Elizabeth Payson Prentiss, escribiendo y consolando desde la fe y el sufrimiento

Los avances científicos han facilitado la existencia humana en muchos aspectos, pero no han logrado aliviar el sufrimiento, el agotamiento y el desgaste que implican los desafíos de la vida. Sin embargo, las artes han sido un medio por el cual las personas han expresado su dolor. Elizabeth Payson Prentiss (1818-1878) es una de ellas, pues recurrió a la literatura para contar sus dificultades y mostró que la fe en Cristo es un refugio seguro para sobrepasar los momentos de aflicción.   

Más de cien años después de su muerte, esta mujer que desplegó sus talentos como escritora y dejó su legado en 25 obras literarias, como Stepping Heavenward (en español, Escalando hacia el cielo) e himnos como More Love To Thee (Más amor por ti), sigue bendiciendo vidas. La fe en el sufrimiento fue el tema principal de sus libros, que en su mayoría fueron de ficción juvenil y religiosa.

Una joven Elizabeth Payson

Fe en el dolor

Durante su vida, persistió en aceptar y dar una interpretación positiva del sufrimiento como parte del plan infalible de Dios. Además, encontró la felicidad independientemente de las circunstancias terrenales. Respecto a cómo disfrutaba uno de sus roles, la autora Bambi Moore comentó: “Se dice que su deleite en su labor como madre era para ella más que instinto. Era una pasión que triunfó sobre dolores y cargas físicas, y sobre las responsabilidades literarias y de la vida pastoral”.

A lo largo de su vida, Elizabeth Payson Prentiss se ganó una reputación de devoción piadosa y gozo en el Señor. “Una mujercita de ojos muy brillantes”, decían sus amigos, poseía “un agudo sentido del humor, que se preocupaba más por brillar en su propio y feliz hogar que en un amplio círculo de la sociedad”.

Uno de sus biógrafos señaló respecto al constante uso de su mano, corazón y cerebro que “el trabajo incesante parecía ser en su caso una especie de sustituto del descanso natural y un consuelo para la falta de él”. Al respecto, la misma Elizabeth escribió a un amigo: 

Creo que Dios dispone nuestras diversas cargas y las ajusta a nuestras espaldas, y que compensa una pérdida con una ganancia. Tengo que fijarme como objetivo constante a lo largo de cada día tanto gastar tiempo y fuerza como obtener el sueño suficiente para sobrellevar el día siguiente.

Poseedora de un don para escribir tanto en prosa como en poesía, Elizabeth Payson Prentiss contribuyó a revistas literarias y también enseñó en una escuela durante un tiempo. Sus obras han sido publicadas en miles de ejemplares.

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Creciendo en Nueva Inglaterra

Elizabeth nació en Portland, Maine. Fue hija del distinguido ministro congregacional Edward Payson y de Ann Shipman Payson. Su fe estuvo influenciada por sus padres y por el espíritu religioso dominante en Nueva Inglaterra, en la primera mitad del siglo XIX. 

Maine era entonces un distrito de Massachusetts, y Portland era su principal ciudad y puerto marítimo, distinguido por la belleza de la localización, la iniciativa, la inteligencia, el refinamiento social y todas las mejores cualidades del carácter de la Nueva Inglaterra. En las bases de aquella sociedad, aún se podía distinguir el antiguo aporte puritano que los Padres peregrinos y sus sucesores inmediatos llevaron, y que se había nutrido de los escritos de los grandes teólogos del siglo XVII, como Baxter, Howe, Bunyan, Owen, Matthew Henry y Flavel, entre otros.

Entre los principales ciudadanos en ese momento, se encontraban Stephen Longfellow, Simon Greenleaf, Prentiss Mellen, Samuel Fessenden, Ichabod Nichols, Edward Payson y Asa Cummings. Todos eran hombres eminentes por sus virtudes privadas y públicas. Acerca de Payson, padre de Elizabeth, se señaló que: 

No podías, en una conversación, mencionarle un pasaje de la Escritura sin encontrar su alma en armonía con ella: las ilustraciones más adecuadas fluían de sus labios, el fuego de la devoción brillaba en sus ojos, y veías de inmediato que no sólo podía pronunciar un sermón de él, sino que el tiempo ordinario asignado para uno se agotaba antes de que pudiera derramar la plenitud de significado que una oración de la Palabra de Dios presentaba en su mente (The life and Letters of Elizabeth Prentiss, George L. Prentiss).

Así también, sobre él se decía que:

Estaba maravillosamente dotado en la oración (…) Cuando decía: “Oremos”, una influencia divina parecía reposar sobre todos los presentes. Sus oraciones no eran meros ejercicios mentales piadosos, eran inspiraciones devotas (The life and Letters of Elizabeth Prentiss, George L. Prentiss).

El ministro congregacional Edward Payson, padre de Elizabeth. / Foto: PAFA

La impronta de su padre

Elizabeth nació el martes 26 de octubre de 1818 en la casa de la familia Payson “alrededor de las tres en punto” (de la tarde), según lo registró su padre. Fue la quinta de ocho hijos, dos de los cuales murieron en la infancia.

Cuando la pequeña Elizabeth tenía dos días, su padre escribió lo siguiente en una carta: “Todavía Dios es amable con nosotros. Louisa y la bebé continúan tan bien como podríamos desear. Apenas puedo dejar de pensar que Dios me está preparando para alguna prueba severa, pero si Él me concede Su presencia como lo hace ahora, no puede parecer un juicio severo”.

Aunque él murió cuando ella solo tenía nueve años de edad, el tiempo que le dedicó fielmente le dejó una profunda huella. De hecho, muchos creen que el ingenio de la mente de Edward Payson fue heredado a su hija. Para ella, la presencia de su padre era el lugar más feliz de la tierra. Cuando él estaba afuera, suspiraba por su regreso. En una carta, su madre escribió: “Todos los niños envían mucho amor, y Elizabeth dice ‘dile a papá que vuelva a casa’”. 

Aunque pasaron los años, los recuerdos de su padre eran singularmente vívidos. Podía describir minuciosamente sus hábitos domésticos, su apariencia y su forma de hablar cuando se sentaba junto al fuego o a la mesa, su placer y habilidad en el uso de las herramientas de los carpinteros, sus ingeniosos dispositivos para entretenerla y distraer su propio cansancio mientras yacía enfermo en la cama. Por ejemplo, rompía hojas de papel blanco en pedacitos y luego la dejaba tirarlos por la ventana para “hacer creer que nevó”. También contó todas las cerdas de un cepillo para la ropa y, luego, cuando ella regresó de la escuela, lo sostuvo en alto y le pidió que adivinara el número.

El recuerdo que tenía de él parecía estar investido de la triple aureola de padre, héroe y santo. Una pequeña foto de Edward estaba siempre cerca de ella. Nunca mencionaba su nombre sin tierno afecto y reverencia. Una vez dijo que de las virtudes de su padre sólo una había descendido hasta ella: la puntualidad. Pero aquí seguramente estaba equivocada. No sólo le debía a él algunas de las peculiaridades más llamativas de su constitución física y mental, sino que su piedad misma, en gran parte inspirada y moldeada por los hábitos devocionales de su padre, dejaron en ella una impresión indeleble.

Una vez, cuando tenía cuatro o cinco años, corrió hacia la habitación de él y lo encontró postrado sobre su rostro, completamente perdido en oración. Poco tiempo antes de su propia muerte, le habló de esta escena a un amigo y comentó que aquello la había influido desde entonces. La pérdida de su padre, en 1827 por una tuberculosis, la afectó profundamente. 

Edward Payson jugo un papel importante en la vida de su hija Elizabeth, quien a lo largo de los años lo recordó como un padre con virtudes piadosas. / Imagen: Biblio

Formación en la fe e inicios literarios

En su formación se evidenciaron la base puritana heredada, un tono devocional evangélico, un gran respeto por el trabajo misionero y un nuevo espíritu de reforma que enfatizaba en la virtud personal y la justicia social. Elizabeth también recibió las influencias literarias de la época, incluida la poesía de Wordsworth, Tennyson y Longfellow. 

En 1831, la familia se trasladó a la ciudad de Nueva York. Allí, Elizabeth se unió a la Iglesia Presbiteriana de Bleeker Street y declaró públicamente su fe en Cristo. En 1832, los Payson regresaron a Portland, en donde Louisa, la hermana mayor de Elizabeth, abrió una escuela muy exitosa cuya directora era su madre. 

Para 1834, a sus 16 años, las historias y los poemas de Elizabeth se publicaban regularmente en Youth’s Companion, un periódico religioso de Nueva Inglaterra. Después de terminar su educación, Elizabeth comenzó a enseñar en la escuela y luego administró un internado en Virginia. 

Amigos, alumnos y conocidos apenas sabían que padecía insomnio crónico. Esto se debía a que, aunque nunca se había sentido bien desde niña –cuando la acosaban las migrañas, los desmayos y el dolor en un costado–, el rostro que mostraba al mundo estaba radiante. Estaba decidida a honrar a Cristo al no quejarse. Su amor por Cristo motivó expresiones frecuentes como: “Amar más a Cristo es la necesidad más profunda, el clamor constante de mi alma”.

Durante varios meses, cuando tenía poco más de veinte años, estuvo en agonía debido a su convicción de su pecaminosidad y falta de interés por las cosas de Cristo. Se consideraba una hipócrita, aunque toda la evidencia indica lo contrario. En ese momento estaba profundamente preocupada por la salvación de sus alumnos, a muchos de los cuales llevó a Cristo. 

Cuando terminó esa crisis, pasó a un gozo más profundo que el que había experimentado anteriormente. No mucho después de eso, ella escribió:

Solía orar simplemente como un deber, pero ahora espero con ansia el tiempo regular para hacerlo, y saludo las oportunidades de momentos especiales con un deleite que antes no conocía. A veces mi corazón se siente a punto de romperse por el anhelo que tiene de acercarse más al Señor Jesús.

Imagen de la portada de Pensamientos sobre el rey, que hace una posible alusión a Elizabeth Payson en su adolescencia. / Imagen: George Prentiss

Matrimonio, maternidad y tragedias

El 16 de abril de 1845, Elizabeth se casó con George Lewis Prentiss, un ministro congregacional y hermano de su amiga Anna Prentiss Stearns. La pareja se estableció en New Bedford, donde George se convirtió en el pastor de la Iglesia Trinitaria del Sur. 

Los recién casados ​​fueron recibidos en la sociedad de aquella ciudad, que era próspera gracias a su exitosa industria ballenera. Elizabeth asumió el papel de esposa del pastor, brindando un consuelo especial a los enfermos y a los afligidos.

La rica y refinada pareja de poder de New Bedford, Sarah y James Arnold, les dio la bienvenida, mostrándoles una amabilidad especial, incluidas flores y frutas de su hermoso jardín e invernaderos. Durante sus cinco años y medio en New Bedford, Elizabeth formó estrechas amistades, dio a luz a dos de sus hijos, lamentó la muerte de su madre y experimentó otras alegrías y tristezas. 

De los seis hijos que tuvieron los Prentiss Payson, cuatro sobrevivieron hasta la adultez: Annie L. (1846), Edward “Eddy” (1848 – 1851), Elizabeth “Bessie” (1852), Minnie W. (1854), George C. J. (1857) y Henry S. (1859), quien a veces era llamado el “Swiss Boy” (chico sueco) porque nació en Suiza. Uno de los días más oscuros de la vida de Elizabeth fue el 16 de enero de 1852, cuando murió Edward. El niño de cinco años había estallado en un sarpullido y fiebre. Ella hizo lo poco que los médicos pudieron sugerir en un intento por salvarle la vida. 

Poco tiempo después de la triste muerte de Edward, falleció su bebé recién nacida, “Bessie”. Ella misma estaba demasiado enferma después de dar a luz y lo único que pudo hacer fue cargarla un par de veces durante el mes que la niña vivió. Elizabeth estuvo desconsolada por varias semanas y escribió en su diario: “Manos vacías, un cuerpo desgastado, agotado, y anhelos indecibles de huir de un mundo que tiene tantas experiencias agudas”.

Sin embargo, reconoció que ir a Jesús era una gran bendición para sus pequeños hijos, por mucho dolor que le causara a ella; y escribió líneas en las que instó a Eddy a hacerlo: “¡Oh, apresúrate! ¡A sus brazos [de Cristo], apresúrate!”.

George Lewis Prentiss, esposo de Elizabeth.

Luego de aquellas tragedias, escribió el siguiente poema, encontrado en un trozo de papel entre sus manuscritos:

Mi guardería, 1852.
Pensé que los niños y niñas parlanchines
llenarían esta habitación vacía;
Que mi rico corazón juntara flores
de la flor de apertura de la infancia.
Un niño y dos tumbas verdes son míos.
Este es el regalo de Dios para mí:
un corazón sangrante, desmayado y roto.
Este es mi regalo para Ti.

Un 16 de enero, en el cuarto aniversario de la muerte de Eddy, desahogó sus sentimientos a través de unos profundos y sentidos versos:

Cuatro años, cuatro años de cansancio, hijo mío.
Hace cuatro años esta noche,
Con grito de despedida, de angustia salvaje,
tu espíritu tomó su vuelo; ¡ay yo!
Tomó su vuelo eterno.

Y en esa hora de lucha mortal,
creí sentir la agonía,
el parto de un dolor cuya vida
debe calmar mi pena sin lágrimas, debe calmar
y líbrame de mi aflicción.

Sin embargo, doblado a lo largo de todos estos años,
doblado de los ojos mortales,
mintiendo, por desgracia, “demasiado profundo para las lágrimas”.
No nacido, no nacido yace, dentro.
Mi corazón de corazón miente.

¡Mi hijo sin pecado! de rodillas
ante el Maestro reza.
Me parece que tus manos infantiles podrían agarrar.
Y derrama sobre mi camino dulce paz;
dulce paz en mi camino.

Cuatro años más tarde, en 1856, después de haber estado a punto de perder a su hija Minnie, de dos años, Elizabeth escribió el himno More Love To Thee. En ese momento, estaba experimentando una gran angustia física, mental y espiritual.

Amarte más, Señor,
¡amarte más!
Es mi deseo hoy
de corazón.
Esta es mi petición,
concede mi oración:
amarte más,
¡amarte más!

El mundo no podrá
darme la paz
que sólo en Ti, Señor,
puedo encontrar.
Por eso mi oración
ferviente es, Señor:
amarte más,
¡amarte más!

Quiero aprender, Señor,
a amarte más,
en gozo o aflicción,
hasta el final.
Y por la eternidad
mi adoración será:
amarte más
¡amarte más!.

A causa de estas situaciones, Elizabeth desarrolló problemas de salud crónicos, incluidos dolores de cabeza semanales que duraban días, mareos, depresión e insomnio. En cierta ocasión le escribió a una amiga diciéndole que “nunca supo lo que era sentirse sana”. 

Sin embargo, a pesar de todo lo sufrido por causa de sus problemas de salud y tragedias familiares, se ha dicho que su presencia era un rayo de sol en los cuartos de los enfermos y en la casa de luto: “ella parecía una persona especialmente ungida por el Señor para esta discreta labor”. Con frecuencia se le encontraba entre los enfermos, en la casa del luto, entre los cansados y débiles, como si obedeciera un llamado directo de Dios.

Elizabeth Payson Prentiss / Foto: Britannica

Volver a publicar luego de la tragedia

Aunque pasaron trece años en los que su pluma no tocó el papel excepto en su correspondencia, la capacidad de Elizabeth como autora creció conforme avanzó en edad. Sus deberes como esposa y madre de seis hijos pequeños, así como sus problemas de salud crónicos, le impidieron escribir. Pero, cuando nuevamente se dedicó a las labores literarias, tenía un pozo más profundo del cual extraer experiencias. Así, logró escribir decenas de poemas y libros cristianos que logró que fueran publicados en una época en la que la autoría de mujeres no tenía mucha voz.

Fue autora del cuento infantil Los seis cumpleaños de la pequeña Susy, que fue bien recibido y le permitió reanudar su carrera como autora. Tanto los niños como los padres amaban a la pequeña Susy, una bebé de la vida real que era a la vez adorable y traviesa. 

Tres años más tarde, Elizabeth agregó una secuela: Los seis profesores de la pequeña Susy, recibida con igual entusiasmo. Su novela de 1856, La flor de la familia: un libro para niñas, elevó la devoción familiar en las mujeres jóvenes y fue su primer gran éxito, con traducciones al francés y al alemán. Con una regularidad cada vez mayor, continuó escribiendo cuentos, novelas y versos para niños.

Un contemporáneo dijo de los escritos de Elizabeth: “Sus libros eran intensamente personales; expresiones, quiero decir, de su propia experiencia. Muchos de sus personajes y escenas son simples transcripciones de hechos, y mucho de lo que enseñó en las canciones fue una repetición de lo que había aprendido en el sufrimiento”.

Elizabeth confirmó: “Cada palabra de ese libro era una oración y parecía surgir por sí misma”. Su propósito al escribir era compartir el consuelo y la guía de Dios con los demás, como dijo en una de sus últimas cartas: “Mucha de mi experiencia de vida me ha costado un precio muy alto y deseo usarla para fortalecer y consolar a otras almas”. 

Primera página de la novela La flor de la familia: un libro para niñas de 1856. Este fue su primer gran éxito, con traducciones al francés y al alemán.

A principios de la década de 1850, se dedicó a escribir en serio, contribuyendo con historias y artículos para Youth’s Companion, New York Observer y otras publicaciones periódicas. 

Sus libros posteriores incluyen Henry y Bessie (1855), El pequeño predicador (1867), La historia que contó Lizzie (1870), Golden Hours (1874), El hogar en Greylock (1876), Caballero Jim (1878)  y el póstumo Avis Benson (1879). La piedad evangélica de sus libros, muchos de los cuales eran autobiografías apenas disimuladas, y la forma en que retrató escenas de la vida cotidiana encontraron una audiencia lista.

En todas sus novelas, los protagonistas alcanzan finalmente la madurez cristiana después de profundizar su fe, afinar su espiritualidad por la ruptura de compromisos, la enfermedad y muerte de los hijos, la alienación social, las acusaciones injustas o la enfermedad casi fatal de un cónyuge. Para Prentiss, la perfección cristiana, una búsqueda muy popular en ese momento, se alcanzaba al soportar el sufrimiento y aceptar el dolor. Su esposo y biógrafo señaló: “Ella llegó a considerar el sufrimiento, cuando santificado por la Palabra de Dios y por la oración, como el camino del Rey hacia la perfección cristiana”.

Aunque los libros de Prentiss no obtuvieron elogios literarios, fueron una contribución significativa al movimiento de “vida superior” de la época. La contribución más perdurable de Prentiss fue su poema Más amor para ti, que todavía se encuentra en la mayoría de los himnarios. Sus obras completas se pueden consultar en línea.

La contribución más perdurable de Prentiss fue su poema Más amor para ti, que todavía se encuentra en la mayoría de los himnarios. / Foto: virtual sheet music

Un éxito literario

Stepping Heavenward fue el libro más popular de Elizabeth, publicado en 1869, vendió más de 300 000 copias en todo el mundo y se convirtió en un elemento básico en las bibliotecas de las escuelas dominicales. Se trató de una novela autobiográfica, que fue escrita como el diario de su protagonista, Kate, quien perdió a su padre y a un hijo, al igual que Elizabeth. En ella, Kate le mostró al lector cómo construir una relación personal y cercana con Dios para recibir consuelo a través de la enfermedad y la muerte.

Para Kate, la aceptación del sufrimiento con fe se convirtió en una forma de glorificar a Dios, que enviaba consuelo en los momentos de angustia. Más tarde la creadora de dicho personaje señaló: “Gran parte de mi experiencia de vida me ha costado un precio muy alto y deseo usarla para fortalecer y consolar a otras almas”. La protagonista que lucha contra la enfermedad y los celos, el mal genio y otras faltas. A medida que crece, aprende la fe, se casa y tiene hijos. Se vendió bien en su época y experimentó un resurgimiento del interés a finales del siglo XX. 

Stepping Heavenward se publicó en 1869. Se vendió bien en su época y también experimentó un resurgimiento del interés a finales del siglo XX. Una de las porciones de este libro más citadas revela sus puntos de vista sobre la maternidad y su perspectiva eterna de criar a la siguiente generación:

Ella dice que ahora tendré una boca más que alimentar y dos pies más que calzar, más noches sin dormir, días más ocupados y menos tiempo de esparcimiento, de visitas, de lectura, música o dibujo.

¡Bueno! Esa es, seguramente, solo una parte de la historia, pero yo prefiero ver el otro lado. Aquí hay una boca dulce y fragante para besar; aquí están dos pies más que siguen el ritmo de la música con sus pasitos por el cunero. Aquí está un alma que entrenar para Dios; y vale la pena cuidar a cualquier costo el cuerpo donde mora, ya que es lugar de un huésped que es un rey.

Quizá me reúna menos con mis amigas, pero he ganado una amistad más preciada que todas ellas, a quien, mientras ministro en el nombre de Cristo, hago un sacrificio voluntario del poco tiempo que mis otros amados me han dejado para mi recreación. ¡Sí, mi precioso bebé, eres bienvenido al corazón de tu madre, bienvenido a su tiempo, sus fuerzas, su salud, sus cuidados más tiernos, sus oraciones de toda la vida! ¡Oh, soy verdaderamente rica, cuán maravillosamente bendecida!.

Elizabeth lo dijo muy hermosamente: criar hijos implica mucho trabajo. Sin embargo, solo dos cosas son eternas: la Palabra de Dios y las almas que Él crea.

Un legado que sigue consolando y animando

Durante toda su vida, Elizabeth fue atormentada por la depresión y el insomnio. Al respecto, le escribió a un amigo:

…he adquirido el hábito de hacer mucho ejercicio, lo que me mantiene al aire libre cuando anhelo estar trabajando adentro. Dices que parezco estar siempre en un torrente de alegría; bueno, eso también parece. Creo que sé lo que significa el gozo en Dios, aunque tal vez sólo empiezo a conocerlo….

El profundo compromiso de Elizabeth hacia la familia es claramente evidente en todas sus obras. Aunt Jane’s Hero (El héroe de la tía Jane) une la ficción cristiana con un manual de matrimonio para parejas jóvenes, The Home at Greylock (El hogar en Greylock) ayuda a familias jóvenes que están buscando criar hijos con sabiduría y principios bíblicos.

El libro de temática familiar El héroe de la tía Jane.

Aunque toda su vida sufrió de dolores de cabeza severos e insomnio hereditario, cumplió fielmente sus roles como esposa de pastor, dueña de casa, madre de cuatro hijos y autora. La mayoría estaría de acuerdo en que todo lo que Elizabeth logró en su vida resultaría, de por sí, increíble en una persona sana. Es aún más llamativo que una mujer lo haya logrado a pesar de aflicciones graves y crónicas de salud.

Elizabeth Prentiss comprendió que el alma que atraviesa el sufrimiento encuentra alivio cuando se da cuenta de que Dios posee el derecho exclusivo de hacer lo que le plazca (Salmo 115:3). Al final, esta es mejor terapia que alimentar semillas de amargos resentimientos contra la voluntad del cielo. Esto lo afirmó el pastor Michael Chandler en el Daily Press, y complementó su reflexión con esta profunda observación:

La vida duele a veces, y las madres suelen estar entre las más afligidas por lo que les sucede a sus hijos. Como ningún otro, las madres pueden conocer las alturas de la alegría, pero también sus espíritus pueden ser llevados a las profundidades más bajas de la desesperación humana. Madre querida, ella quiere que vuelvas tu mirada a Jesús y lo ames cada vez más. Entonces, espera el día en que despiertes en la presencia de tu Salvador y estarás para siempre con él, así como con tus hijos que te han precedido.

Últimos días de valiente agonía

En 1868, Elizabeth y George construyeron una casa de verano en Dorset, Vermont. En el verano de 1869, aquel fue un lugar de retiro encantador y pacífico entre las colinas. Allí, durante diez felices años, disfrutó de la comunión con las “formas visibles” de la Naturaleza, escuchó sus “varios lenguajes” y sintió su toque sanador en el cerebro cansado y los nervios sobrecargados. 

En sus últimas horas, entre sus agonías de muerte, tuvo una gastroenteritis insoportable. Sobre estos momentos quedaron los siguientes registros: “Parecía decirse a sí misma las palabras de dos lemas alemanes favoritos, que había ilustrado y colocado en la pared sobre su cama, Geduld, Mein Herz! (¡Paciencia, corazón mío!) Stille, Mein Wille!! (Aún así, ¡Mi Voluntad!)”.

Los restos de Elizabeth Payson Prentiss están sepultados en el cementerio Maple Hill, Dorset, Vermont. / Foto: Log College Press.

Respecto a aquellas circunstancias, su médico tratante, el Dr. Wyman, escribió: “La forma paciente y sin quejas, en la que soportó los dolores más agonizantes que jamás me ha tocado presenciar, sin quejas, sin murmullos, sin inquietud (…) la sumisión tranquila y pacífica para soportar y sufrir no será olvidada pronto”. En aquel pacífico lugar, Elizabeth murió el 13 de agosto de 1878, a la edad de 59 años, soltando la carga de su fragilidad humana. En su funeral se cantó su popular himno.

Los restos de Elizabeth Payson reposan en Maple Hill Cemetery, en Dorset, Bennington County, Vermont (Estados Unidos). Se puede distinguir dónde está ubicada gracias a una flor de la pasión delicadamente esculpida, que está al pie de un corto tramo de escalones de mármol blanco, los cuales conducen a una cruz coronada. Además de su nombre y edad, un pequeño monumento lleva las líneas de uno de sus propios poemas que resumen la esperanza que condujo su vida y alivió su atribulado corazón:

“No más lecciones tediosas,
no más suspiros y lágrimas.
Pero un salto al hogar inmortal,
¡¡Y benditos, benditos años!!”.


Referencias y bibliografía

– Bambi Moore “Elizabeth Prentiss. Abrazando la maternidad y el sufrimiento con gozo”, Octubre 7, 2016, consultado julio de 2022.

– Michael F. Chandler “Commentary: A mother’s trust when it hurts the most”, May 8, 2021, consultado julio de 2022.

– Marion Harland “Elizabeth Prentiss”, Scanned by Deidre Johnson for her 19th-century girls series webpage, consultado julio de 2022.

– “Prentiss, Elizabeth Payson”, consultado julio de 2022.

– Christian History Institute “Elizabeth Prentiss wrote out of suffering”, consultado julio de 2023.

– Dan Graves “Elizabeth Prentiss Sang in Suffering”, 3 May 2010, consultado julio de 2022.

– Deidre Johnson “Elizabeth Payson Prentiss”, consultado julio de 2022.

– George L. Prentiss, “The Life and Letters of Elizabeth Prentiss”, Chapter V, consultado julio de 2022.

– Himnos-cristianos.com, “Amarte más Señor”, consultado julio de 2022.

– Christian History Institute “Elizabeth Prentiss wrote out of suffering”, consultado julio de 2023.

– The Editors of Encyclopaedia Britannica “Elizabeth Payson Prentiss”, consultado julio de 2022.

– Ann O’Leary “Elizabeth Payson Prentiss”, consultado julio de 2022.

https://es.findagrave.com/memorial/9276146/elizabeth-prentiss   

Elizabeth Payson Prentiss, escribiendo y consolando desde la fe y el sufrimiento