje, los libertarios cruzan los dedos para tener que disputar la Presidencia con Massa. De hecho, la bajada de línea en LLA a su propia dirigencia fue que directamente ignoraran a Bullrich, quizá una muestra de que temen por sus chances si se transforma en su contendiente en noviembre.

El ministro de Economía tiene mucho, en contra justamente por la crisis. Además, puede perder votos en manos de Myriam Bregman, del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT); y por la tangente del peronista disidente Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba que, si bien quedó relegado en la PASO, tuvo una buena performance en los debates presidenciales y podría generar interés en los desencantados del Gobierno que no están dispuestos a votar a una fuerza de derecha.

Bullrich también enfrenta la dificultad de sufrir una fuga de votos, pero con el agravante de que su oponente directo -el propio Milei-, que se metió en el ring electoral con propuestas aún más a la derecha que las suyas, pisa mucho más fuerte que Bregman y Schiaretti.

Además de la falta de credibilidad que buscan endilgarle sus oponentes, el factor del género también podría complicar a Milei. Según todas las investigaciones de opinión pública, las mujeres, que representan más de la mitad de la población, rechazan su propuesta. Pero los libertarios dicen que esa contingencia puede recomponerse en un ballotaje. “Ningún votante de Massa votaría a Patricia. Y viceversa. Y esto aplica para las mujeres. Si la pelea es con Bullrich, en noviembre las massistas no van a tener otra que acompañarnos a nosotros. Y si es contra Massa, va a pasar lo mismo con las que votaron a Patricia”, explicó el razonamiento uno de los especialistas de opinión pública de LLA.

En un tablero dividido en tercios y en medio de una crisis económica galopante, Milei llega mostrándose muy confiado a las elecciones. Sea cual sea el resultado, se considerará ganador porque en dos años transformó a La Libertad Avanza en una de las tres fuerzas políticas más importantes del país. Hoy por la noche, cuando se conozcan los resultados, se verá si se transforma en la más relevante. Un deseo que no se basa solamente en garantizarse la llegada al poder, sino en hacerlo con potencia suficiente como para obtener, desde el inicio, el mayor grado de gobernabilidad posible, en un ecosistema político fragmentado y belicoso, en un país en crisis.

Javier Milei se juega por un amplio triunfo que lo deje en las puertas del poder