Indagando en las huellas que dejó Lorca en Madrid: un poeta y un ‘Amigo’

“La nieve cae de las rosas, pero la del alma queda, y la garra de los años hace un sudario con ellas. ¿Se deshelará la nieve cuando la muerte nos lleva? ¿O después habrá otra nieve y otras rosas más perfectas? (…)”, preguntaba Lorca en su Canción Otoñal. El poeta miraba a la muerte a los ojos y se aferraba a sus versos, a sus creencias, a sus aspiraciones, a sus amigos y a la España en la que creía. Ese Lorca de Granada, el poeta en Nueva York, el estudiante de Madrid, es recordado a día de hoy. Y el Lorca de un nombre menos sonado pero no menos importante, del filósofo y confidente del poeta, Joaquín Amigo, con quien conversaba y compartía inquietudes, y quien murió asesinado el 27 de agosto de 1936.

De Lorca, recién cumplidos los 86 años de esa trágica madrugada en el que la sangre manchaba su nombre, asesinado por los partidarios del golpe de estado, se recuerda el mensaje social y político que acompañaba siempre a su obra. Figuras como la escritora Ana Merino, quien ha sacado su novela Amigo, estudian detrás de las huellas de este poeta, pero, en su caso y sobre todo, de Joaquín Amigo, y siguen con el legado de los autores cuyas voces fueron silenciadas en una época concurrida cuando el pueblo más las necesitaba. Merino ha descubierto al Lorca de las cartas: una persona que era enormemente sensible, preocupada por transmitir su ilusión. 

Esta faceta de Lorca la encuentra por medio de los mensajes que enviaba a su fiel compañero, el filósofo y profesor Joaquín Amigo, sobre quien abarca la obra de Merino y quien muere asesinado por el Frente Popular tan solo nueve días después del poeta, arrojado por el Tajo de Ronda. La autora encontró en esta figura la inspiración para su novela a mediados de 2019, y decidió hacer ficción realista sobre Inés, becaria en la segunda mitad de los 90 que empezaría a indagar en un archivo de la Residencia de Lorca. Merino se convertía en Inés e investigaba en un archivo, pero en el de María Bastos Amigo: la nieta de Joaquín Amigo que acababa de heredar sus pertenencias y, después de conocer a Merino por pura casualidad durante llamadas del confinamiento, le pide ayuda para reorganizar aquellos tesoros de un gran confidente de Lorca, de su apoyo durante sus días de creación de la Revista Gallo.



Y ahí conoce a un Lorca que escribe a Amigo sobre cómo se siente en soledad, que se encuentra a sí mismo a solas, entre las calles de Barcelona, con sus miedos y preocupaciones. Un Lorca que comparte su proceso creativo, en las cartas que envía a Amigo desde Lanjarón, escribe poemas del Romancero Gitano y que comienza sus aventuras en Madrid. Porque, ante todo, también existió ese Lorca de Madrid y los comienzos de la Casa de Bernarda Alba, entre tantos otros comienzos que no llegaron a ver su final por aquella devastadora desgracia del 19 de agosto de 1936, cuando el Gobernador Civil de Granada ordenó detener y ejecutar al poeta. Días después, Amigo le seguiría en la desgracia. Pero, por el momento, paso a paso: aquí va la ruta de los lugares más míticos de Lorca en Madrid, y las referencias a su amistad con este filósofo.

La Residencia de Estudiantes

Lorca cumplía sus 21 años en 1919 y, por ende, aterrizaba en esta residencia de la Madrid, en la calle Pinar 21-23, bajo la insistencia del político Fernando de los Ríos, a quien también acompañaría a Nueva York (Poeta en Nueva York) en 1929 para aislarse de su tremenda crisis personal. La Residencia de Estudiantes de Madrid, con Alberto Jiménez Fraud como director, sería el hogar del poeta en este tiempo. Allí viviría sus aventuras e historias, pequeños y primeros encuentros con algunos autores como Rafael Arberti, con quien tuvo una difícil, tensa pero conocida relación.

“Que yo saldré a esperarte, amortecido,

Hecho junco, a las altas soledades,

Herido por el aire y requerido

Por tu voz, sola entre las tempestades”, versos de Alberti a Lorca después de su asesinato.

También coincidió con Dalí, entre los cuales saltaría una chispa, algo platónica, con el tiempo. Un “amor erótico y trágico”, en palabras del pintor, que no le fue correspondido. “Siempre se habla de Dalí, aunque también hay amoríos con gente menos conocida. Algunos se cuentan en En tierra extraña, una obra teatral donde se representa a Lorca y se mencionan algunos romances más cortos. Creo que todo esto nos ha ayudado a tener en la cabeza que era una persona abiertamente del colectivo”, reflexiona Daniel Valero, conocido como Tigrillo, activista LGTB, quien reflexionaba sobre el asesinato del poeta en estos días, como hace cada año.

“Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar (…). Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar”, versos de Dalí a Lorca.

Lorca publicó, por su parte, Oda a Salvador Dalí en 1926 y, al año siguiente, el granaíno dio rienda suelta a su pincel y llevó a cabo su primera exposición en la Sala Dalmau de Barcelona gracias a la insistencia de su compañero.

Cuando la novelista Ana Merino cursaba su carrera, allá por los 90, trabajaba en la Residencia de Estudiantes de Madrid como asistente y ayudante. Allí se pudo impregnar de lo maravillosa que era a finales de los 90, poniéndole micrófono a figuras como Chavela Vargas, Octavio Paz, Blanca Varela. En esa época, cuando se hacía la Reforma del Transatlántico, pudo tener contacto con el piano de Lorca y el archivo del mismo autor, ahora trasladado. “Pasaron muchas cosas en torno a aquel lugar tan mágico”, rememora, magia que descubriría en cuanto a las confidencias de Lorca a Amigo. 

Ana empezó a encontrar las tres cartas de Lorca, notas sobre la Revista Gallo, los primeros poemas de Luis Rosales. “Me doy cuenta de que Joaquín Amigo es una persona con muchísima fuerza y muchísima importancia, y que ha quedado olvidada por avatares desafortunados del destino”, concluye Merino. Una persona energética, un filósofo y profesor asesinado con nueve días de diferencia que Lorca, lanzado por el Tajo de Ronda, y, al igual que el poeta, su cuerpo no apareció.



De las cartas largas que Ana descubrió, enviadas a Amigo por Lorca, hay una de cuatro páginas desde Cadaqués con Dalí, de 1927, que alude al éxito de Mariana Pineda y a la exposición que hizo Lorca en la Galería Dalma. Otra de 1925, desde Lanjarón, de tres páginas, cuando estaba haciendo nuevos poemas del Romancero Gitano. Y una de dos páginas desde el Gran hotel Condal, en Barcelona, muy intimista. Entre las postales y las notas, hay algunas que Lorca enviaba desde la Residencia de Estudiantes y que Merino destaca.

“La postal de la Residencia venía con una imagen preciosa de aquel lugar y me hacía sentir total emoción”, comparte la novelista, recordando que su Inés estaba en aquel lugar quedándose entre las paredes donde comenzó a crecer Lorca, estancia que ella misma recomienda para visitar, así como a la recreación de la habitación de Lorca, y, añade, residencia donde existe la posibilidad de hospedarse para aquellos investigadores. En la Residencia, Lorca permaneció hasta 1926.





Lorca en el Teatro

La nueva ilusión de Lorca, El maleficio de la mariposa, terminó como un fracaso en su carrera. Corría el año 1920, cuando, el 22 de marzo, este autor de la Generación del 27 se desesperaba por los malos resultados de su obra desde el escenario del Teatro Eslava. Un realismo mágico casi adelantado a su época, con el que el poeta lloró en cartas a su amigo Joaquín. De este tropiezo se recuperó más tarde, gracias al triunfo de su Yerma en el Teatro Español, obra donde cuestiona los roles del hombre y la mujer en sociedad, en 1934.

“Yo no pienso en el mañana; pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un libro leído. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad”, F. G. Lorca en un fragmento de Yerma.

En esta etapa se descubre a un Lorca ilusionado e inquieto para que salga adelante la Revista Gallo, sabe que Joaquín es una persona pragmática y tenaz, un gran motor al que le pide ayuda y le insiste que tienen que hacerlo a toda costa, porque entiende que Amigo va a tener esa energía y va a estar detrás de que se cumplan las entregas y sus proyectos. “Hay una carta muy bonita en las que comenta los ejercicios de un estudiante inspirante a escritor y le ofrece su ayuda”, destaca Ana Merino, entre las confidencias de Joaquín. En otra carta se ve a Dalí, cuando estaba con Lorca en Cadaqués, y una postal que envía Dalí a Lorca, y que llega a Amigo. También se ven las primeras impresiones del montaje de Lorca con Mariana Pineda en Barcelona. Se descubre al Lorca más creativo, compartiendo miradas y energías con Joaquín. 

Sus tertulias entre cafés

Reinaban los cafés de Madrid allá por los años veinte y treinta, después de que el Trienio Libreral (1820-1823) los popularizara. Las tertulias sembraban las ideas políticas e intelectuales de la época, y Lorca no iba a faltar entre sus asistentes. El Café Lion, número 59 de la calle de Alcalá (el actual James Joyce Irish Pub Madrid) y el aún presente Café Gijón, número 21 de Recoletos. Por ahí daría pie a sus ideas y sus versos en presencia de nombres como Valle-Inclán, Galdós, y muchos más que enriquecieron su posición social y política a lo largo de su historia, junto a la calidad de su obra. “Su trayectoria vital es muy importante para la gente, aunque lo que estudiamos en los institutos no lo reflejase tanto como debería porque cuando un autor o cualquier tipo de personaje histórico es cisheterosexual, normalmente, conocemos mucho más de su vida, de lo que llegaremos a saber de una figura del colectivo LGTB”, reclama Tigrillo. 



“Le metí dos tiros en el culo, por maricón”, fanfarroneaban los soldados que asesinaron al poeta, quien posteriormente fue arrojado a una fosa común, igual que el olvidado cuerpo de Joaquín Amigo. Según los informes policiales de entonces, se le ordenó la muerte por “socialista, masón” y “prácticas de homosexualismo”, algo que cabe recordar durante estos días de, aún, luto. “Había un motivo de odio y un motivo ideológico, evidentemente todas las muertes de esa guerra eran ideológicas, pero había ese plus de odio y de intentar mantener la sociedad bajo unos cánones y estatus quo de vida que se adaptasen a lo que tenían pensado los golpistas, a cómo se mantuvo tantos años después”, reclama el activista, ante un  asesinato que anticipaba lo que le esperaba a toda la sociedad española del momento y, en especial, “a todas las personas que salieron perdiendo”.

“A Lorca lo mataron por maricón, que es lo mismo que oyó antes de morir Samuel, cuando en julio de 2021 fue asesinado. Algo que siguen escuchando tantísimos jóvenes LGTB cuando son acosados, hasta que deciden acabar con sus vidas. Hay muchos asesinatos sociales que no llaman la atención mediática como lo de Samuel pero siguen pasando, la gente sigue creyendo que lo de Lorca pasó hace 86 años y lo de Samuel es un caso aislado, pero pasa de forma constante”, llama a la reflexión Tigrillo.

La Barraca en la Universidad de Madrid

Lorca dio cabida a la política cultural de la República con su teatro universitario La Barraca, grupo de carácter ambulante que dirigió con Eduardo Ugarte. Buscaba llevar el teatro clásico español a los pueblos españoles, bajo el paradigma de la instrucción pública que movió los años republicanos. 

Cabe destacar sus representaciones en el 1932, con el estreno de la primera función de La Barraca en la plaza de Burgo de Osma, a la que siguió una pequeña gira y, asimismo, también con la confrontación política de “enemigos de la República” que acudieron a boicotear alguna representación. Ese mismo año, en verano, también representaron dentro de la Universidad Central (la actual Universidad Complutense). En 1936, el grupo se despediría con una última función en el Ateneo (C. del Prado, 21).



De todos los trabajos de Lorca, asimismo, Ana Merino pone en común su espiritualidad, ciertamente compartida con Amigo: “Forma parte de la experiencia del ser humano, cómo alguien puede interpretarla por medio de diferentes experiencias culturales”. La novelista destaca una vertiente del cristianismo social en Joaquín, y lo compara con una espiritualidad también presente en Lorca, “en paisajes y experiencias, una persona profunda y espiritual, ligada a su cultura”. Eran personas que escuchaban, recibían muchas cartas de sus amigos, como ha podido ver la novelista en su investigación sobre Amigo, y por medio de las cuales el autor entiende.

Los inicios de Bernarda Alba: Alcalá 96

Cabe recorrerse ese rinconcito donde también hubo historia y noches de mucha escritura. Solo hay que caminar por la calle de Narváez, más allá de la avenida de Felipe II, justo donde se encuentra un edificio verde que se enmarca en el número 96 de la calle de Alcalá. Gracias a su recorrido por diversas obras, se permitió vivir en aquella buena zona y se acomodó, según cuentan, para dar pie a los inicios de La Casa de Bernarda Alba en 1935 y, asimismo, la que dejó sin acabar, por el terrible desenlace, en 1936: La Fuerza de la Sangre.

La fachada del edificio aún conserva una placa que recuerda al autor y su residencia en la séptima planta, que cita una de sus célebres conferencias: “El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre”. Y, poco después, llegó un final sobre el que Ana Merino reflexiona que ninguno se podría esperar: “Creían en la vida, van hacia un mundo bueno”. Hay cartas sobre el Desastre de Anual y sus amigos, otros documentos sobre las complicaciones en ciertos momentos históricos, las carreras políticas de otros amigos… pero Lorca y Joaquín, según la investigación de esta novelista, querían ir más allá en la poesía y la celebración de la creatividad, ellos buscaban crear y llevar la voz de lo que se está haciendo en Europa.

“Estoy segura que no daban crédito a lo que estaba pasando, incluso instantes antes de ser asesinados. Joaquín era un profesor de filosofía, muy involucrado y abiertamente practicante en su cultura, de pronto, se convierte en un objetivo. En el archivo, incluso, están las tareas de sus estudiantes pendientes de devolver después del verano”, añade la novelista. Lorca estaba con su familia, pidió ayuda a un Luis Rosales que no se imaginaba que se lo iban a llevar. “Los primeros poemas de Luis Rosales, asimismo, se pueden ver en los archivos. Es Joaquín quien lo conoce y se lo presenta a Lorca, a grandes amigos a los que admiraba y que perdió”, dicta Merino.

La estatua en Santa Ana y el presente del poeta

El recuerdo realzado en bronce que destaca también en Madrid es, sin duda, la estatua a tamaño real del poeta que encabeza la plaza de Santa Ana desde su inauguración en 1984, con una paloma entre sus manos que se encuentra en paradero desconocido desde este verano. Y está, por supuesto, delante de su Teatro Español. Muchas personas suelen abrazarse en un discurso de “hemos ganado nosotros” o “Lorca ganó”, a pesar de su asesinato. A algunos se les viene este pensamiento nada más ver la estatua alzada en plena plaza, al respecto del impacto del poeta a toda una generación futura, por lo que fue, por su mensaje y por la continuidad de su obra (solo basta decir que La Casa de Bernarda Alba continúa representándose a fecha actual en el Teatro Español).

Pero la visión se contradice, tal y como recalca Tigrillo: “Estamos romantizando un asesinato. Una persona a la que le han pegado varios tiros y lo han abandonado en una fosa común cuando no llegaba ni a sus 40 años… no es una victoria para Lorca en absoluto. Tampoco ganamos el resto, porque la cultura y la libertad de este país estuvieron secuestradas durante décadas. Hubo un retraso a nivel social que aún retumba, aún existen asociaciones dedicadas a la exaltación del régimen franquista, aún queda mucho de la cultura que se impuso en medios de comunicación secuestrados, queda mucho de odio”.

Su obra se siguió recordando, pero quizá se hubiera seguido recordando si hubiera sobrevivido, incluso existirían muchas más de Lorca si no le hubieran asesinado a aquella joven edad y habría más información sobre cómo se reflejaron esos años a través de sus versos o sus obras teatrales. “Entiendo que todo eso lo hemos perdido. Es muy devastador pensar que perdimos y que seguimos perdiendo, pero lo que no podemos es usar una frase con la que quedarnos con la conciencia tranquila y con la sensación de que no hay más que hacer. Y, sobre todo, con una exculpación de la gente que, a día de hoy, en caso de que estallase una guerra, no dudaría en repetir ese asesinato”, sentencia el activista.



Las lenguas hablan de que “son heridas del pasado” o “hay que dejar de remover porque eso solo hace daño”, y Tigrillo reclama un pasado que sigue vivo y presente, que no se ha superado, y sitúa como prueba al cuerpo de Lorca, perdido en una fosa común y sin sitio en el que se le pueda llorar. “Los restos de Queipo de Llano, quien estaba en el bando golpista, están enterrados en la basílica de la Macarena. Aunque eso pasara hace muchos años, lanza un mensaje a día de hoy muy potente a la población: tu orientación sexual, depende de tu ideología política y de la forma en la que te posicionaras, era un futuro u otro, te aguardaba que merecieras, siquiera, que te puedan llorar”, reclama. Recuerda la necesidad de recordar la historia de forma constante, para huir de reinterpretaciones: “Hay que recordar cuando una diputada de Vox dijo que hoy en España, Federico García Lorca votaría a Vox”.

A esto cabe añadir que Lorca, ante la pregunta de “¿por qué un español malo tiene que ser más hermano nuestro que un chino bueno?” (revista Sol, 10 de junio de 1938), su respuesta fue: “odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego, no creo en la frontera política. Amigo Bagaría: No siempre los interviuvadores van a preguntar. Creo que también tienen derecho los interviuvados. ¿A qué responde esta ansia, esta sed de más allá que te persigue? ¿Tienes verdaderamente deseos de sobreviviente? ¿No crees que esto está ya resuelto y que el hombre no puede hacer nada, con fe o sin ella?”. 



Joaquín, por su parte, fue asesinado cuando su esposa estaba embarazada, y ella guardó todo con cuidado, incluyendo los recuerdos de ambos amigos, y le permitió a Ana, posteriormente, fijar a su personaje con la experiencia de abrir un archivo familiar en los primeros 21 días. “La parte humana y emocional de descubrir voces, personas y del sentido de la historia, la amistad y los valores de fraternidad, las ideas de los años 20 y el Joaquín Amigo de entonces, quien leía a Freud, tenía inquietudes psicoanalíticas, interpretaba los sueños, daba clases de Ortega y Gasset… era un filósofo de entonces, una persona muy plena, con amigos de muchas directrices”, recuerda la novelista. Eran los años 20 y representaban a esa cantidad de temas que se estaban hablando y se escuchaban, así como quien fue un gran apoyo a Lorca. 

“¿Si la muerte es la muerte, qué será de los poetas y de las cosas dormidas que ya nadie las recuerda? (…) Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas y todas las rosas son tan blancas como mi pena”, Federico García Lorca en ‘Canción Otoñal’.

La novelista, que continúa su investigación por los archivos y promete una futura publicación de un próximo ensayo divulgativo, habla de Amigo como “uno de esos personajes secundarios tan importantes en la vida de aquellos que brillan mucho, porque la emoción de los genios necesita también la inspiración y la comprensión de los amigos”. Como bien dice su apellido, Joaquín Amigo era eso: una energía impulsora, “un catalizador de talento que dio mucho apoyo desde el principio”, según relata. Están los apuntes de diario, sus notas de cuando eran jóvenes y donde ya mencionaba a Lorca. Había muchas sinergias importantes que la guerra civil se llevó por delante.

Indagando en las huellas que dejó Lorca en Madrid: un poeta y un ‘Amigo’