Rafael Domingo y Gonzalo Rodríguez

Tras el espiritualismo de la Edad Media y el humanismo Renacentista, el racionalismo conquista una gran parte de la intelectualidad de Europa. Para el racionalismo la separación de Dios y la razón eran la única garantía para que el ser humano ocupase en el mundo el puesto que se consideraba le correspondía: de dominador de la naturaleza y generador de la nueva ciencia. En el siglo XIX Nietzsche defiende que si el ser humano quiere encontrar sentido en el mundo y dejar de buscarlo en vano fuera del mundo, hay que ir más allá de lo que fue la Ilustración. Tomar distancia de Dios no era suficiente y así el filósofo alemán anuncia la muerte de Dios. En un mundo sin Dios, el poshumanismo, que concibe al ser humano como un elemento más (si bien importante) del mundo material y el antihumanismo, tratan con un ser humano que sigue extraviado. Estando así las cosas, en sus exposiciones más materialistas el antihumanismo propone incluso la muerte del ser humano como último remedio, mientras los últimos retazos de la propuesta humanista son atacados en un intento de encontrar en la pura materia el sentido y la dirección de la vida del ser humano en el planeta tierra. A pesar de su evidente falta de atractivo, todo apunta a que el antihumanismo ideológico goza de influencia política y cultural hoy en día, por eso el libro Espiritualizarse, con su propuesta de una nueva espiritualización personal y de la humanidad, con toda seriedad intellectual, es ciertamente ‘políticamente incorrecto’, por no decir revolucionario. Apropiadamente, el libro está dedicado al Papa Francisco.

Rafael Domingo y Gonzalo Rodríguez-Fraile: «Espiritualizarse», 2022.

Su argumento es sencillo. Para vivir en paz y así generar a nuestro alrededor paz, bienestar y amor, el secreto es aceptar, y en un cierto sentido amar el hecho de que es Dios quien cuida del mundo y el Espíritu quien rige la materia. Lamentablemente el tema no puede ser más actual. En esta primavera del año 2022 una guerra en el corazón de Europa amenaza con convertirse en conflicto mundial, porque las superpotencias no han aprendido todavía a gobernar para servir y dirigen el mundo desde su ego desorbitado. 

Los autores presentan un recorrido inverso al descrito arriba, desempolvando clásicos de la espiritualidad desde Basilio de Cesarea, Bonaventura, Teresa de Ávila, Alfonso María de Ligorio o Teresa de la Cruz (Edith Stein). Pero guardan también en el disco duro experiencias aprendidas del psicoanálisis freudiano. En una palabra, que aunque útil en cierta medida, para alcanzar la paz no es suficiente el mero escrutinio exhaustivo de los propios instintos, pasiones y experiencias (familiares) pasadas. Además como indica Eva Illouz en Saving the Modern Soul. Theraphy, Emotions and the Culture of Self-Help (University of California Press, 2008), probablemente alguien acabará tomando control de ese proceso: el propio ego narcisista, el psicoanalista de turno o las políticas capitalistas, corporativas o estatales, cuya meta es hacer de todos nosotros individuos eficientes, productivos y con un diseño emocional correspondiente. A este orden de cosas corresponde también el sueño capitalista de una completa programación del futuro. La primera y fantástica paradoja de Espiritualizarse es que quizá el planteamiento del (santo) abandono responda mejor que tanta otra cosa existente en el mercado a los sanos deseos de libertad y autonomía tan característicos de las generaciones de principios del siglo XXI. Sin entender a Dios no se entiende al ser humano, afirman los autores sagazmente. 

En términos prácticos, la propuesta del libro es ‘tener una comprensión espiritual que me permita aceptar y abandonarme plenamente en la voluntad de Dios.’ Siguiendo a Tomás de Aquino, (ST, Prima, 82. a.3.), en la vida moral esta premisa da primacía a la razón, entendida en un sentido amplio. Adherirse libremente a la verdad de que todo, lo bueno y lo malo es plan amoroso de Dios, y dirigir los esfuerzos a aceptar todo lo que sucede en la propia vida, solo es posible cuando el individuo es capaz de comprenderlo así. De hecho, ‘es la forma más inteligente de vivir la vida en la práctica’. Junto a una teoría de la unidad de la realidad, el secreto de este libro es un complejo y rico concepto de razón (consciencia, mente y cerebro), que se beneficia sobre todo de la tradición teológica y mística cristiana, pero también contiene elementos de otras tradiciones: nuevas espiritualidades norteamericanas, hindúes, y psicoanálisis. El sincretismo metodológico es quizá la propuesta más innovadora de Espiritualizarse. También es a la vez la más arriesgada y fructífera, al proveer de penetrantes principios teológicos y herramientas de introspección personal más sofisticadas, lo que los autores llaman psicología espiritual, tanto a cristianos, como a aquellos, que teniendo inclinaciones espirituales se sienten más cómodos entre los autores orientales. 

En cualquier caso, para todo esto la fe es naturalmente un requisito. En un mundo religiosamente fragmentado la pregunta que surge natural es: ¿qué fe será esa? Los autores adoptan en este sentido una actitud inclusiva, enfocándose en el hecho de la aceptación de una concepción de Dios común a ‘las religiones abrahámicas (ej. el judaísmo, el cristianismo y el islam), otras formas de monoteísmo trascendente (ej. zoroastrismo, sijismo o fe bahaí), el hinduismo teísta de la escuela advaita vedanta y algunos tipos de deísmo’. Al mismo tiempo, sugieren la mayor ayuda que supone aceptar un Dios al que se habla de Tú. 

Los autores, Rafael Domingo, catedrático de Derecho Romano y actualmente Spruill Profesor of Law and Religion en el Center of Study of Law and Religion de la Universidad Emory, y Gonzalo Rodriguez-Fraile, hombre de negocios y presidente fundador de la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia, forman un equipo inusual, pero a la vez competente, de expertos en derecho, derecho natural y espiritualidad. Por un lado, en sentido estricto, su proyecto es legal, puesto que está enmarcado conforme a cuatro leyes: la ley del amor, la ley del crecimiento espiritual, la ley de la armonía y la ley de la naturaleza. Por otro, la noción de consciencia que utilizan se diría que es un término metafísico con ambición de abarcar la realidad misma. ‘A la postre, lo que está en juego es determinar si la materia crea espíritu o si el espíritu crea materia’, escriben, animados por la intuición de que la segunda opción es la verdadera, es decir, que el Espíritu —sin mayor especificación— crea y sostiene toda la materia, y en particular a cada ser humano. 

En términos psicológicos el argumento del libro gira alrededor de tres conceptos centrales: el ego, el alma o espíritu y la paz. Tomando como base que para el ser humano existen dos posibles modos de entender la realidad, una que se apoya en el ego freudiano y la otra en el alma, la sustancia del libro consiste en explicar por qué merece la pena transferir los esfuerzos vitales del ego hacia el espíritu y cómo hacerlo. En cuanto objetivo, la paz es consecuencia de una renuncia gradual a la actividad gubernativa del propio ego, fuente principal de conflictos, en favor de un diálogo interior y deferencia del ego hacia la realidad que capta el propio espíritu. La segunda paradoja que resulta de la lectura de este libro es también fascinante. Cuando consentimos en perder el control de nuestro devenir diario a través de la búsqueda activa de la paz, los resultados vitales siempre serán mucho más creativos e inimaginables que cuando nos envolvemos en un conflicto personal para alcanzar ciertos fines solo con nuestras propias fuerzas. Al fin y al cabo, el Espíritu es Creador. 

Por otro lado, Espiritualizarse se detiene poco en la experiencia universal del conflicto fruto del conflicto. Esa resistencia que experimentamos todos los seres humanos a aceptar la derrota, el sufrimiento y en última instancia la muerte. Por el contrario, el geógrafo humano Paul Harrison describe con cierta simpatía la tradición paralizante del loser de los pesimismos existencialistas continentales. Harrison cita al escritor rumano E.M. Cioran: ‘Solo una cosa es importante, aprender a ser un perdedor’ (en ‘After Affirmation, or, Being a Loser. On vitalism, Sacrifice, and Cinders’ 1 GeoHumanities, (2015), 285-306). Con Cioran se trataba del desgaste del siglo XX, tras una profunda decepción ante el rotundo fracaso de las promesas del super hombre y del liberalismo. En un contexto cristiano de espiritualización, sin embargo, quien acepta la derrota triunfa, innovando y redimiendo. Es el tiempo que inaugura Jesucristo —este nombre aparece poco en Espiritualizarse. Quizá por eso también, el énfasis que hay en el libro sobre el hecho de que compartimos el cuerpo con los animales. San Alberto Magno, por ejemplo, el gran teólogo-biólogo, en cambio nos dice que ‘la naturaleza es razón’ y que el cuerpo humano está penetrado de razón (Georg Wieland ‘Zwischen Natur und Vernuft: Alberts des Grossen Begriff vom Menschen’, Lectio Albertina, Aschendorff, 1999). Sugiere así que somos personas porque nuestro cuerpo está espiritualizado; de ahí la gran distancia con el cuerpo de los animales. 

Lógicamente estaríamos ante otro libro si estas ideas fueran parte del argumento de Espiritualizarse, por eso, su omisión no desdice de su valor. Sin embargo, vale la pena sugerirlas como potenciales desarrollos de lo que es un gran tema para nuestro siglo.

Espiritualizarse es difícilmente categorizable. Se trata quizá de un libro posmoderno —aunque los autores no parecen considerarlo así en la introducción— mezcla de teología, moral de virtudes, doctrina, mística y autoayuda que lo hace accesible y útil, y de gran potencial divulgativo. Lo posmoderno aparece en el deseo de empezar de nuevo, dejando atrás la neoescolástica para convertirse a lo real, pero no desde el fenómeno sino desde el espíritu. De hecho en Converts to the Real. Catholics and the Making of Continental Philosophy (Harvard University Press, 2019), Edward Baring sugiere que entre los fenomenólogos del siglo XX lo real no ha sido garantía de llegar a Dios. Visto desde esta perspectiva, Espiritualizarse es un libro importante. 

Espiritualizarse compromete tremendamente al individuo en el esfuerzo de tomar múltiples decisiones en el proceso de ‘desvincularse’ de un asunto, un pensamiento, un afecto, hasta conseguir un hábito virtuoso de abandono. Lejos de fomentar el pietismo pasivo, esta actitud de ver en todo lo que suceda la voluntad de Dios, no solo no anula la iniciativa vital del individuo, sino más bien lo contrario. Solo la práctica más importante tiene lugar en el espíritu y —esto es fundamental—, por medio de reconocer al Espíritu, con mayúscula. Quizá por eso Espiritualizarse es un libro que más que nada se ha de experimentar. ¿Cómo será recibido? ¿Será capaz de resonar con los muchos occidentales educados en un miedo ultra-racionalista a lo espiritual, o con quienes conocen la teoría espiritual pero carecen de herramientas para ponerla en práctica? Otra pregunta abierta se refiere al seguimiento futuro del ambicioso proyecto de espiritualizar el elenco de campos que ya se anuncian en el libro: desde las relaciones sociales, al derecho internacional, pasando por las relaciones de pareja, instituciones del estado y la religión. 

El conocimiento que ofrece la inteligencia artificial, las altas tecnologías, el mundo de las criptofinanzas son hoy fuente de poder que muchos ambicionan. Cuánto más poder da conocer las posibilidades que ofrece la espiritualización es el tema de este libro: el poder vivir una vida mucho más plena y humana, una vida de paz, y en definitiva, con visión de eternidad. Sin duda Espiritualizarse es una hoja de ruta profunda y tremendamente útil para la busqueda de la paz personal que ofrece también una perspectiva optimista de las teorías del antropoceno. Dios es la realidad más básica y relevante a la vez, por eso ordenar la vida individual coordinándola con la realidad divina es el secreto de la paz: una o uno funciona bien, por así decir, al ritmo de su medioambiente existencial. 


Rafael Domingo Oslé es catedrático de Derecho Romano, «Spruill Family Professor of Law and Religion» en el «Center for the Study of Law and Religion» (Universidad Emory, Atlanta, Estados Unidos), y catedrático Álvaro d’Ors del Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.

Gonzalo Rodríguez-Fraile Día es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, con premio extraordinario, así como Máster en Administración de Empresas (MBA) por la Harvard Business School, empresario y experto en finanzas internacionales.

Rafael Domingo y Gonzalo Rodríguez-Fraile: «Espiritualizarse» / Nueva Revista