La mudanza de la Diosa: María Lionza regresa a Sorte

La naturaleza de los dioses

La naturaleza de los dioses es ubicua. No son como los humanos, aunque los humanos los hayamos creado o invocado; los dioses son representaciones simbólicas, míticas o culturales de los deseos, sueños o expectativas de los humanos, pero no están compuestos sólo de éstos; en cierto modo son una amalgama de fuerzas animales y vegetales, astrales y ancestrales, diurnas y nocturnas, conocidas y desconocidas (las desconocidas se imponen) y en cada cultura adquieren formas nuevas o distintas. La Grecia antigua produjo el panteón más grande de dioses que haya conocido occidente, revitalizado luego por Roma. En todos los continentes y culturas, en Europa, América, África, Asia y Oceanía los dioses pueden llegar a ser encarnaciones suprasensibles de seres y pueblos, de su espiritualidad o religión –aunque muchas veces la religión no va a la par de la espiritualidad- cuando busca usarla mediante el manejo del poder político, y entonces los dioses se vuelven pétreos, inertes, perdiendo su naturaleza esencial o dinámica, volviéndose contra ellos mismos. En América, tenemos un reservorio de dioses aborígenes o indígenas que es sustrato de nuestras culturas raigales, y esas culturas nos expresan a veces mejor que los dioses establecidos por el sanctórum oficial. En el mejor de los casos, se alían a éste mediante la conjugación de fuerzas e imágenes, para constituir mitos más complejos.

Aquí, precisamente, surge la disputa o posible contradicción de fuerzas entre los dioses, cuando deidades de culturas distintas no dialogan sino que se confrontan o repelen, y no lo hacen sólo por tener raíces distintas, sino porque los seres humanos nos hemos empeñado en creer que unos dioses son superiores a otros, impuestos muchas veces a sangre y fuego o mediante ritos sociales, misas o ceremonias producidas por un establecimiento social agotado en sus estructuras ideológicas; entonces los dioses se convierten en símbolos de dominación; por ejemplo, en Francia las llamadas Cruzadas lideradas por Carlomagno pretendieron imponer su poder político a toda Europa; luego como método invasivo y genocida desde España hacia América, usando la fuerza bruta en la llamada Conquista, cuyo eufemismo más elaborado ideológicamente sería el dislate denominado Descubrimiento de América.

Puede resultar algo atropellada la síntesis, pero ésta sólo apunta al fenómeno de la invasión cultural perpetrado hacia nuestros indígenas y sus culturas. En Venezuela, esta batalla fue muy cruel durante la conquista española contra nuestros aborígenes, las tribus comandadas por caciques como Guaicaipuro, Chacao, Tiuna, Terepaima, Manaure y muchos otros a lo largo del país, lograron en muchos casos vencer a los ejércitos foráneos, haciendo uso de sus armas e inteligencia, de su organización tribal y valentía. Cinco siglos después, nuestros caciques, cacicas, dioses y diosas han obtenido un reconocimiento por parte de los pueblos, precisamente porque los dioses occidentales, al institucionalizarse, entraron en crisis. La Iglesia católica, generadora del santoral artístico más impresionante de occidente mediante retablos, óleos, pinturas magistrales, templos e imaginería, fue renovando una y otra vez la imagen de Jesucristo en todo el mundo –su papel es indudable- intenta y logra dialogar con millones de fieles. Jesús el Cristo es, hoy por hoy, la imagen redentora más importante del planeta.

Entre la leyenda y el mito

En la Venezuela actual –donde hay libertad de cultos, incluyendo al ateísmo- también veneramos al Cristo, así como a otras deidades, vírgenes, apóstoles o santos; a su vez, éstas se han asociado mediante el fenómeno del sincretismo a figuras que encarnan el agua. la luna, la fertilidad o la sensualidad, como es el caso de María Lionza. Ella ha sido, probablemente, la deidad pagana con más devotos en el país, precisamente porque ha amalgamado una serie de símbolos e imágenes complejizadas de tal manera, que ellas la han convertido en nuestro mito popular por excelencia, junto a otros mitos modernos nuestros, como el de Simón Bolívar o el de José Gregorio Hernández.

Como sabemos, entre la leyenda y el mito surge la figura de María Lionza, bien como princesa de ojos encantados, o india caquetía que crece resguardada en una casa, debido a la inmensa belleza de sus ojos claros que encantaban a quien la mirara. Por ello se hallaba protegida por 22 guardianes; y no debía ser visitada por nadie, excepto por su padre y su madre; ella se encuentra acosada por los espíritus de las serpientes anacondas. Ella misma un día, al contemplarse en los reflejos de un pozo en el rio, rompió un hechizo que formó las montañas de Sorte y Quivayo y extendió su cola hasta Nirgua, al proferir ella un enorme grito que retumbó hasta aquellas tierras. Era entonces la serpiente anaconda dueña de las aguas.

También está la María Lionza rodeada de leyendas fantásticas que tiene poderes para sanar y curar. Ella practicaba un complicado rito que tenía varios nombres esotéricos: se llamaba Guiomar –hija del cacique Nívar y de la diosa Yara- y poseía un gran amor por la humanidad, era sanadora de males y enfermedades. dadora de beneficios y de obras extraordinarias, aunque también podía reconocer las fuerzas del mal y destruirlas sin titubear. Un día la atraparon y la entregaron a los conquistadores, pero ella logró escaparse; entonces la tildaron de bruja y fue perseguida. Se trata de una reina caquetía que tiene facultades mediúmnicas y se instala en la montaña a la manera de un oráculo; lucha contra los conquistadores en defensa de la raza indígena; fue tildada de loca, pero luego se identificó con la tierra y se hizo amiga o hermana de los animales, hasta convertirse en una princesa de la selva o en una divinidad.

El sabio Gilberto Antolinez asocia la imagen de María Lionza a los mitos raigales de Mesoamérica; sin embargo, la mayoría de estos relatos carecen de datos etnográficos precisos; son solo versiones aproximativas surgidas de fuentes diversas y a veces contradictorias. Mi padre, el escritor Elisio Jiménez Sierra, asocia la imagen de María Lionza al fugaz reino del negro Miguel de Buría, en un breve ensayo que escribió, casa al Negro Miguel con María Lionza, texto insólito que yo recreo en mi cuento “La verdadera historia de María Lionza” cuyo título, por cierto, ha sido plagiado en la red internet de manera inescrupulosa, por lo cual me permito presentar al final de este escrito a la manera de una recreación ficcional.

María la multiforme

Además de estar asociada a las vírgenes católicas como la virgen María y a versiones de María como la virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, -cuyo descubrimiento se debió al indio Coromoto en la ciudad de Guanare-, y con vírgenes patronas de otras regiones como Fátima, Coromoto, Altagracia o la Inmaculada Concepción, el pueblo y los viajeros tienden a confundirla en una sola deidad, y la identifican con una presencia que cuida y protege. Incluso cuando había revueltas sociales, los caudillos de muchos pueblos al ser derrotados, se escondían en montañas para encontrarse con sus superiores y seguir en sus luchas; compraban armas, y cuando eran capturados y les pedían decir quien les había dado el dinero para adquirirlas, ellos decían que el dinero se los había dado una bruja llamada María Lionza, que vivía oculta en la montaña.

En la actualidad ella puede aparecer como reina de la naturaleza, de los animales y de las personas que forman su reino o corte; dueña de la selva y de todas las riquezas que en ella se hallan, tanto minerales como vegetales, de las semillas, de los peces, de los pájaros; por ello es asociada a la fertilidad de las mujeres y al amor sensual; se entrega la diosa a los hombres y después los recompensa. Monta, además de la danta, a jaguares y otros felinos y no permite que los cazadores maten a los animales porque aparece y los aniquila (es una guerrera); puede transformarse en cualquier animal, especialmente se convierte en serpiente de agua que puede volar con sus enormes aletas y destruir todo; hasta puede convertirse en viento huracanado, también puede tomar la forma de un arco iris. Podemos imaginárnosla viviendo en un palacio en medio de las montañas, rodeada de hombres y animales, sobre todo de negros e indios que hicieron pactos con ella para conseguir sus favores. Está sentada en un trono hecho de flores heliconias, bromelias, bastones del emperador y de culebras muertas y vivas, de calaveras secas de animales y humanos, de cabezas de tigres, de cabras que asoman sus cabezas y berrean.

Toda la montaña de Sorte, de Quivayo o la Enjalma de Santa María -como también la llaman- en el valle de los Nívar, está resguardada por serpientes y tigres que no dejan pasar a nadie: no pueden acercarse demasiado a ella porque la montaña puede desaparecer, o haber un gran cataclismo. Todos los pozos, lagunas, quebradas y ríos pertenecen a María Lionza, y esos lugares están preparados para su culto, aunque también puede poseer palacios debajo del agua de los ríos, donde esconde sus grandes tesoros. Es ágil, inteligente, esbelta, de rostro encantado y de ojos paralizantes; su hueso sacro es emblema del amor, María Lionza representa la inteligencia y la agilidad; tiene una actitud de fortaleza ante el dolor, lo cual la acredita como Madre; es intermediaria de los humanos ante Dios; representa una fuerza universal, es Venus y es la Virgen, es Yemanyá y es Oruba, y es también la tierra, la Patria, es Venezuela.

Por estas razones, su mito tiende a universalizarse cada vez más. De tal modo, uno de sus conspicuos estudiosos, Gustavo Martín, anota esta sorprendente conclusión: “La tierra dejó de ser tierra madre, el agua no es más una potencia acuática. La trascendencia se ha convertido en inmanencia. Más exactamente, ha ocurrido una ruptura entre una entidad abstracta, consecuentemente inaccesible, y un mundo profano reificado. Pero esta coupure es intentada, no siempre es lograda y de allí que las divinidades continúen siendo un reflejo de la condición humana, con sus virtudes y sus defectos, con sus altezas y debilidades; de esta forma pueden estar en contacto permanente con el hombre y ser sometidas, en cierta medida, a la voluntad de éste. Es el caso de la Reina de Sorte.”

Un número significativo de escritores, dramaturgos, poetas, antropólogos, historiadores y mitógrafos (Elisio Jiménez Sierra, Juan Liscano, Gilberto Antolinez, Herman Garmendia, Ida Gramcko, José Parra, Gustavo Martin, Daisy Barreto, etc.) han escrito sobre ella, su mito y su culto en los altares de las montañas de Sorte y Quivayo cerca de la ciudad de Chivacoa, capital del Municipio Bruzual en el estado Yaracuy; lugar que desde hace mucho tiempo y cada día recibe más afluencia de visitantes. Ha sido objeto de numerosas versiones iconográficas y plásticas, narrativas y poéticas, así como de historietas y películas.

La escultura de Colina

El emblema de la diosa que ha quedado más sembrado en el inconsciente colectivo y en el imaginario, ha sido la escultura realizada por Alejandro Colina en 1951. Fue un encargo que se le hizo a Colina para que la obra sirviera de símbolo en unos juegos que se realizaron en la Universidad Central de Venezuela. Preciso es hacer una breve reseña sobre este peculiar artista.

Alejandro Colina es un escultor peculiar. A mi modo de ver, es uno de los grandes creadores de Venezuela y América, que hizo énfasis en los personajes del mundo aborigen. Se educó en la Academia de Bellas Artes de Caracas, pero antes había sido mecánico de buques durante diez años. Muy pronto se sintió atraído por el trabajo escultórico, hasta lograr una primera exposición en la Escuela de Artes y Oficios de Caracas. Comienza a viajar por el interior del país, quedando cautivado por el mundo indígena venezolano cuando viaja por las regiones de la Goajira zuliana, por Guayana y por las etnias del río Orinoco; estudió estas etnias y se sumergió en este mundo por largo tiempo. Estudió bajo la tutela de Alejandro Chataing, hasta producir un grupo escultórico para la base aérea de Maracay; luego realiza una escultura sobre Juan El Bautista en concreto armado, para la ciudad de Maracay, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez; en ese entonces es tildado de comunista y recluido en el Castillo de Puerto Cabello durante la dictadura de Gómez por tres años, de donde sale padeciendo de una alteración psíquica; durante su estancia en un centro psiquiátrico realiza el mural titulado “La ciencia y la psiquiatría”, días en que también se inicia en el trabajo de esculpir al cacique Guacamaya, además de los caciques Tiuna, Manaure, Yaracuy y Caricuao -como ya dijimos- cuenta con otra obra sobre el “Negro Primero”. Por entonces también se le encarga una obra monumental sobre el Libertador, de la cual hace una maqueta, sin llegar a concluirla, mientras lleva a término la que sería su obra maestra: la escultura de “María Lionza”.

La voluptuosidad de esta obra, la gran fertilidad que representa de diosa-madre y su sensualidad de mujer a horcajadas completamente desnuda sobre una danta, levantando una pelvis en alto, -danta que a su vez pisa una serpiente-, no tiene parangón en nuestro arte. Un ritmo tenso y robusto ha sido señalado para su obra, y ello es cierto; además habría que agregar que esta obra es la primera escultura venezolana dedicada a una mujer-deidad no católica, a una figura que luego sería princesa y luego diosa, y como tal, símbolo religioso o espiritual, la cual no tiene paralelo en Venezuela. Comenzando la segunda mitad del siglo XX en Venezuela, esta imagen se acuña para siempre a la espiritualidad nacional por vías de un simbolismo intra-psíquico del imaginario colectivo, lo cual comporta un fenómeno de rasgos muy peculiares en la historia del arte americano del siglo XX, donde los motivos prehispánicos están expresados en un contexto de modernidad urbana, en clara alusión a una restitución mítica premoderna, en medio de un mundo en crisis global, lo cual no es poca cosa.

Luego de haber servido de símbolo a unos juegos olímpicos en la Universidad Central, a las autoridades no se les ocurrió mejor idea que colocar la escultura en un lugar estrecho en la isla de la autopista del este en Caracas, donde por años recibió los embates de la lluvia, la intemperie, la contaminación y el hollín. Sin embargo, pese a su incómoda o inaccesible posición en la avenida, numerosos fieles se le acercaban a llevarle ofrendas, velas, guirnaldas, flores y coronas, tal era su fuerza magnética.

La mudanza de la diosa

Viendo el estado deteriorado de la escultura, el Instituto de Patrimonio y otros Ministerios nacionales vieron la necesidad de restaurarla y ponerla a resguardo en los galpones de la Universidad Central de Venezuela, donde permaneció por largos años. Antes, se hicieron dos réplicas de ella. una está colocada en la carretera a la entrada de la ciudad de Chivacoa, y la otra en la autopista donde había estado antes. En estos días, el Estado venezolano tomó la determinación de regresar la escultura original, ya restaurada, al santuario de Sorte en el estado Yaracuy. Como se sabe, aquí el culto a María Lionza se ha acrecentado por años, rodeada de innumerables formas de santería, supercherías, cultos, ensalmos, brujería, embrujos y una heterogénea simbología donde caben héroes de la guerra de independencia, imágenes católicas, santos, vírgenes, hasta el punto de que el mito ha sido atacado por autoridades de la iglesia católica y evangélica, asociándolo con imágenes negativas de brujería o magia negra.

Superchería y espiritualidad

Sorte puede resultar, en efecto, un lugar desconcertante; se trata de una foresta abigarrada, de una selva densa poblada de todo tipo de árboles y de flores bromelias y heliconias, consideradas de las especies más exóticas y raras que puedan hallarse; se ven allí pájaros de todas las especies y lagartos grandes, felinos, leopardos. jaguares y panteras, monos, araguatos y serpientes de todo tipo y tamaño. Hay un río grande y muchos riachuelos, cascadas y lagos, numerosos altares y grutas donde se llevan a cabo ritos perpetrados por médiums, hechiceros, sacerdotes o sacerdotisas, brujos y brujas malos y buenos fumando tabacos o repitiendo oraciones, echando cartas o haciendo ensalmos, usando sustancias, fragancias y despojos; no es nada fácil determinar quienes hacen bien los “trabajos” y quiénes no. Muchas personas han sido timadas o estafadas por brujos que sólo desean ganar dinero. En Chivacoa, San Felipe y otras ciudades y pueblos del Yaracuy se aprecian establecimientos donde se expenden tabacos, sustancias, imágenes o idolillos que representan a la diosa y a otros santos o santas del panteón de la Reina, incluyendo a caciques y a figuras de la guerra de independencia venezolana venerados por el pueblo. Se trata de un mundo ciertamente difícil de recorrer, si no se va acompañado de alguien con conocimiento del lugar; si se lo hace solo y por propia cuenta puedes ser objeto de engaños o estafas; si corres con suerte y ejecutas los ritos como se debe, los “despojos” funcionarán y te sentirás mejor. Han salido del lugar muchas personas sanadas, que luego asisten allí todos los años a pagar sus promesas frente a los altares de la reina María Lionza.

Se narran en esos parajes historias increíbles de milagros y resurrecciones. Se ve de todo: personas drogadas o en trance, paralíticos que pueden andar o ciegos que recuperan la visión; personas deprimidas o desquiciadas después felices o en éxtasis, individuos desahuciados por la ciencia que han encontrado allí su salud gracias la diosa, gentes salvas o bendecidas como bien pudieron hallarse a través de la gracia de Jesucristo, o del santo José Gregorio Hernández. En efecto, la fe en María Lionza puede transferirse a otras deidades del panteón; así como la fe en Cristo se transfiere a los santos católicos para que esa fuerza se exprese en toda su amplitud y esplendor. Todo ello me ha hecho pensar que la gente sencilla del pueblo suele tener más esperanza que la llamada gente culta o civilizada, su pureza o ingenuidad les conducen a la fe de un modo más puro.

Desde que era adolescente, viajaba con frecuencia a Sorte con mis amigos o familiares; mi padrino el poeta José Parra escribió un poema sobre ella, y mi padre Elisio Jiménez Sierra una novela (La Venus Venezolana); presencié ritos de sacerdotes y sacerdotisas, hombres caminando sobre brasas y mujeres desnudas en éxtasis sublimes; oí cuentos negativos o de mala suerte y también de milagros o curas mágicas; en fin, el mito y la leyenda están rodeados de una atmosfera que se comparte entre el prestigio y la brujería, entre la espiritualidad profunda y el comercio superficial.

La diosa vuelve a su lar

Pero los estudiosos del mito se han impuesto y le han donado prestigio, más allá de elucubraciones metafísicas pueriles. Como dijimos, el mito se sincretizó con la imagen de la virgen María, y en la ciudad de Nirgua se la asoció a esa imagen para protegerla de la destrucción de los conquistadores españoles ignorantes y bárbaros, dándole el nombre de María de la Onza de Talavera de Nívar, con lo cual también se halla asimilada a las potencias cristianas y católicas. En los últimos años, la imagen de María Lionza había empezado a decaer, pero ahora vuelve a tomar fuerza con este traslado de la diosa, con esta mudanza que sin duda atraerá a sus admiradores o fieles a trasladarse a la frondosa región de Sorte, donde se encuentran sus altares originarios.

Al fin, la escultura maestra original de Alejandro Colina ha llegado a su lugar, ha entrado al cielo de su territorio. Así se animarán las fuerzas telúricas tan necesarias para muchos seres humanos, animales y plantas, e incluso para la propia fertilidad de la tierra, la claridad del cielo y la necesaria pureza de la atmósfera. Eso es justamente lo que nos brindan los mitos arcanos y el arte de la música, la poesía y la pintura, el teatro y la oración, La poderosa escultura de la reina María Lionza elevando una pelvis (el duplicado de su pelvis o la de una mujer invisible y universal) al cielo, montada desnuda sobre su danta, viene refundando su mito y sus poderosos símbolos, arraigados todos ellos en la mente y la sensibilidad de tantos venezolanos y latinoamericanos.

 

De seguidas ofrezco el relato de ficción La verdadera historia de María Lionza, inspirado en una interpretación libre del mito efectuada por Elisio Jiménez Sierra.

LA VERDADERA HISTORIA DE MARÍA LIONZA

Gabriel Jiménez Emán

El sabio Jiménez Sierra me concedió cita en un bar del centro de la pequeña ciudad de San Felipe. Yo estaba muy ansioso por escuchar su versión, pues era la persona viva más autorizada en la materia y yo estaba confundido –más valdría decir atónito– con un fortuito descubrimiento que había hecho en casa de mi abuela. Jiménez Sierra había oído y leído innumerables versiones de la historia de María Lionza, la cual como se sabe constituye el mito venezolano más importante y ha sido objeto de estudios serios, como también de lamentables deformaciones. Me dijo, sin embargo, que su versión era completamente nueva y deseaba confiármela, antes de partir de viaje a Europa, pues no sabía cuánto tiempo estaría ausente. Ordenó un Campari, saludó con cordialidad a la gente del bar y de inmediato pasó a narrármela:

“El mito de la reina María Lionza proviene de la época del fugaz imperio de Buría, fundado en la región de Nirgua –en el estado Yaracuy– por el famoso negro Miguel. Dicho mito fue establecido por su mujer, la reina indígena Guiomar, a raíz de la derrota que a Miguel le infligieron los españoles, comandados por el Capitán General Juan de Villegas en 1552, quien fundó la ciudad de Nueva Segovia –la actual Barquisimeto– en las vegas de Buría, donde por cierto falleció al año siguiente.

Miguel fue muerto en la refriega. Pero su mujer Guiomar –o sea María la Guiadora– logró escapar de la masacre, yendo a refugiarse en su huida hacia las montañas que hoy se conocen con el nombre de Sorte y Savayo, bañadas por las aguas del río Yaracuy, en la jurisdicción del actual Municipio de Bruzual.

Así Guiomar, la fugitiva esposa del derrotado Negro Miguel, logró permanecer escondida por largos meses en las cuevas y grutas formadas en la falda de los barrancos que rodeaban al río Yaracuy. Durante aquellos largos días de expectación y de angustia, acompañada por algunas mujeres y por otras personas fieles de su efímera corte, la fallida reina Guiomar se dio a fundar con su nombre de MARIA GUIADORA un culto religioso dedicado a los genios locales del paraje, en parte regional indígena y en parte africano, con reviviscencias de misticismo panteístico que, al correr de los años, llegó a constituir el culto que hoy se le rinde por medio de ceremonias mágicas de antiquísimo origen a la Reina María Lionza.

Guiomar comenzó a tener comunicación efectiva con animales del paraje, en una selva donde abundaba una flora impresionante (todas las heliconias de la tierra, todas las variedades de orquídeas, bromelias y otras flores que nadie ha visto en ninguna otra parte del planeta) especialmente con una danta o tapir hembra que llegó a montar, y también con pumas, chivos, jaguares y boas, que la acompañaban en sus oficios religiosos. La danta que montaba María Lionza era invulnerable a toda cosa física y maleficios, así como a oraciones, incluyendo a las oraciones cristianas. Con sus poderes, Guiomar podía sanar enfermedades y calmar graves dolencias, así como alejar a envidiosos, ladrones, saqueadores y avaros. Con la ayuda de sus piaches indios podía petrificar a toda esa gente mala. Pero también podía procurar fortuna, si se le rendían los debidos tributos. Los pocos visitantes de aquellos parajes que lograban verla quedaban prendados de ella y la seguían embrujados a donde iba: militares, monjes, hombres del campo y otras personas se sometían a un extraño embrujo en cuanto la tenían delante. Sin embargo, las autoridades civiles y eclesiásticas la persiguieron durante mucho tiempo y trataron por todos los medios de acabar con un culto religioso que empezaba a tener una gran fuerza entre los pobladores y ciudadanos de las ciudades del Occidente de Venezuela”.

Hasta aquí el relato del sabio Jiménez Sierra. La información que yo poseo refuerza la leyenda. La resumo:

Se adentró entonces María Lionza con su pequeña corte en la montaña de Sorte y esperó allí a un cura y a un coronel, y de manera expresa los embrujó. Ellos fueron los responsables de defenderla en adelante; la Corona Española, por intermedio de la iglesia, no aceptaba estos cultos; sin embargo aquel cura hechizado por Guiomar, a la sazón párroco de la iglesia del pueblo de Nívar, la protegió asociando su nombre al de una virgen cristiana: Virgen patrona de la Onza del Prado de Talavera de Nívar. Ello no solamente impidió que el mito muriese, sino que perviviese en las figuras santas de la iglesia católica, especialmente en las de la virgen María, tal y como ocurrió con la virgen de Coromoto en Guanare, protegida por el indio Coromoto. Así ha permanecido María Lionza hasta hoy, protegida por el sincretismo de su hermosa imagen de reina con un tocado de flores y un manto azul, sentada en su trono rodeada de jaguares y boas, una verdadera diosa.

Mi curiosidad por ella revivió debido a que soy descendiente de aquel coronel que fue a conocer a Guiomar con el párroco de Nirgua y quedó, como él, hechizado. Encontré hace algunos meses, en casa de mi abuela, un pesado baúl que había pertenecido a mi tatarabuelo, y en su interior unos viejos papeles donde hablaba con fervor de esta imagen casi mística que nunca pudo olvidar. Este descubrimiento propició mi comunicación con el sabio Jiménez Sierra en San Felipe, cuyas palabras me han hecho constatar, con sorpresa y casi con rubor, el nombre de Guiomar tantas veces citado en los estropeados papeles de mi antepasado.


 

(Del libro La gran jaqueca y otros cuentos crueles, Gabriel Jiménez Emán, (Ediciones Imaginaria, San Felipe, estado Yaracuy, 2002)

La mudanza de la Diosa: María Lionza regresa a Sorte