¡MIAU! Algunas películas sobre gatos

El origen del gato como mascota está envuelto en la historia y la evolución de la relación entre los humanos y estos felinos. Los gatos domésticos, conocidos científicamente como Felis catus, tienen una larga historia de convivencia con los seres humanos, aunque su domesticación difiere en algunos aspectos de la de otros animales como los … Read more

Algunas palabras sobre Larga noche de las apariciones de Ángel Gracia

Ángel Gracia dejó que sus manos se extendieran dentro de tierra fértil, dedos de tinta y amor, semilla en una noche que no era noche, era una compañera. Allí estableció un diálogo con fantasmas y desordenó lo que sus sentidos habían capturado durante los últimos meses. De ahí surgió este libro sobresaliente, esta pieza que muestra en su primera parte un delicado continuismo con anteriores entregas del autor, como Alumbres o, incluso, los pretéritos Valhondo y El libro de los ibones, mientras que, en la segunda y tercera parte, los personajes buscan escenario y el espejo llega con hambre atrasada. Sin convertirse en un poeta del diálogo, Ángel Gracia decide abonar alguna de sus deudas pendientes, de sus débitos y pasiones. Editado por Veruela Poesía en 2021.

«Un libro de naturaleza y un libro de comunicación con los espíritus. Personajes que aparecen en un escenario. Hay noche que es el lugar de encuentro y actores que sobreviven al imaginario del poeta».

«Me aprovecho al reconocer alguna de las luces que desprenden los versos, de cuando era interino en mi propia vida y recorría el almendrado tránsito de Valhondo, cuando el alcohol sustituía al aceite de las lámparas de la noche. Y era mucho el alcohol que se necesitaba para la longitud de la noche, más del que nadie se permitía, aún en tiempo de bonanza».

Si quieren leer algunas notas sobre Alumbres, el anterior libro de Ángel Gracia

Abren el libro dos poemas, el primero Muertos vivientes, trae la delicada jota que electrificaron los Will Spector y los Fatus y el recuerdo de aquellos árboles que ardían juntos, como muertos enamorados que saben que la única esperanza para la resurrección es “Inundar la sangre de viejo barro”, como un gólem que sirve a los “Dioses sedientos que escarban en el agua”. El hielo trae dioses del norte como la arena lo hace del sur. El canto del druida se entremezcla con el silbido del aire al atravesar los ibones, el golpe de las rocas que contemplan el cielo, mudas. El segundo texto, Cada poeta en su noche tiene algo de declaración de intenciones, la esencia del enclaustramiento es el mejor alimento para la poesía. Si el poeta se encuentra con el poeta se olvida la palabra y se impone el brindis y la locura. Así que es mejor: “Arranca manojos de huesos en cementerios/briznas del nuevo aliento de su voz”. Ángel hereda el libro de otros, sus amantes y mima los versos con su saliva, nutritiva y mutante en este universo que le es propio y familiar, el del agua que discurre, el del ciego que ve, el de la palabra intangible…

La primera parte del libro, Enclaustrados, degusta la uva como círculo pétreo en nuestra existencia, semilla y sed, surcos, los surcos que son imagen del tiempo y tatuajes de pérdida, las raíces que contemplan las arterias y un fermento, un fiemo, un humus para saciar la sed del sol: “canción enamorada de la boca que canta”. El desierto de Monegros, donde Gracia cultiva sus versos, regándolos de abandono: allí hay cigarras pero también hormigas, fiebre y otras presencias habituales: “Hay libélulas que liban mi fiebre/ángeles que me transfunden su sangre”. Existe una fe propia del poeta, una fe aséptica e individual, que tiene más de conocimiento que de trascendencia: “Camino hacia la ceniza de dios. /Rezo para él y rezo contra él”. Así en el abandono, en la mortificación del encierro, encuentra la lucidez para continuar: “La llave de nuestra celda está en manos/de un dios abandonado a la intemperie.”

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