Gabri Ródenas: “Hay que recorrer el camino de baldosas amarillas con el corazón de un niño”

Foto de portada: ©Flu

Después del éxito internacional de su anterior novela, La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta (Urano, 2018), Gabri Ródenas se vuelve a subir al avión de Antoine de Saint-Exupéry para sorprendernos con una nueva fábula, un hermoso cuento, El artificiero y la mariposa (Diana, 2022). Esta última obra es un gran viaje interior, un ejercicio de descubrimiento personal en una situación límite. Si en la anterior entrega fue doña Maru la que nos llevó a conocer el mundo fantástico de Ródenas, esta vez es Bimorí —una mariposa que vivirá una particular metamorfosis después de caerse del trapecio— la que nos guiará para conocer a una colección de curiosos personajes que nos harán reflexionar y nos ayudarán a respondernos a las preguntas importantes, esas que tanta pereza y miedo nos da formularnos.

Hablamos con Gabri Ródenas en Zenda de baldosas amarillas, el espejo de Alicia, mariposas, «Jo» March y de cómo superar el dolor.

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—Mientras leía su libro, pensaba: continuamos empeñados en seguir el camino de baldosas amarillas, aunque al final el Mago de Oz sea un engaño.

Cuando nos vamos haciendo adultos esa magia se va a borrando. Esa es la metáfora de las baldosas amarillas

—La verdad es que es una idea muy interesante. Sí, es un engaño, pero eso no significa que no tengamos que seguir buscando. Ahí está un poco la mentalidad de niño que debemos conservar, sin perder, por supuesto, la perspectiva de la madurez. Hay que recorrer el camino de baldosas amarillas con el corazón de un niño, con la esperanza de que al final va a haber un poco de magia. Porque cuando nos vamos haciendo adultos lo que pasa, precisamente, es que esa magia se va a borrando. Esa es la metáfora de las baldosas amarillas.

—Además de los libros de L. Frank Baum, también están presentes en su novela otras historias como las de Alicia y Peter Pan.

—Esta novela podría verse como una especie de anti Peter Pan. Como un Peter Pan que quiere crecer. También está la referencia al personaje de Alicia, tanto en El País de las Maravillas como A través del espejo. Es obvia. Todo el relato está impregnado de esa fantasía simbólica. Hay gato. Incluso hay algún conejo, aunque no se vea, pero se menciona. Yo pienso que Alicia es un libro para adultos, aunque se haya enfocado tradicionalmente como infantil. No soy capaz de comprender cómo un niño puede entender el texto de Alicia y, sin embargo, lo disfruta. Incluso más que un adulto. Sobre todo las adaptaciones cinematográficas de Disney, porque el libro es muy complejo. Esta obra es un mensaje de crecimiento. Alicia es un personaje rebelde, probablemente uno de los primeros de la literatura contemporánea, que se opone a cualquier tipo de convención. Lo que ella quiere es crecer. Ese es el sentido de la novela. Y en mi libro El artificiero y la mariposa también quería jugar con esa dimensión, entre la fantasía y la búsqueda del crecimiento interior en un sentido amplio.

—Esa búsqueda del crecimiento está muy influenciada por tu conocimiento y tu interés por el mundo oriental.

—No sé si mucho conocimiento, pero sí un gran interés. (Risas) Es algo que me llama la atención desde que tenía 18 años. Creo que el mundo oriental aporta una perspectiva mucho más fluida, mucho más flexible, que otros planteamientos occidentales, que también me gustan y están muy presentes, sobre todo, el estoicismo. Ahora que Marco Aurelio se ha puesto tan de moda…

—Luis Enrique.

Es que el estoicismo es la versión zen de la filosofía occidental. Coges Las meditaciones de Marco Aurelio y un texto taoísta y no hay una diferencia muy grande

—(Reímos). Sí. Es que el estoicismo es la versión zen de la filosofía occidental. Coges Las meditaciones de Marco Aurelio y un texto taoísta y no hay una diferencia muy grande. Mi libro está repleto de referencias orientales. Y también de la psicología; sobre todo, de Carl Jung. Y también… (piensa) No me gusta la palabra misticismo, porque prefiero ser bastante terrenal, pero sí que hay una cierta espiritualidad, no manida, no como un carpe diem o un positivismo en el que todo tiene que ser como Mister Wonderful. Huyo de esa perspectiva, pero sí creo que estamos empujados a mejorarnos como seres humanos. En ese sentido, una cierta dosis de espiritualidad, venga de donde venga, me parece interesante.

Foto: ©Flu

—Terminamos con esas influencias literarias. Leí en su Twitter que se hizo escritor por el personaje de Jo en Mujercitas, y que estudió Filosofía por influjo del profesor Bhaer.

—Si te soy sincero, llegué a esa conclusión recientemente. En una presentación me hicieron una pregunta —que suelen hacernos siempre a los autores—, «por qué me había hecho escritor». Yo siempre he ido dando diversas respuestas a lo largo del tiempo. A esta se sumó otra pregunta, «por qué la mayor parte de mis personajes protagonistas son mujeres». Entonces acudió a mi mente el libro de Mujercitas. Ese personaje de Jo, con tinta en los dedos, que la delata cuando conoce al profesor Bhaer, fue para mí un punto de inflexión. Probablemente lo leí de manera tardía. No leí Mujercitas siendo un niño, sino cuando iba a cumplir dieciocho años, un momento en el que tienes que decidir la carrera que vas a estudiar. Yo quería hacer cine, pero por una serie de circunstancias no pude hacerlo. Entonces aquel libro encendió la bombilla. Siempre me había gustado escribir, porque era un lector prematuro y voraz, pero no me decidía a dar el paso. No ha sido hasta hace relativamente poco que he descubierto la verdadera importancia de esos personajes y de ese libro en mi vida.

—La fantasía es el eje de sus novelas. ¿Es su forma de huir de la realidad? ¿Por qué no recurre a personajes de ficción más similares a los de carne y hueso?

Casi todos los cuentos infantiles tratan cuestiones terroríficas y terribles. Al recurrir a personajes fantásticos se suaviza un poco el mensaje

—Más que una fantasía entendida en un sentido contemporáneo, de hadas y cosas raras, se trata de un realismo mágico. Me gustan los personajes oníricos, sacados de un sueño. Más que una huida de la realidad —que es algo que no me caracteriza—, es una forma de presentar los temas o problemas de una forma más dulce, más suave, para acercarlos al público. Es una forma de quitarle hierro y dureza a ciertas cuestiones. Casi todos los cuentos infantiles tratan cuestiones terroríficas y terribles. Al recurrir a personajes fantásticos se suaviza un poco el mensaje. Esa es también la razón por la que recurro a la fantasía.

—La mariposa es un insecto que sufre una metamorfosis. Esa idea de transformación atraviesa toda la novela.

—Sí. Es el eje de esta novela, que como te decía antes, es un poco anti Peter Pan. En las novelas siempre hay una transformación del personaje, pero en este caso las costuras se ven más. Esto se hace explícito a través de esa metáfora de la mariposa, un insecto que tiene que sufrir una metamorfosis, que experimenta dentro de un capullo, en un entorno cerrado. Esa es la situación que vive la protagonista cuando está en coma. En ese capullo espiritual tiene que ir dando pasitos hacia su transformación. Aquí retomamos las referencias orientales, el tema del viaje del héroe, de cerrar el círculo en el sentido de volver al principio, pero siendo diferente.

—Bimorí significa «niebla». Que ese sea el nombre de la protagonista no es casualidad ni un artificio retórico.

Bimorí significa niebla y tiene un sentido concreto en el libro

—No voy a hacer spoiler. Al final se explica un poco su significado. Es un nombre tarahumara. Aparte de que sea bonito, siempre intento coger nombres extraños que no sean muy habituales, sobre todo para que no tenga una ubicación geográfica concreta. Me gusta recurrir a nombres que pueden funcionar aquí o allá porque no son de ninguna parte. Como dices, Bimorí significa «niebla» y tiene un sentido concreto en el libro.

—Al principio del libro la protagonista reivindica que sean los niños los que cuenten los cuentos a los mayores. Y no al revés.

—Eso es muy importante. Ten en cuenta que los niños tienen una mirada pura, sin prejuicios ni experiencias dolorosas en su mochila. La suya es una visión mucho más transparente, limpia e imaginativa. Están a caballo entre la realidad y la fantasía. Cuando crecemos nos hacemos más rígidos, pragmáticos. Perdemos esa capacidad de acercarnos al mundo de una manera novedosa, con sorpresa.

Foto: ©Flu

—Los seres humanos, como ocurre con la protagonista de su novela, ¿necesitamos llegar al límite para llegar a conocernos?

¿No sería mucho más fácil llegar a conocernos de una manera deliberada? No tener que esperar a que suceda algo verdaderamente dramático

—Esa es una pregunta que me parece interesantísima, pero a la que yo no te puedo dar una respuesta. ¿Por qué tenemos que llegar al límite? ¿No sería mucho más fácil llegar a conocernos de una manera deliberada? No tener que esperar a que suceda algo verdaderamente dramático, espantoso, un accidente o una pérdida, un trauma, para plantearnos seriamente —igual que Platón decía que la filosofía es la preparación para la muerte— ese autodescubrimiento. Hay gente que le tiene pánico al descubrimiento, como si fuera una cosa… magufa, cuando en el terreno del autodescubrimiento todos podemos mejorar y cambiar.

—¿Por qué nos cuesta tanto mirar dentro de nosotros mismos? ¿Nos da miedo lo que podamos encontrar?

—Efectivamente. De hecho, en la novela hay un personaje que representa precisamente ese miedo que tenemos a enfrentarnos a nosotros mismos, un miedo que no deja de ser una parte de nosotros. Lo que pasa es que nos da vergüenza, nos preocupa, nos asusta y no queremos reconocernos en esa imagen porque es diferente de la que queremos proyectar. Pero es muy saludable afrontarla, hacer las paces con esa parte oscura y reconciliarnos con ella, porque creo que a partir de ahí podemos avanzar como seres humanos.

—¿De qué manera debemos enfrentar su obra? ¿Un libro de autoayuda, un conjunto de relatos conectados o una novela de fantasía?

Mi hijo nació en enero, cuando el libro ya estaba en galeradas, y falleció ese mismo mes. Poder decirte esto es liberador

—Esa es la pregunta del millón. Al final doy alguna pista en la sección de agradecimientos al mencionar las referencias literarias. No me gusta el concepto de autoayuda como tal. Sí que está claro que esta obra tiene algo inspiracional, como los libros de los que hablamos, Alicia en el País de las Maravillas y El mago de Oz, aunque no me siento especialmente cómodo con la novela de inspiración o desarrollo personal en sentido estricto. Mi enfoque es mucho más literario. Con esta novela me sucedió igual que con La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta, que estaba intentando escribir un thriller y me salió una novela completamente diferente. Porque al final la cabra tira al monte. (Risas) Como dice el maestro Guillermo Arriaga, no eres el escritor que quieres ser, sino el escritor que puedes ser. Lo digo en un sentido positivo. Mientras escribía El artificiero y la mariposa mi esposa se quedó embarazada y desenfoqué el thriller y decidí transformarlo en un cuento, en una carta de amor hacia ella y nuestro hijo Dante, una carta de amor que por desgracia él no podrá leer. Mi hijo nació en enero de este 2022, cuando el libro ya estaba en galeradas, y falleció ese mismo mes. Te lo comento… porque decirte esto es liberador.

—Adelante.

—Ahora me siento más tranquilo, puedo hablar de ello. Te lo comento por si resulta de ayuda a alguien. También por naturalizar un poco estas cosas. Por si alguien está atravesando una situación similar, que no se sienta solo, que tenga un cierto alivio, una ayuda, un apoyo. Dicho esto, la novela es un canto de amor, de esperanza y absolutamente optimista. Que me haya tocado esta tragedia a mí no afecta al relato; que es esperanzador y quiero que sea un homenaje a mi hijo. La cicatriz te queda. La vida se detiene durante un tiempo, pero no se acaba.

—¿En algún momento llegó a pensar que su anterior novela, La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta, se iba a convertir en un éxito internacional traducido a decenas de idiomas?

Al final la abuela se recorrió el mundo de manera literal, porque no sé ni cuántas traducciones tuvo

—De ninguna de las maneras. Al final la abuela se recorrió el mundo de manera literal, porque no sé ni cuántas traducciones tuvo. Creo que estas cosas suceden de manera inesperada. Obviamente, hay que aprender a gestionar ese tipo de circunstancias porque no sabes si se va a repetir. Para mí fue un regalo. Es muy probable que esa circunstancia me permita seguir en este mundillo tan complicado una temporada.

—¿En qué está trabajando actualmente? ¿Cuál es su próximo proyecto de escritura?

—Cuando termine la promoción de esta novela tan particular voy a entregarme a mi nuevo proyecto, que me lo voy a tomar con mucha calma. Cuando digo «con mucha calma» pueden ser otros cuatro o cinco años. Pero me comprometo a no tener a los lectores esperando tanto tiempo. Tengo un par de bombas de humo en forma de novelas, cortitas, de infantil y juvenil, que espero que se vayan dosificando durante ese tiempo. Y también tengo un proyecto de guion. Bueno, en realidad ya está terminado. Hago un guiño por si algún productor está leyendo esta entrevista. Está en la línea de Cobra Kai y Regreso al futuro. Con ese nuevo proyecto voy a cambiar de registro, pero siendo fiel a ese realismo mágico.

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