Reseña de “Paleta de colores”, de Leticia Ruiz Rosado, por Ana María Fuster Lavín

“La poesía es una aventura hacia lo absoluto”.
Pedro Salinas

Expuso el poeta y crítico literario y de cine argentino recién fallecido en 2022, Héctor J. Freire:

la poesía y la pintura son [las] dos expresiones,… más consustanciales con la naturaleza humana. Su relación, desde tiempos remotos, fue de complementariedad y fraternidad, más que de confrontación o conflicto… La relación entre la pintura y la poesía fue y es una relación más bien horizontal (democrática) que vertical (jerárquica). En la posibilidad (junto a los límites) por establecer una “homología” entre las dos artes, hay una actitud de respeto.

Respeto y ruptura, paz y denuncia, espiritualidad y activismo social, arte versus violencia, musicalidad y color, vicios versus inocencia, son algunos otros duetos humanos y artísticos que impregnan y caracterizan Paleta de colores (Letras Salvajes, 2022). Así nos entrega su nueva publicación la escritora, editora y catedrática universitaria (UPR-Aguadilla) mayagüezana Leticia Ruiz Rosado, también autora de poemarios como Pieza extraña, rara y difusa (2005), Te vi luna (2007) y Hoy lanzo el látigo (2009), entre otros. En este poemario que comentamos, publicado por la editorial aguadillana dirigida por el poeta, editor y profesor Alberto Martínez Márquez, la doctora Ruiz Rosado emplea la metáfora de las paletas de colores para “pintarnos” el panorama o la pesadilla (producto del propio ser humano) que estamos viviendo, y nos sacude la llamada “zona de confort” a fuerza de versos recordándonos que estamos aquí para crear, para rebelarnos, para ser libres. Entonces:

los cofres del silencio plagan malabares
las mariposas ansían escapar… (pág. 37).

Estos cofres del silencio en la poesía de Leticia Ruiz Rosado guardan grandes secretos: la poesía, la esencia de la vida, la justicia, el empoderamiento, la libertad la espiritualidad y nuevamente la poesía que son lo mismo. Cual mantra in crescendo van brotando los colores de sus versos, de los puentes entre la poeta y la naturaleza, entre la poeta y su otredad, entre la poeta y nosotros, entre la maldad y crueldad humana y la propia voz poética que la denuncia. Esa voz poética de Paleta de colores no es meramente un ente contemplativo, sino que pone el verso y la acción, toma el liderazgo y convoca al fin común de la empatía, la justicia, el amor. Cito los versos que abren el “Segundo trazo: Afán matutino”, pág. 11:

¿cómo con tanto color
nos peleamos, lastimamos
tal vez el roce confunde la paleta
que juntos soñamos?

¿Y las llaves de ese cofre? En particular, son cinco llaves o trazos, convertidos en el mayor secreto que guarda nuestra poeta Leticia Ruiz Rosado. Intelectual de gran sensibilidad espiritual y conciencia social, mujer docente, justa, la poeta nos presenta con Paleta de colores una llave hacia ese absoluto que versaba Pedro Salinas, en su (con su me refiero a ambos poetas, Ruiz Rosado y Salinas) contemplación del mar como inspiración o vía hacia la autoexploración de la sensibilidad.

Paleta de colores, de Leticia Ruiz Rosado (Letras Salvajes, 2022). Disponible en Amazon

Paleta de colores
Leticia Ruiz Rosado
Poesía
Editorial Letras Salvajes
San Juan (Puerto Rico), 2022
ISBN: 979-8799806507
56 páginas

Leticia va más allá. Se impregna de preguntas para indagar en uno mismo y su relación con los elementos, la naturaleza y con nuestras fragilidades e, incluso irresponsabilidades con ecología. Así inicia la primera parte de este perfectamente organizado y retador poemario su “Primer trazo: Áureo mar”. Nos reta con una serie de preguntas, como un test de iniciación al mundo o poemario que estamos por recorrer. Y su primera pregunta en la página 5 es:

¿cómo sol mar tierra lirio pueden arder
dentro del ser?

La primera llave es la protección del ambiente. Este trazo de la paleta, el mar, incluidos el viento, las olas, el salitre que nos obsequian la pureza sanadora. “¿qué pasa al ojo humano?”, nos desafía en sus versos. ¿Cómo no nos damos cuenta de que el mar es vida, al destruir nuestras costas? Además, nos exige y educa con contundencia, así como expresó el escritor francés Jean Giono: “El poeta debe ser un profesor de esperanza”; en el caso de Leticia es esperanza, al igual que denuncia, acción y conciencia.

Y llegamos al “Segundo trazo”, “me levanto y miro encendida / cristalinos rayos nacientes” (página 13), parte subtitulada “Afán matutino”, donde los colores invocan el amanecer. Citando a la poeta puertorriqueña Maribel Sánchez Pagán en la contraportada, nos ofrece el “entorno de la voz poética y su intimidad con el pintor mayor en puro recogimiento”. Por lo que Ruiz Rosado comparte el axioma de la surafricana y premio nobel de literatura (1991) Nadine Gordimer: “La poesía es a la vez un escondrijo y un altavoz”. Esto nos define la segunda llave del cofre: la espiritualidad o lo divino, sea “Dios, el Ruah, la Palabra, el Sol”. Entendamos Ruah como viento o energía de la creación; en hebreo, aliento, espíritu.

La voz poética de Leticia, aliada fiel de todas las manifestaciones del arte, aquí es quien impregna de nostalgias, colores, energías, para esa fuente de energía interior necesaria para abrazar la poesía como génesis de la revelación creativa y posterior salvación. Ya comentó la crítica, poeta y profesora, también mayagüezana, doctora Ángela María Valentín, en la presentación de Paleta de colores (el 25 de abril de 2022 en la plataforma Zoom), que Leticia posee desde lo breve una voz lírica a fogonazos que “se acerca un tanto a la experiencia mística”, como también vimos en su poemario Te vi luna y la “denuncia profética” en Hoy lanzo el látigo (Editorial Identidad, 2010):

¿cómo fragilizamos
desmemoriamos
mientras viajamos?
¿cómo nos sepultamos
Estrangulamos las manos? (pág. 19).

Llegamos a la tercera llave, la denuncia (como acción) contra la violencia, prohibido olvidar. En este tercer trazo, “Lirio inerte”, se pierden sus colores y vitalidad, ante el olvido, la violencia machista, los feminicidios. En especial se recrea la muerte de la mujer, simbolizada en ese lirio inerte, bien puede ser Keishla muerta a manos del boxeador Félix Verdejo, también Andrea Ruiz y demasiadas mujeres. No olvidemos que el lirio blanco simboliza inocencia y pureza. Son dos lirios, la mujer muerta y la criatura en su vientre. Destrozar la vida, destrozar la esencia, aquí “la tristeza cobija la casa” (pág. 21) hasta de los colores (colores gris, opacos), “no entran amarillos ni fulgurantes naranjos” (íd.), como era el amanecer del segundo trazo, sino “todo parece azul opaco / apenas invita al alba saborear el pincel” (íd.) y la música silencia “un himno imperceptible canta” (pág. 23).

El lirio, la vida secreta de los silencios y las “paletas” de colores, así como su profunda y constante espiritualidad unida a la acción (al no quedarnos callados, y aun desde la poesía, llamar las cosas por su nombre), también aparecen como imagen uniformando la contundente trayectoria literaria de Ruiz Rosado. Como destacamos en su poesía antecesora, por ejemplo en Paloma verdadera (Colectivo Identidad, 2007), pág. 15, poema “Azul-lirio”:

Y llegué lejos
muy lejos:
allá donde la palabra
es puro abanico de silencios

(…)

tras el sol de la madrugada
sobre azul-lirio
reñido de avaricias
una infancia ya perdida…

O del mismo poemario Paloma verdadera, en el breve “En el silencio”, pág. 21:

En el silencio de su mirada,
El poeta ve morir el lirio
De los dioses.

Ya comentó la poeta española Carmen Conde: “La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano”. Y el corazón y empatía de nuestra poeta son tan vastos que duelen e inquietan la apatía en el lector, para junto a ella exhalar ese grito pausado pero contundente, para que reaccionemos desde la contemplación los ruidos sociales, la maldad humana, la estulticia, y con la llave de la poesía abrir el cofre, ese puente de versos a la esencia y la bondad, el secreto de la paleta de colores. De esta forma arribamos a la cuarta parte del poemario.

me quedo con su tristeza
(…) también con sus tiernas manos y
esa mirada tendida que versa cantos (pág. 31).

Entramos por urgencia al cuarto trazo, “Los cofres del silencio”, donde el tempo es más rápido, urgente, a fuerza de temblores, casi como tsunamis versantes. En ellos nos presenta paisajes y naturaleza en contraposición a la ciudad, la contemplación placentera de la luna, los lagos, el azul verde agua claro, o el anaranjado contra la “perfidia de lo urbano” (pág. 32), “que la urbe enloquece / con pistola y droga en mano” (pág. 33) y corremos los entre arrítmicos y líricos versos buscando esa llave que abra el cofre y sus candados ante ya un horror insoportable que nos impide respirar.

Y cuando el lector está a punto de colapsar de dolor y pánico, allí está esa ella, arrojada, mujer lirio, niña mujer, mujer mariposa, arrojada desde un puente sobre la paleta citadina donde desgarradoramente culmina esta sección (con el espanto lamentablemente demasiado constantes) con su cuerpo

(…) cubierto de gritos golpeados
la sinrazón de típicos rayos en mayo negro
es una Isla
perpetúa insana cultura
feminicidios urbanos (pág. 38).

Así se va cerrando este hermoso y fuerte nuevo poemario de la doctora Leticia Ruiz Rosado. Como expuso en la presentación virtual aludida anteriormente la poeta y catedrática Ángela Valentín, Paleta de colores es poesía lírica pero a su vez nos relata una historia bien estructurada, cual noveleta o cuento, sin perder la libertad de la poesía. Así Leticia nos ha seducido con sus versos y colores, para llegar al desenlace del poemario; donde, muy potente, pero extenuada, la voz poética alcanza la “Infinita paleta” (el “Quinto trazo”, la última llave) tendida sobre el mar con la música universal (o de Beethoven), y sus dedos van extendiéndose hacia la infinitud, junto a la divinidad (sea la Palabra, el Ruah o el Sol), brotando la necesaria justicia (incluida la cárcel para el deportista —el boxeador Vallejo— que asesinó a la mujer lirio —Keishla Rodríguez Ortiz—).

Esa esencia de la poesía —contemplación espiritual-naturaleza/denuncia/justicia/arte de la voz poética— nos otorga las llaves para ser libres y dejar que los colores sonrían desde su inocencia, su plenitud hacia la libertad del tiempo, pues “todo es cronómetro / el tiempo todo lo rehace”.

Les invitamos a leer y releer, dejarse llevar en este viaje sensorial de belleza y denuncias, de dolor y justicia, y tal vez utilizar la infinita paleta de colores para reinventar una mejor sociedad desde el valor interno (llámese espiritualidad o poesía) desde el amor y respeto a la naturaleza, al arte y a la humanidad desde su diversidad y complejidades.

Ana María Fuster Lavín
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