Más que dos: cuando la música es compartida | Cenital

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Acá Malena desde España. Estoy de viaje por unos días por trabajo. Así que, como les conté en el Hilo pasado, se me ocurrió encomendarle a alguien más la bella tarea de escribirles. Y el primer nombre que se me vino a la cabeza fue el de Romina Zanellato, una colega genial y además una amiga muy querida. Ella les va a contar un poco más sobre cómo fue que nos conocimos. Yo les cuento que cuando me enteré de que Romi se sumaba al equipo de Cenital me puse muy feliz. Me encanta trabajar y crecer con ella haciendo las cosas que nos gustan. Ella es quien actualmente edita este news cada vez que lo escribo, así que pedirle que por una vez hagamos al revés me pareció desafiante y bastante divertido para ambas. Además, hay que decir que Romi es una periodista especializada (muy especializada) en música. Tiene un libro publicado que tal vez conozcan. Se llama Brilla la luz para ellas. En él se encarga de narrar la historia de las mujeres en el rock nacional desde los sesenta al presente (menuda tarea de la que sale, por supuesto, victoriosa). Así que Romi decidió escribir este Hilo sobre colaboraciones musicales entre artistas bien diversos y me pareció una idea genial para cambiar un poco el enfoque. Quedó buenísimo. Espero que lo disfruten. A mí me encantó. 

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Gracias por leer y nos reencontramos en quince días. Malena.

El Hilo Conductor #58 por Romina Zanellato

Hola, ¿cómo estás? Tengo que admitir que es extraño estar haciendo esto, y te cuento por qué. En general, cada vez que te llega el Hilo de Male, yo antes lo edité, lo titulé junto con ella y programé su envío para que conquiste su destino, tu correo. Es raro estar ahora de este otro lado. Pero siempre con Male las cosas son así, te sorprende, te incentiva y te invita a hacer algo nuevo. 

Nos conocimos cuando ella era la editora de Los Inrockuptibles, la revista a la cual yo estaba suscripta desde hacía años cuando vivía en Neuquén y me llegaba tan tarde que en los kioscos porteños ya había otro número. Ni bien me mudé al centro del mundo, ahí donde atiende Dios, empecé a colaborar en Los Inrocks y fue Male una de mis editoras: amorosa, pero sin dejar pasar una. Con esas cualidades que se valoran para siempre: rigurosidad, exigencia y, sobre todo, sin jamás subestimar ni a mí ni al lector. A partir de ahí nos encontramos en distintos lugares en los últimos diez años, formamos una amistad y sobre todo un vínculo de colaboración permanente. Ella me llama para cosas que pensó que yo podía hacer –incluso con más fe en mis capacidades que yo misma– y yo siempre la tengo como norte, porque me ayuda a pensar, porque es de esas personas que te corre la barrera de lo posible. Todas tenemos una Male en nuestras vidas, una que orbita cerca, que nos hace mejores. Por eso en este Hilo voy a –o por lo menos intentaré– honrar este vínculo y trazaré uniones colaborativas, de inspiración y de trabajo. 

Más allá de la amistad tradicional, esa de contarte los dramas amorosos o las penurias económicas, me gustan esas de las que no se habla tanto ni tan seguido, que son las uniones artísticas/profesionales. Insisto: la colaboración. Hay algo de lo desinteresado que me encanta, la idea incluso de “mentoreo” de alguien en quien tenés una profunda o finita fe –pero fe al cabo–. Es como sostener una estampita con tus ganas de que juntas vamos a hacer algo mejor que solas. Que ese texto, canción, libro, lo que sea, será nuevo y mejor gracias al aporte de la otra.

Este será un Hilo donde predominará la música, porque es mi terreno fértil, y será ilustrado con las obras de una de mis artistas favoritas: Pauline Fondevila. Ella es francesa, y vive hace muchos años en Rosario. Es artista visual, pero como todas las buenas artistas su arte es bien promiscuo de disciplinas: es escritora –tiene uno de mis libros preferidos de todos los tiempos, Una casa y un tambor, editado por la hermosa Iván Rosado– y es, por supuesto, música. Perro Fantasma es su banda, y este primer disco es una delicia. Pauline logra con elementos muy simples, chiquitos, un universo raro, como descolocado de lo normal, casi perturbador, pero a la vez muy familiar. No sé cómo lo hace, pero es como si supiera cómo me siento. Soy fan de Pauline, soy fan de Malena. 

Empecemos.

UNO. Desde el lago

“She’s Like a Rainbow”, la mítica canción de los Rolling Stones, está compuesta para Marianne Faithfull. Mick Jagger la escribió en honor a los años felices en los que estuvieron casados. Ese dato –aunque maravilloso– no está ni cerca de hacerle justicia a Marianne. Ella es una de las artistas de rock más importantes de la historia, y desde hace unos veinte años se apoya en sus amigos para hacer discos reveladores, profundos. Antes los hizo sola –como Broken English, el precioso álbum de 1979 con el que lanzó su discografía– y ahora, a sus 75 años, sigue publicando. En Before the Poison, de 2005, Marianne canta con su amiga PJ Harvey cinco de las diez canciones de ese disco revelador. Las composiciones de una y otra parece que perdieran autoría cuando se las escucha en la voz de Marianne. ¿Cuál es primera, la versión de Polly Jean o la de esta señora rubia, legendaria, de voz oscura, áspera, ronca, que fue una Stone, quedó en la calle, casi muere de sobredosis y sobrevivió? ¿De quién es “No child of mine”? Bueno, es de PJ Harvey, pero cuando la canta Marianne parece suya, como si ese dolor le perteneciera y no fuera de nadie más, pero entra PJ y le levanta la voz desde su profundidad, desde lo hondo de una laguna negra. La canción, que en la versión original de Uh Huh Her (el disco de PJ Harvey de 2004) es austera, con una guitarra eléctrica y la voz pelada, bien al frente, acá gana en espiritualidad con el piano, sus armonías y la guitarra acústica. Dos de las rockeras más valiosas haciendo un disco de rock, entregándose a la canción y no al mercado. Y, como si fuera poco, en Before the Poison está también la colaboración de Nick Cave (amante de PJ en los 90, amigo infinito de Marianne) y de Damon Albarn, entre otras personas. Pero es el diálogo artístico de ellas, cuando dan, entregan y reciben, que la música florece. Y es la primavera más oscura de todas.

DOS. Amigas x100pre

Las lesbianas tiraron una buena cantidad de madera crujiente sobre las cenizas del rock nacional. Hay una narrativa nueva post 2015 que tiene tanto de gesto político como de registrar el paso de las mujeres en este mundo. Hay dos amigas, Marilina Bertoldi y Barbi Recanati, que orbitan entre sí, expanden sus universos y colaboran para ampliar una escena, esa del rock que aman. Además de amigas, Marilina y Barbi trabajan juntas. Marilina ganó el Gardel de Oro en 2019 con Prender un fuego, llenó un Luna Park cuando presentó Mojigata, es la primera música argentina en salir dos veces en la tapa de Rolling Stone.Y es, también, la bajista de la banda de Barbi. Pero el nexo no termina ahí. En lugar de sostener una simbiosis amistosa-artística, en sus discos hay duetos con otras mujeres, otras lesbianas, para atraerlas a esta escena, para rendirles homenaje, para hacer dos canciones que se escapan por afano de sus discos. Barbi Recanati, después de terminar con su banda Utopians editó su primer disco solista, Ubicación en tiempo real, que incluye “Los días que no estás”, junto con Paula Trama. Mencionada asiduamente por Male en este news, Paula es una de las compositoras más relevantes de su generación. Única. Pero acá, en esta canción, no es su letra sino su voz. Una balada de rock en un disco romantidark lleno de recovecos new wave que te hacen cantar a toda voz, prender la luz del celular para simular una estrella o avisar que ahí estás, destruida de mover la cadera bien lento. La sumatoria de Barbi y Paula no son dos. Tampoco son cuatro con Marilina y Javiera Mena en “Amuleto”. El dueto de Mojigata comparte el universo de balada lesboromantidark de la de Barbi y Paula. Como si dijeran acá estamos, somos, existimos, y hacemos un par de canciones a prueba de todo amor. Nos damos la mano, abrimos mundos.

TRES. Por una misión

La paz no es igual para todos, pero la hermandad encontró su forma universal acá, en Buenos Aires, en 1974. Joan Baez vino a tocar dos fechas en abril en el Luna Park y una en Rosario. ¿Quiénes serían Joni Mitchell o Carole King sin Joan Baez? Es una pregunta sin respuesta, pero nos posiciona en los convulsionados años 70, de militancia por los derechos humanos y por la paz. Mientras transcurrían los últimos años de la guerra de Vietnam, Joan Baez era una de las voces más fuertes del pacifismo norteamericano, junto con John Lennon, Bob Dylan y un movimiento hippie que crecía a nivel mundial. La cosa en Argentina no iba por el mismo carril. En épocas de lucha armada contra el Estado represor, las palabras pacifistas de Joan encendieron a la multitud que la había ido a ver. La empezaron a abuchear y detuvieron el concierto. “Mercedes me salvó la vida. Se subió al escenario y los encaró y les dijo que se callaran. Les habló sobre mí y luego cantamos juntas y nadie más se movió”, le contó Báez a Seba Ramos de La Nación sobre la noche en que la conoció. Sí, habla de Mercedes Sosa, la voz del folclore argentino, la aguerrida, exiliada, talentosa y, sobre todo, audaz música tucumana. Cantaron “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, y lo siguieron haciendo varias veces más, cada vez que se encontraron por el mundo (acá en 1988 en Alemania). Su amistad se fundió en ese escenario para siempre. Imperdible es la crónica de la revista Pelo de esa noche. Parece que pasó en otro mundo.

CUATRO. Tequila y picante

Dejemos algo en claro: las colaboraciones en la música suelen ser impuestas por las discográficas para impulsar a un artista con la ayuda de otro mejor posicionado –con más público, inmerso en un mercado más competitivo o simplemente a la moda–. Muchas veces ni se conocen. Cuando sí quieren colaborar porque hay onda, lo que también pasa es que las discográficas no les dan autorización para grabar con un artista de la competencia. Entonces, cuando dos artistas hermanas se acompañan y se apoyan a lo largo de sus carreras tiene una cuota de hermosura añadida, porque supieron surfear la burocracia de la industria. Eso es lo que pasa con Julieta Venegas y Natalia Lafourcade, una amistad de larga data, de cuando eran las dos promesas del nuevo México. Uno de los detalles que más me gusta de estas amigas es eso de bancarse en distintos roles, no todos protagonistas. En 2008 Julieta estaba en el pico de su carrera, y Natalia la acompañó como instrumentista en su MTV Unplugged, y se la puede ver toda chiquita haciendo sus cositas en segundo plano. Al año siguiente Natalia sacó su tercer disco, Hu hu hu. Era un gran cambio, venía de ser una niña rebelde pero comercial con hitazos como “En el 2000”, había dejado la música, se había mudado a Canadá, quería dedicarse a otra cosa pero la música la hizo volver sobre sus pasos, y ahí estuvo Julieta para cantar con ella la canción que le dio título al disco. No hicieron de su amistad un usufructo, pero sí se dieron el placer de estar la una muy presente en la carrera de la otra, rompiendo esas típicas ideas machistas de la competencia. En 2018 Julieta acompañó a Natalia en su Gran Rex y por suerte alguien grabó eso desde su teléfono. Ahí se ve un poco de su complicidad. Más me gusta cuando se las ve, también, construyendo puentes con las generaciones que siguieron, como con Ximena Sariñana o Mon Laferte.

CINCO. Mixed emotions

Va un picadito de algunos discos maravillosos entre artistas mujeres y varones. No sé tanto de duetos alla Tony Bennet y Lady Gaga, sino más bien comparto discos hechos de a dos. No solo en la interpretación, sino principalmente en el concepto y la composición. 

  1. Out of Season, de Beth Gibbons y Rustin Man. Ella es la cantante de Portishead y él es el ex bajista de la banda Talk Talk. Juntos hicieron uno de los álbumes más hermosos que se pueda escuchar. Salió en 2002. Es un disco folk, con su voz delicada a punto de romperse sobre la instrumentación de cuerdas de Paul Webb, el verdadero nombre de Rustin Man. Un álbum para un vino, para la noche calma, para dejarse llevar.
  2. El aborto ilegal asesina mi libertad salió en 1997 y es un split (un EP corto compartido entre dos bandas sobre un tema político en formano de 7 pulgadas) de She Devils y Fun People. En ese momento, el trío punk de Pat Pietrafesa, Pila Jackson y Lucio Adamo vivía en la misma casa junto a Nekro y ahí cranearon estas canciones. El aborto no estaba en la agenda pública, pero era época de grandes luchas para los movimientos antirrepresivos que ambas bandas integran. Lo presentaron en Cemento y se armó flor de despiole. El disco venía con un folleto sobre aborto seguro, información sobre salud sexual y lugares para buscar ayuda. Además, es un gran EP.
  3. Raising Sand es el disco que Robert Plant –ese del que todas estábamos enamoradas en la adolescencia (y cuando digo todas me refiero a mí)–, sacó en 2007 con la cantante de country Alison Krauss. Un disco suave y sensible. Su voz, que está tan metida en nuestra historia, acá muestra nuevas tonalidades, más tenues pero igual de virtuosas. Las armonías entre sus voces merecen un news entero. El año pasado publicaron uno más, Raise The Roof. “Desde el primer disco, hemos seguido mandándonos canciones y cuando empezamos este nuevo álbum ya estaba casi listo. Tengo un diario en el que anoto artistas y títulos de canciones; algo que, una vez que empiezas, se vuelve una afición el coleccionar canciones hermosas”, le dijo a Rolling Stone. ¿Te imaginás leer el diario de Robert Plant? Me vuelvo loca.
  4. El último: Flopa Manza Minimal. Sí, este no es un disco de una dupla, son tres, pero es uno de los discos más finos del rock nacional. Salió en 2003 y representa el sonido de esa década post crisis económica, post Cromañón. Tres cantautores, defendiendo sus canciones a guitarra y voz, apoyándose en sus amigos. La historia se complicó, pero este disco sigue siendo hermoso.

SEIS. La nueva noche

Hay géneros donde las colaboraciones mandan. Claro, es que ahora los artistas no sacan discos sino que publican temas. Las canciones tienen que ser poderosas para bancarse un buen video, trepar a la punta del ranking, y es difícil conseguirlo de a uno. Entre todos los hits de la escena urbana está la RIP Gang, un grupo de artistas que son el under del trap, con Dillom a la cabeza. De esa pandilla salieron un par de chicas músicas que el mainstream todavía no alcanzó, pero andan patinando cerca del filo. Están todo el tiempo haciendo música juntas, descubriendo su forma a la par. Es un lenguaje tan nuevo que por momentos no entiendo, pero sí capto los links a los 90 y me sorprendo cuando me gustan. Dos: ODD MAMI con Saramalacara en “Ya no” y “Water” de Saramacalara y Taichu. El día y la noche. 

SIETE. Los registros audiovisuales

  • Una banda de chicas. Es el documental de Marilina Gimenez, que parte de filmar a su banda, las Ibiza Pareo, para encontrarse con una escena rock porteña mucho más grande que ellas mismas. Está gratis en cine.ar
  • Moxie! Es una película simpática para el sábado a la tarde. Una adolescente no soporta más la injusticia machista de su colegio y empieza a hacer un fanzine feminista, inspirada en la música y el movimiento riot grrrl que escuchaba su mamá de joven. Amy Poehler es la madre y también la directora.
  • The Punk Singer. Otro documental, pero esta vez sobre la increíble Kathleen Hanna, cantante de Bikini Kill. La película de la cineasta Sini Anderson usa la historia de Hanna para contar el movimiento feminista más importante de la música estadounidense, y ese grito de seguridad y liberación: ¡Girls to the front!

Hasta acá llegamos.

Ojalá te haya gustado este Hilo musical. Gracias Male por la invitación.

No quiero irme sin decirte que todo lo que hace Cenital es gracias a tu aporte. Gracias por los mensajes, las ideas, la interacción y estar del otro lado. 

Un abrazo,

Romi

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