Lluís Calvo: “Hemos perdido la conexión con el sentido común de vivir la vida con un cierto equilibrio”

Lluís Calvo (Zaragoza, 1963)es uno de los poetas más reconocidos del momento. Acaba de publicar dos nuevos libros, una de poesía y uno de ensayo. En Cor pirinenc. El poema de Fontalba i Gotanegra (Lleonard Muntaner), dos personajes recorren el Pirineo de Benasque al Cap de Creus, un trayecto entre la épica y el paseo por la montaña, mientras que en el ensayo Transfiguracions (Edicions Poncianes) traza un itinerario personal para hablar de su sentido de la espiritualidad. Mientras hablamos con él, el también poeta Jaume C. Pons Alorda insiste en que “de aquí unos años nos encontraremos gente con este libro siguiendo el camino, desde Benasque hasta el Cap de Creus siguiendo la ruta de Gotanegra y de Fontalba. No es solo un poemario, son 6.133 versos siguiendo se estela de los grandes creadores, con métrica y rima, y las comparaciones con Verdaguer, Sagarra, incluso con Riba, pueden ser incluso exactas. Pero es que además se lee con el espíritu intrépido de una novela, y eso es lo que hace que sea tan grande”.

La literatura vuelve a la naturaleza, el Cor pirinenc mantiene la tendencia…

Sí, ya antes de Irene Solà, a quien aprecio mucho, yo hablaba del Pirineo, de naturaleza, porque es lo que he hecho siempre, mi mundo es este. Ya hace mucho que la cosa va por aquí, en mi caso ha brotado de una manera totalmente natural, quizá alguien se ha apuntado recientemente como una moda. También tiene una explicación, tal como está el mundo con una crisis climática de tomo y lomo. Tiene su sentido, que la gente descubra la naturaleza y que los humanos somos naturaleza, porque formamos parte de ella de forma inseparable.

En el libro, sin embargo, ya describe a menudo la naturaleza como un hormiguero…

Sí, la sobrefrecuentación sale en el libro, y se hace la crítica.

¿Pero todo el mundo tendría que tener derecho a la montaña a ir o no?

Es un debate político. Tenemos que preservar el carácter sagrado de la naturaleza, que yo ya lo defendía hace décadas, cuando con un cierto populismo se creía que en la naturaleza se podía hacer cualquier cosa. Hay que respetar y proteger la naturaleza, y al mismo tiempo está el derecho que proponíamos, de poder disfrutarlo todos. En el fondo este libro es una invitación a disfrutar profundamente la naturaleza pero no desde el consumo, sino haciendo un trayecto personal, como hacen a Fontalba i Gotanegra a lo largo de toda la ruta, una transformación de la persona en todo aquello que la define, y que son muchas cosas, pero dos ideas clave son el amor y la muerte. Los dos grandes temas de la poesía, y todo eso en este Pirineo que es un mito en él mismo para los catalanes.

En el fondo este libro es una invitación a disfrutar profundamente la naturaleza pero no desde el consumo, sino haciendo un trayecto personal”


Lluís Calvo

Y está la redención, también.

Sí, es una idea muy importante, y muy perdida, como tantas otras cosas que movían el mundo, como la idea de piedad o de ayuda a los demás, de caridad, por ejemplo. Son palabras que han quedado fuera de lugar. Estos personajes lo que hacen es alcanzar su redención, purgar todas las penas que todos tenemos, a través del trayecto. Es un peregrinaje, una idea que en Transfiguracions también aparece porque empieza con una ascensión a Serra Cavallera, que tiene la continuidad con el Taga, que ya subió Santiago Rusiñol, antes de su famoso viaje en carro con Ramon Casas, por comarcas algunas pirenaicas como el Ripollès, el Berguedà o la Cerdanya. En esa época subir cualquier montaña ya era una cosa mítica. En cualquier caso, está la idea de viaje, de trayecto, de peregrinaje.

También tenemos un poema épico, pero de una épica contemporánea, rebajada a unos hechos que no son exactamente heroicos… La forma es épica, las circunstancias quizá no tanto…

Bueno, sí que les suceden cosas… Pero esta es la idea, lo que yo quería de entrada era crear unos personajes muy humanos, que lo que les pudiera pasar fuera lo que nos sucedería yendo por el Pirineo, son personas de carne y hueso, yo al menos no soy un gran atleta, no quería aquí un Kilian Jornet, que es fantástico pero no habría encajado aquí.

Lluís Calvo

Xavier Cervera

Es antiépico, incluso…

En la posmodernidad eso ya es épico, la gente busca la épica en este retorno a la naturaleza, haciendo la transpirenaica o el camino de Santiago… Son formas de épica contemporánea, que se relaciona con un héroe, pero hoy día hacer este trayecto a pie es un acto heroico, cuando todos tenemos mil comodidades. Pero aquí no hay seres fabulosos, nos hemos vuelto unos descreídos… o sí que están, pero a través de la droga, que es una conexión que todas las culturas han tenido desde tiempo ancestral con lo mágico, con lo que nos pasa, con el mundo del misterio, así que podía hacer el guiño con Verdaguer y el mundo de las hadas. A finales del siglo XIX hubo un boom con el tema de las hadas y los seres fantásticos: Jaume Massó i Torrent hizo el libreto de una ópera de Enric Morera que es La fada, por ejemplo. O Apel·les Mestres, la ópera Canigó de Carner o la Cançó d’amor i de guerra, que pasa en el Vallespir… Yo quería tirar de este hilo, pero también tenía en el buche el Fausto de Goethe y su noche de Walpurgis…

¿Pero usted había hecho este trayecto entero, antes?

Hace décadas que ando por el Pirineo, pero no lo he hecho entero de una tirada. En algunos lugares debo haber estado setenta veces y algún otro solo uno. El origen real del libro es Jaume Pons Alorda, que un día me llamó. Maria Muntaner, la editora, me reservó fecha para sacar un libro en el 2022, y yo quería hacer algo diferente, por madurez, por edad, por trayectoria, algo que sea un legado para la gente que venga después. Y comentándolo con Jaume, dijo: “Haz un poema largo que los catalanes se ponen cachondos con los poemas largos”. Textualmente. “Con métrica y rima”, añadió.

Pero los itinerarios no son una novedad en su obra.

La verdad es que en un poema largo puedes hacer lo que quieras, pero enseguida pensé que lo que yo conozco es el Pirineo. No nos compliquemos la vida y seamos auténticos. Y así nace. Las ideas de itinerarios me encantan, soy geógrafo y tengo esta deformación. De hecho, en todos mis libros se pueden trazar itinerarios. Hasta por Barcelona, en Última oda a Barcelona, con Jordi Valls, que es un eje que nos hace ver una ciudad desconocida. He hecho itinerarios por el Pirineo, Australia o Perú.

Transfiguracions también es un viaje, sobre todo por India, Nepal, Japón. Y encaja bien con esta espiritualidad oriental.

A mí me gusta mucho partir de lo local, si queremos algún tipo de universalidad, la encontraremos como catalanes con lo que tenemos cerca, y eso se ha demostrado históricamente.

Estamos atados a la tradición…

Aquí hay mucha, pero también hay guiños en el mundo contemporáneo, quería un libro que fuera de hoy y por eso cuando hablan los jóvenes lo hacen con sus feca, random, semat… y en cambio los payeses parece que hablen como en el siglo XIX, cada uno con su registro. Es una riqueza que tenemos. Al mismo tiempo, Catalunya se forja nacional y míticamente a partir del Pirineo y de la idea de la expulsión de los sarracenos, como se ve en el Canigó de Verdaguer. En el siglo XIX el Pirineo se ve como un lugar fascinante pero lleno de peligros, seres fantásticos y terribles, como también se ve en Les bruixes de Carançà, de Antoni Jofre, un libro casi inencontrable pero muy interesante.

¿De dónde salen los personajes?

Hay dos ideas clave, en la novela: que es una novela en verso y que los dos personajes son muy contrastados. Uno, Fontalba, más idealista, más romántico y soñador, y el otro, Gotanegra, que vende seguros, un tipo totalmente pragmático. Y después se ve como mediante el viaje se van transformando y acaban cogiendo cosas el uno del otro. Quería dos grandes protagonistas contrastados, que dan mucho de juego, y algunos secundarios de lujo, como Alberta, una chica que encuentran por el camino, y Clara, que no está nunca. De hecho, en el libro gobiernan las mujeres, que son las que mueven el hilo de la narración.

Se transfiguran el uno en el otro, pues…

En parte sí, y la palabra transfigurado sale en varias ocasiones en el libro, y lo liga al ensayo Transfiguracions. El lector se va identificando con los personajes y se los va haciendo suyos.

También hay diversión…

Sí, con partes cómicas. Cuando uno hace una cosa así tan bestia, tiene que tener muchos modelos, y uno era Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, en qué pasan muchas cosas… Pero también hay momentos más trágicos, y de pensamiento, filosofía, reflexión, filología, botánica, geología… Es como un plato que tiene que ser lo más equilibrado posible, lo más preciso para que todo tenga sabor y los componentes que hagan falta, e ir dosificándolo de manera que funcione como un engranaje el más perfecto posible.

El narrador, que es un tal Lluís Calvo, también saca la cabeza…

Sí, va pidiendo permiso para decir sus cosas. Es una forma de reírme de mí mismo, cuando dicen que “Tu, Calvo, hauries de gestar el relat (…) Tu pots donar-li el toc precís, amb traça”.

Es una gran payasada, también.

Es el teatro dentro del teatro, claro, o el poema dentro del poema. Tenía que explicar por qué yo era el narrador sin haber estado en el viaje.

En el libro no hay una deidad, pero al final lo es la montaña, en cierto modo…

Sí, está implícita, tiene sus momentos espirituales, como cuando encuentran a un maestro zen, o la misma Alberta… hay dos koans… Quien quiera puede tirar muchos hilos.

Sobre todo en Transfiguracions hay espiritualidad, pero sin religión.

Sin religión oficial. La espiritualidad se lleva dentro, está, hasta que llega un momento que lo explicita. El ensayo quería que fuera muy experiencial, y por eso empiezo con un itinerario que es una ascensión, y al final acabo hablando del cuerpo, hago una reivindicación. En medio hay un poso de lecturas, pero también de lo que he visto en los viajes. Desembarco allí y explico lo que he visto. La espiritualidad siempre la conservo como una cosa muy propia, como una alquimia muy interior, es muy de cada uno y no un dogma que venga del exterior. Tú eres como una fragua y allí se va cociendo todo.

Es el cuerpo, también.

Sí, el cuerpo es el microcosmos, que se conecta con el macro.

El viaje de Transfiguracions sí que es el suyo.

Sí, al inicio el libro era una especie de dietario de viaje sobre la realidad de muchas visiones y religiones que había ido investigando, con lecturas y estancias. En todo caso, me identifico mucho con el hinduismo, pero al mismo tiempo está el cristianismo, por formación, y el budismo. No es una trinidad nada extraña, es la que tenía Raimon Pànikkar, y la transmitió hermanando muchas cosas, porque desde la diferencia tienen muchos puntos en común. Al final, y eso lo digo también en el libro, todas las religiones son aproximaciones, tanteos para alcanzar una realidad que en el fondo es inexpresable.

Con una gran parte de sentido común.

Es estar centrado en el aquí y el ahora, cada momento es único y cada instante tiene que ser precioso y mágico y no podemos estar pensando en el pasado ni en el futuro, que es adonde nos lleva la mente continuamente, a estar fuera descentrados de nosotros mismos.

Fontalba y Gotanegra acaban estando en el lugar donde están…

Sí. La parte animal, instintiva, que cada vez perdiendo más, es la que nos mantiene arraigados al aquí y ahora, y a la tierra. Hemos perdido la conexión con el sentido común de vivir la vida con un cierto equilibrio, y eso tiene mucho que ver con el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial: buscar siempre algo más que no tenemos, siempre más. La idea de superación y de progreso, y quizá los progresos son en otra parte.

Pero la noción de progreso y de avanzar también le ha empujado a hacer una obra como Cor pirinenc, no?

Sí, pero eso es un progreso espiritual y literario. También es cierto que hemos perdido la idea del arte vinculado a la comunidad, donde todo el mundo hace su aportación. Las comunidades indígenas lo tenían mucho presente y cada uno contribuía al arte de manera anónima y la importante no era la producción, sino la conexión con las fuerzas que pasan la comunidad y con los ancestros, la tradición. Todo lo que somos lo hemos recibido.

¿Por eso la creación tiene que tener un alcance general?

Sí, universal y local al mismo tiempo. Cuando Catalunya ha ido lejos es cuando nos hemos puesto a crear desde el punto de vista individual y colectivo. Siempre hay un impulso, en vez de hiel, fe, en el país, en nosotros, en aquello que hacemos, porque si no solo queda acritud e impotencia.

Cuando Catalunya ha ido lejos es cuando nos hemos puesto a crear desde el punto de vista individual y colectivo”


Lluís Calvo

En Edicions Poncianes confían en usted como para asegurar que Transfiguracions es su “auténtico opus magnum, el libro que culmina toda su producción y que significa el verdadero compendio de su andar filosófico y poético”. Y antes de llegar a los sesenta años, ¡ahí es nada!

Eso es la editorial, y Laia Llobera… Pero algunos no llegaron ni a los cuarenta, como Andreu Vidal. Es ahora, que hay que hacer. Somos una cultura muy necrofílica, y no lo soporto. Tendemos a homenajear a las personas cuando están muertas o cuando están a punto de morir. Y no. Las cosas se tienen que celebrar cuando la gente tiene salud y está en plenitud. No tengo veinte años, es ahora cuando puedo intentar hacer cosas que creo importantes. Si después hago obras mejores, pues perfecto. Un libro así no lo ha hecho todo el mundo.

Versió en català, aquí

Lluís Calvo: “Hemos perdido la conexión con el sentido común de vivir la vida con un cierto equilibrio”