Diario HOY | Así es ‘Versius’, el novedoso robot cirujano que llegó al país

Hay personas que no tienen ni un minuto de tiempo libre. La agenda llena de arriba a abajo. Cada vez que tienen media horita sin actividad, se las ingenian para pensar en algo nuevo para hacer, no pueden parar.  Llenan la agenda libre con actividades y responsabilidades, teniendo la sensación de que no pueden desconectarse ni descansar. Y esto no siempre obedece a factores externos. Muchas veces, la causa está dentro nuestro.

Vivir ocupados y con la agenda llena puede llevarnos a muchos desequilibrios mentales sin que nos demos cuenta. Además, puede estar alejándonos de la felicidad que tanto buscamos, en nombre de un éxito irreal que solo existe en nuestras cabezas. Así  lo considera la psicóloga Marina Mammoliti, quien, en su podcast Psicología al desnudo, describe el problema, sus causas, sus consecuencias y da recomendaciones.

La vida moderna puede resumirse en una sola palabra: ocupada. Casi cada hora del día está programada con alguna actividad. Gracias a la tecnología, ahora podemos tener nuestras oficinas en el bolsillo, en la casa, en la playa o incluso en los aviones. Es casi imposible desconectar y cuando lo hacemos, nos sentimos culpables por no estar trabajando o haciendo algo productivo.

Llevamos un ritmo frenético, en el que se nos exige ser los mejores y estar siempre atareados, ser productivos, atender todo tipo de responsabilidades laborales, familiares, sociales y de autocuidado.

Síndrome de la vida ocupada: un estilo de vida. Va en aumento intenso y afecta a la salud de las personas. Quienes lo sufren, viven a mil por hora, con un estilo de vida frenético, con demasiadas ocupaciones, tanto en casa, como en el trabajo.

Puede parecer que debajo de esas agendas llenas hay felicidad y satisfacción, pero los estudios dicen que, suele ser justo lo contrario. Lo habitual es que estas personas quieran tapar ciertos vacíos o evitar enfrentarse a ciertas emociones desagradables o pensamientos negativos, que aflorarían si no vivieran tan ocupadas. Hay raíces personales que nos llevan a adoptarlo como modo de vida. Necesitamos explorar esas raíces.

Para algunas personas, tener un buen tiempo libre supone una fuente de estrés. Estar un buen rato sin tareas, sin enfocarse en una actividad concreta, puede cargarles de ansiedad.

Como todo fenómeno complejo es multicausal, existen tres causas principales:

La causa social: vivimos en un entorno altamente demandante y estresante. Si no le ponemos límite a la rueda de productividad, es muy fácil subirnos al tren de la agenda llena que avanza cual locomotora. Se nos pide constantemente estar haciendo algo.

Se difunde la idea de que estar sin hacer algo es sinónimo de fracaso. El ritmo acelerado que llevamos, el querer hacer todo ya y la cantidad de horas invertidas no nos da respiro. Crecemos con la idea de que, cuanto más hacemos, más productivos somos y, cuando más productivos somos, más valemos.

La sociedad celebra a las personas ocupadas. Las ubica en una escalera de éxito. Ni estar ocupados nos hace exitosos ni estar aburridos nos hace fracasados.

Rasgos de personalidad y creencias limitantes: esta causa es bien interna. Para algunas personas muy perfeccionistas, atascar su tiempo de cosas y no tener ni un minuto libre, puede darles la sensación de estar cumpliendo con las expectativas que los demás y ellos mismos tienen sobre sí. Si estoy tan ocupada, será exitosa a los ojos de todos.

La creencia limitante de no ser suficiente. Si yo no me creo suficiente voy a buscar algún mecanismo para sentirme llena. Tener cosas que hacer es estresante, pero también gratificante. Aumenta el aburrimiento, da sensación de vitalidad y de eficacia. Nos hace sentir útiles, productivos, inteligentes e independientes. Nos da sentido.

“No importa cuántas cosas taches de tu lista de tareas. Si lo que tracciona todos esos pendientes es esta creencia de fondo, la de no soy suficiente, nunca vas a llegar a tapar ese hueco de malestar, haciendo cosas. Vas a quedar cual ratita en una rueda persiguiendo una lista de tareas que nunca te hará sentir suficiente, siempre ganará la carrera la creencia”, advierte Mammoliti.

Tapar angustias: es otra causa personal, corresponde a nuestro mundo interno. Son esas ansiedades que de otra forma saldrían a la luz. Evitamos voces internas que no queremos escuchar. Y es que, si vivimos ocupados no salen esas voces están calladas.  La soledad y el silencio pueden resultar amenazantes para nuestro equilibrio psicológico, especialmente si no acostumbramos a sentirlas.

Muchas personas sienten que cuando los ruidos exteriores frenan, afloran pensamientos, conflictos o percepciones con los que no estamos cómodos y aparecen estas ganas de huir. La agenda llena es muy útil para evitar los asuntos que nos desagradan o que requieren de un esfuerzo  emocional intenso. Sería un mecanismo de defensa para regular nuestro malestar psicológico.

Llenarnos de cosas para hacer no está solamente relacionado a lo social, sino también a lo personal. Debemos entender las consecuencias profundas de vivir así.

CONSECUENCIAS EN DISTINTAS ÁREAS

Nivel laboral: estar demasiado ocupado afecta seriamente a nuestro rendimiento. El fenómeno de la multitarea fue ampliamente estudiado por científicos. No genera nada bueno: olvidos, falta de atención, imposibilidad de foco, sobrecarga, afectan fuertemente a la motivación, así como el síndrome de burnout o quemado.

Nivel emocional: estar tan tapados de tareas eleva muchísimo el nivel de estrés  y malestar. El estrés crónico en el cuerpo tiene consecuencias súper negativas. Ejemplo: el impacto en el sueño. Al no descansar bien, nuestros niveles hormonales se desequilibran, estamos de mal humor durante el día, no tenemos energía, no funcionamos.

Además, para bajar el estrés, muchas veces tendemos a conductas compulsivas como fumar o comer mal.

Nivel cognitivo: se comprobó que las personas hiperestimuladas y sobreocupadas crónicamente, suelen tener problemas en algunas funciones cognitivas, principalmente, en la capacidad de memoria. Tener algunos fallos en la memoria es habitual, pero el exceso  de información o multitasking genera olvidos.

Nivel personal: nos aleja de nosotros mismos, no nos permite escucharnos. Afrontar o conocer nuestras preocupaciones, nuestros pensamientos o lo que sentimos. Este mecanismo de atascarnos de tarea puede llevarnos a convertirnos en máquinas.

QUÉ HACEMOS CON TODO ESTO

Para recuperarnos del agotamiento, tenemos que buscar no solo el descanso, sino también el placer.

Primero: reconocer que estamos saturados de tareas. Aceptar que por una razón estamos atascándonos de cosas. Abrirnos a ver qué nos está queriendo decir nuestro cerebro. Debemos explicar y encontrar la raíz profunda.

Segundo: Ver a este fenómeno como una oportunidad de aprendizaje Toda compulsión tiene una misión. Si nos abrimos a eso, encontraremos qué es lo que está tapando.

RECOMENDACIONES

No confundir estar ocupados con ser productivos: no por tener la agenda llena estamos produciendo los objetivos que queremos alcanzar en la vida. Ser productivos significa alcanzar resultados de calidad y acordes a quiénes queremos ser en la vida.

Un ejercicio interesante: revisar la agenda y fijarse en qué cosa se invierte la mayor parte del tiempo. Cuánto revisando mail, cuánto enfocándose en un proyecto que apasione, cuánto tiempo con la familia o personas queridas, o en reuniones de trabajo.

Perder el miedo a parar: no pasa nada por frenar un poco, por ir más lento, por no tener millones de tareas y reuniones. Ser capaces de parar a tiempo y dedicarnos un rato a nosotros es una gran victoria. Permitirse no hacer nada. Este punto es muy importante si queremos disminuir ese síndrome. Fijarse un tiempo de descanso, de no hacer absolutamente nada, simplemente descansar y respetarlo a rajatabla, como si fuera una reunión impostergable. ¿A quién queremos impresionar haciendo tantas cosas?

Fijar una buena rutina de sueño y de alimentación: comer bien y dormir bien son dos necesidades vitales que, básicamente, nos permiten seguir vivos. Si las descuidamos, nos estamos haciendo daño literalmente. Si no las satisfacemos bien, tarde o temprano nuestro cuerpo dice basta y deja de funcionar. Crear un horario para comer y respetarlo. “Cuando comas, no hagas nada más y no comas frente a la computadora, a menos que sea algo muy excepcional, pero no lo transformes en tu rutina”.

En el momento previo a ir a dormir, dejar de hacer cualquier cosa vinculada con el trabajo. No entrar a ver mails a última hora. Permitirle al cuerpo que se relaje para dormir.

Hacer deporte: aunque sea 20 minutos. Es el modo más eficiente de darle al cuerpo energía y vitalidad. Reduce la tensión corporal y el estrés, que aumenta las endorfinas, disminuye la sensación de dolor y también placer. Una pausa activa, una elongación, estirar el cuello, también son opciones.

Renunciar a algo: si no se llega todo, no tiene sentido forzar la agenda. Aprender a poner límites, no tener que decir que sí a todo ni a todos. Sentirse productivo es bueno y nos hace sentir bien. Pero tenemos que saber hasta dónde podemos llegar y dónde están nuestros límites.

Usar técnicas de gestión del tiempo y de productividad: en vez de vivir ocupados vivir enfocados. Es hora de revisar las ideas de éxitos y fracasos. Si no tenemos salud y vivimos estresados, ser exitoso no vale de mucho. Dedicar tiempo a acercarnos a nuestros seres queridos o ver una película con pareja o amigos, sin nada más que hacer, puede ser el mayor de los éxitos

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