La cabellera lo es todo

Mahsa Amini murió a causa de los golpes recibidos después de que la policía de la moral la detuviera en Irán por violar la ley que exige que las mujeres se cubran la cabeza con un velo. Como protesta, mujeres iraníes han salido a las calles con tijeras para cortarse el pelo. El acto se ha convertido en un símbolo distintivo de esta revolución: se ha viralizado en TikTok y la revista Time ha dedicado a las mujeres iraníes la mención especial de heroínas del año

Protestas en Berlín por la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022 

Getty

La escritora y traductora persa Shara Atashi explica a través de Twitter que la práctica de cortarse el pelo aparece en el libro Shahnameh, una epopeya persa del poeta Ferdowsi fechada hace mil años. Para los iraníes es el libro más importante escrito en farsi y un pilar cultural. La obra, que cuenta la historia de los reyes de Persia, tiene un pasaje en el cual, después del asesinato del legendario príncipe Siyavash, su mujer Farangis se corta el pelo para protestar contra la injusticia y expresar la tristeza. Podrían haber utilizado armas para hacer la revolución, pero han escogido el pelo. ¿Por qué es tan poderoso?

Un buen día o un mal día

“El cabello lo es todo”, le dice la protagonista de la serie Fleabag al peluquero que ha cortado el pelo desastrosamente a su hermana Claire. Y añade: “Nos gustaría que no fuera así para poder pensar de vez en cuando en otra cosa. Pero es así. Es la diferencia entre un buen día y un mal día. Quieren que pensemos que es un símbolo de poder y de fertilidad. Algunas personas son explotadas por culpa del cabello y a ti te paga las malditas facturas. El pelo lo es todo”. Desde la metáfora de “oro undoso” de Quevedo hasta la Lady Lilith peinándose de G.D. Rossetti, la melena se ha alzado como un mito constante, como un agente fetichista e incitador de la imaginación del hombre que ha contribuido a reducir a la mujer a su físico. 

La melena se ha alzado siempre como mito constante, un agente fetichista e incitador de la imaginación del hombre

Erika Bornay, en la reedición que ha publicado Cátedra sobre La cabellera femenina, explora a través de la Historia del Arte y la Literatura las representaciones que han convertido la melena en el símbolo por excelencia de la feminidad. La cabellera se ha representado como un elemento erótico, objectualizador e intrínseco a la mujer. Como demuestra la reacción del personaje de Fleabag con el peluquero, la herencia de esta mirada masculina y canónica todavía pesa. Sin embargo, como ella, cada vez somos más conscientes, y eso ha generado nuevas manifestaciones artísticas que buscan resignificar la relación de la mujer con la cabellera.

Una batalla de representación

En la pintura Diego y yo, Frida Khalo expresa el sufrimiento amoroso a través de la melena, que se enrolla en su cuello y parece asfixiarla. Treinta años después, la artista alemana Annegret Soltau (Lüneburg, 1946) crea una serie de imágenes parecidas: se autorretrata mientras se rodea la cabeza con un hilo negro como su cabello, que le va envolviendo la cara hasta que parece una momia. La presión del hilo es dolorosa: deforma, impide mirar y hablar. Parece atrapada por su propio pelo. Finalmente, corta el hilo con tijeras y se libera.

Annegret Soltau, _Selbst_ 1-21, 1975

Annegret Soltau, ‘Self 1-21’, 1975 

Annegret Soltau @ VG-Bildkunst, Bonn. Cortesia de la Galerie Anita Beckers i de la artista

La relación de la mujer con la representación de la cabellera pasa por una revisión de la mirada masculina

Ambas artistas confrontan la representación erótica tradicional de la melena y la resignifican desde la mirada femenina para hablar de represión y liberación. La historiadora del arte Griselda Pollock apunta en Diferenciando el cánon, que acaba de publicar EX(it)LIBRIS en castellano, la importancia de la batalla de la representación desde una perspectiva feminista. En la contemporaneidad, la relación de la mujer con la concepción y representación de la cabellera pasa por una revisión del canon, históricamente construido por la mirada masculina. Las manifestaciones culturales de los últimos años no solo cuestionan el valor social de la melena femenina, sino que también buscan apropiarse de ella para crear nuevos discursos.

Del rapado a la hiperfeminización

En la cultura pop, uno de los casos de resignificación de la melena más impactantes lo protagonizó Britney Spears en el 2007. La cantante entró en un salón de tatuajes seguida de un alud de paparazzi y, con una máquina de afeitar, se rapó la icónica cabellera rubia de estrella del pop. Explica Erika Bornay que, históricamente, cuando se rapaba el pelo a una mujer se hacía como castigo y humillación. En Francia, en la Segunda Guerra Mundial, afeitaban la cabeza a las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales con soldados alemanes. En la ficción, lo sufren perso­najes como Emma en V de Venedetta o Cersei Lannister en Juego de Tronos. La diferencia entre estos personajes y Britney Spears es que ella se deshace de la melena por voluntad propia. Haciéndolo toma el control sobre su imagen y resignifica un acto que hasta entonces era desfeminizador y anulador para las mujeres.

Symone

Symone vestida de Medusa para el concurso ‘RuPaul Drag Race’ 

Max Bronner

Symone

Symone 

Max Bonner

El pelo no solo tiene la capacidad de desafiar las convenciones de la identidad femenina, sino que también es un medio clave en la articulación de nuevos lenguajes para una feminidad más abierta y libre. Un ejemplo de eso es el drag, una de las expresiones artísticas contemporáneas que más alimentan la capacidad transformadora de la cabellera femenina. A partir de la teatralización, se reducen al absurdo los estrictos límites que se han impuesto a las categorías de masculino y femenino. Symone (Conway, 1995), la ganadora de la temporada trece del popular concurso RuPaul’s Drag Race en Estados Unidos, protagonizó la final con dos looks donde las pelucas juegan un papel clave: para su presentación viste una peluca estructural que representa el pelo de Medusa, la ninfa que dejaba petrificados a todos los hombres que la miraban. En la categoría Rojo por todas partes, luce un vestido confeccionado por uñas acrílicas y una peluca rubia de dos colas altas sujetadas por dos manos falsas gigantes. Mediante las pelucas, Symone construye personajes que juegan a llevar las convenciones de la feminidad a extremos poco atractivos para la mirada masculina ­tradicional y, así, repensar las estructuras heteronormativas.

Nuevas manifestaciones artísticas buscan resignificar la vieja y canónica relación de la mujer con su pelo

La artista Lorna Simpson (Nueva York, 1960) también utiliza las pelucas de mujer para reflexionar sobre las convenciones de la belleza. En su pieza Wigs despliega veintiuna litografías de pelucas de pelo afros, trenzados y rubios, entre otros. Todas están fijadas en una pared con alfileres como si fueran muestras científicas. A su alrededor añade textos como “fuerte deseo de difuminar”, que hacen referencia a relatos históricos o proverbios que hablan sobre la apariencia. Mediante las frases y las imágenes, la artista se refiere al cuerpo sin incluirlo, invitando al espectador a crear narrativas sobre quién podría usar las pelucas. Su objetivo es profundizar en las implicaciones sociales y políticas que ha tenido la cabellera, poniendo especial énfasis en las mujeres negras.

Bester V, Mayotte, 2015, IMG_9257OP

Zanele Muholi, ‘Bester V, Mayotte’, 2015 

 

Don’t touch my hair

“No me toques el cabello/ Son los sentimientos que tengo/ No me toques el alma/ Es el ritmo que conozco/ No me toques la corona/ Dicen que es la visión que he encontrado” canta Solange en su álbum A Seat at the Table. Para las mujeres negras el pelo nunca ha sido solo pelo. En este caso, la artista critica el supremacismo blanco que mira a las personas negras como un espectáculo en vez de como seres humanos iguales.

Rapándose su icónica cabellera rubia, una artista pop como Britney Spears protagonizó un acto de resignificación

La youtuber afroamericana Shanspeare explica en su vídeo-ensayo sobre la historia del cabello afroamericano que, en África en el siglo XV, el cabello era un indicador de antecedentes familiares, de estado social, de espiritualidad, tribu y estado civil. Se lucía como una corona, como la parte superior del cuerpo que ayudaba a la gente a comunicarse con los dioses. En la obra Heritage Pearls, Sonya Clark (Washington D.C, 1967) presenta un collar dentro de una caja hecha para guardar joyas con la inscripción “Heritage. Cultured Pearls”. En vez de perlas, sin embargo, el collar está hecho de bolas de pelo. El cabello afroamericano, históricamente despreciado, se presenta aquí como algo muy valioso: la artista busca que el conocimiento y las narraciones que hay detrás de la cabellera de las mujeres negras sea una herencia que se transmite de generación en generación. La esclavitud en los Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX, la discriminación social y económica por llevar ciertos peinados alejados de la belleza eurocéntrica y el sometimiento a productos químicos para alisar el pelo, son algunos hechos históricos que las mujeres afroamericanas también heredan como pasado propio.

Pearls Heritage

Sonya Clark, ‘Heritage Pearls’, 2010. Caja de joya y pelo de la artista 

Taylor Dabney

Peines para pelos afro, lápiz de colores, pinzas de tender la ropa y tubos en forma de espiral de la lavadora, entre muchos otros objetos, se entrelazan y dialogan con el pelo de los autorretratos de Zanele Muholi (Umlazi, Sudáfrica, 1972). En los últimos meses, tanto la Tate Modern como el IVAM han dedicado exposiciones a la artista que reclama y captura su negritud desde una fotografía mayoritariamente disparada en blanco y negro. Definida como persona de género no binario, la artista utiliza tonos oscuros profundamente saturados que atrapan la mirada del espectador para poner sobre la mesa cuestiones como la identidad de género, el racismo y el eurocentrismo.

En el autorretrato Bester V, Zanele Muholi rinde homenaje a su madre Bester Muholi, superviviente de las separaciones entre amantes, hijas y madres ­legisladas por el apartheid. La artista dispone un conjunto de estropajos plateados sobre su cabeza como si fueran su pelo. La madre de Muholi trabajó toda la vida adulta en las cocinas de los demás: criando hijos y limpiando platos que no eran los suyos. Con esta corona plateada, la artista toma el nombre de su madre para convertirse en ella ante la cámara y poner de manifiesto las pruebas que tuvo que soportar. La representación del cabello no solo actúa como ­homenaje cargado de amor entre generaciones, sino también como sátira mordaz a la servidumbre. El cuerpo desnudo de Muholi emerge de las sombras de sus antepasados para desafiar la tiranía de la clasificación y liberar el malestar de la situación sufrida.

Rosalía: la Lady Godiva del 2022

En un versículo de los Corintios, la Biblia dice: “Para la mujer es gloria dejarse crecer el pelo, porque el pelo le es dado a manera de velo para cubrirse”. Y así lo hizo Lady Godiva, la protagonista de la leyenda medieval británica que tuvo que pasear sobre un caballo desnuda y con la melena como único vestido para liberar el pueblo de Coventry de los impuestos abusivos de su marido. Beyoncé se ha inspirado en esta imagen para presentar su nuevo disco Renaissence, en cuya portada aparece semidesnuda y con una larga melena sobre un caballo.

Rosalia. Acne Studios

Rosalía, imagen para Acne Studios 

 

Cabelleras oscuras que se arrastran por tierra como serpientes y trenzas largas que parecen látigos también aparecen en la campaña que la top model Bella Hadid acaba de lanzar con la marca About You. Si el cabello muy corto o rapado se utilizaba para desafiar la imagen canónica de la feminidad, ahora la melena larga también se convierte en símbolo de poder para las mujeres. Pero si hay una artista que está sacando jugo de la cabellera como fuente de expresión es Rosalía (Sant Esteve Sesrovires, 1992). En el Motomami Tour, protagoniza una performance en la cual, recién desmaquillada y sentada en una silla de barbería, se corta un mechón de pelo con unas tijeras, se lo mira, lo tira al suelo y, ­finalmente, se deshace la trenza para dejarse la cabellera libre. “Fuck el estilo/ Fuck el stylist/ Tela y tijera, y ya/ Cógela y córtala, y ya” dice en Sao­ko, la canción que abre el disco, donde ya adelanta un proceso de autoco­noci­miento, cambio y transformación. La artista continúa el espectáculo con el pelo al natural y la cara al descubierto, liberada de todo artificio estilístico para conseguir una transmisión pura y directa entre el público y la música, la verdadera protagonista.

Con Rosalía, la cabellera larga se transforma en emblema de feminidad poderosa, metáfora de autosuficiencia

Paralelamente a los conciertos de la gira, Rosalía ha sorprendido alzándose como nueva imagen de una de sus marcas de ropa preferidas: Acne Studios. Ya no son las uñas largas las que definen la imagen de la artista, sino una melena oscura ondulada que cae hasta los pies. La luce como un vestido, con un cinturón que la recoge para cubrirle parte de su cuerpo. En este caso, la cabellera larga es e l em­blema de una feminidad poderosa, que no necesita de nada más que lo que le es dado para presentarse al mundo. Es una metáfora de autosuficiencia y, por lo tanto, de inde­pendencia y fortaleza. Tal como hace en los conciertos y en las canciones de Motomami, en esta imagen se desprende de todas las ­capas y parafernalias hasta llegar al núcleo del concepto que ella quiere expresar, que es lo bastante poderoso para seducir sin artificio.

El cabello como material artístico

Kathy Prendergast. The End and the Beginning II, 1996

Kathy Prendergast, ‘The End and the Begining II’, 1996 

Collection of the Arts Council of Ireland. Cortesia de la artista y de la Kerlin Gallery, Dublin 

The End and the Begining II es una obra de la artista irlandesa Kathy Prendergast (Dublín, 1958). Un portahilos de madera está rodeado por pelo enlazado de tres generaciones: el de la abuela, la madre y la hija. Coherente con una producción que explora la identidad, el poder, la memoria, el cuerpo femenino y la familia, Prendergast apuesta también por materiales que metamorfosean con el paso del tiempo: de esta manera, las obras cambian como también lo hacen los seres vivos. El uso del pelo como material artístico es también una manera transgresora de apropiarse de la melena. En este punto, la cabellera se convierte en un agente activo y capaz de crear nuevos discursos, que, incluso, pueden estar desvinculados de la feminidad. Obras como Exodus II de Mona Hatoum, dos maletas unidas por un mechón de pelo, o Keep, de Alice Maher, una estructura cilíndrica hecha a partir de trenzas de pelo, contribuyen a liberar la cabellera de su relación histórica e intrínseca con la mujer. No hay manera más eficaz para subvertir y apropiarse de un símbolo que otorgándole la libertad para que cada uno lo pueda utilizar como quiera para expresarse. Como ha dicho la escritora persa Shara Atashi con relación a la acción de cortarse el pelo de las mujeres de Irán: “Ha llegado el momento que estábamos esperando. La política alimentada por la poesía”.


Lee también

Catalina Gómez Ángel

Elnaz Rekabi, que se ha hecho popular al participar en un encuentro deportivo internacional sin velo

La cabellera lo es todo