El legado de seis mujeres místicas

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

La Edad Media conoció el florecimiento de grandes figuras místicas femeninas en Occidente. Hildegarda de Bingen encabezó el gran resplandor místico del siglo XIII, en el que mujeres como Santa Clara de Asís, Matilde de Magdeburgo, Hadewijch de Amberes, Margarita Porete y Santa Catalina de Siena escribieron acerca de su experiencia de Dios en lenguas vulgares, en unas obras que denotan su gran cultura y que constituyen el mejor testimonio de la espiritualidad femenina de la época.

La Baja Edad Media es el tiempo de Eloísa y Abelardo, de Leonor de Aquitania y de su hija María de Champaña; de las “cortes de amor”; el tiempo de los “lenguajes secretos”, los personajes legendarios y las aventuras prodigiosas; es el tiempo de la leyenda del Grial, de los “fieles de amor” y el “reino de la Dama”, de símbolos alquímicos y numéricos, y de trovadores, que entretejen un mundo nuevo y crean espacios literarios. 

Es el tiempo de mujeres que escriben y hablan acerca de lo que les sucede en un espacio invisible: su experiencia interior

Es también el tiempo de mujeres que escriben y hablan acerca de lo que les sucede en un espacio invisible: el de su experiencia interior.

La mujer perteneciente a las órdenes religiosas, a la nobleza y la alta burguesía, ocupó un papel destacado en la religión, como el poder de importantes abadesas, con numerosas reinas como Leonor de Aquitania (1122-1204), paradigma de mujer con relevancia política y extraordinaria cultura, protectora de trovadores y que, durante casi medio siglo, hizo y deshizo en la política europea.


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Efigie de la tumba de Leonor de Aquitania, 1204.

Terceros

La pérdida de derechos civiles por parte de la mujer no sucede durante la Edad Media en buena parte marcada por el derecho germánico, sino por la progresiva introducción del derecho romano, que negaba dichos derechos a mujeres y niños.

El misticismo está generalmente relacionado con la santidad. En el Cristianismo, se describen manifestaciones físicas sobrenaturales denominadas milagros, como los estigmas y fenómenos parapsicológicos. 

Mística también designa “el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones”.

1. Hildegarda de Bingen

Hildegarda de Bingen nació el 16 de septiembre de 1098 en Bermersheim vor der Höhe. Es conocida también como la Sibila del Rin o Profetisa teutónica. Su vida transcurre en un siglo de ebullición intelectual, religiosa y política.

Fue una de las mujeres más extraordinarias de la Edad Media. Gebeno de Eberbach, en 1220, recopiló sus escritos proféticos, Speculum futurorum temporum, del que se conservan más de cien manuscritos, que dan idea de su extraordinaria difusión.

Poetisa y música, nos ha dejado 78 cantos de alabanza


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Santa Hildegarda y su comunidad de monjas en una miniatura del siglo XIII.

Santa Hildegarda y su comunidad de monjas en una miniatura del siglo XIII.

Dominio público

Visionaria, teóloga, abadesa y médica y a ella le debemos un repertorio sorprendente de las virtudes curativas de la naturaleza.

Confiada a los ocho años al monasterio benedictino de Disibodenberg, se convierte en su abadesa a los 30 años. Es llamada por el papa Urbano II para que pueda exponer sus visiones ante el Concilio. Es autorizada a exponer su doctrina, y empieza para Hildegarda una intensa etapa de vida pública, y de numerosa correspondencia a través de la cual da sus consejos a obispos y reyes. 

Su vida es una mezcla de vida activa y de vida contemplativa

Hildegarda monja, vive en el monasterio, pero tiene presentes y conoce perfectamente los problema políticos de su tiempo. Interviene incluso para intentar poner fin al cisma creado por Federico I al nombrar, por su cuenta, a cuatro papas. 

El Papa le pide que predique, y ella sale, habla, y predica. Además tiene fama de hacer milagros y curaciones y acuden a ella enfermos de todas partes.

Las visiones místicas de Hildegarda se parecen a las de los profetas del Antiguo Testamento. Interpretaba las Sagradas Escrituras a la luz de Dios, aplicándolas a las distintas circunstancias de la vida y son ricas en contenidos teológicos. Hace referencia a los principales acontecimientos de la historia de la salvación y usa un lenguaje principalmente poético y simbólico.

En ninguna de sus obras o escritos, Hildegarda se atribuye a sí misma ningún mérito, se define como “pobre criatura falta de fuerzas”. Todo lo que sabe y hace, es obra de Dios.


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Vertical

Protestificatio de Scivias, Fol. 1, Facsímil de Eibingen del códice de Ruperstberg.

Terceros

Las visiones, las revelaciones, las curaciones que realizó, fueron sobrenaturales: “Todas las cosas que escribí desde el principio de mis visiones, o que vine aprendiendo sucesivamente, las he visto con los ojos interiores del espíritu y las he escuchado con los oídos interiores, mientras, absorta en los misterios celestes, velaba con la mente y con el cuerpo. No he expuesto nada aprendido con el sentido humano, sino sólo lo que he percibido en los secretos celestes” (Prólogo del Liber Divinorum Operum).

Sus principales obras son un tríptico compuesto por el Sci vias o Conoce las vías (del Señor), el Liber vitae meritorum o Libro de vida de los méritos y el último, el Liber divinorum operum o Libro de las obras divinas. Otra de sus obras es la Lingua Ignota (1150?) formada por unas 1.000 palabras y un alfabeto de veintitrés letras (Litterae Ignotae), de las que solo hay información fragmentaria.

Murió el 17 de septiembre de 1179 y fue sepultada en la iglesia de su convento de Rupertsberg, del que fue Abadesa hasta su muerte. Sus reliquias permanecieron allí hasta que el lugar fue destruido por los suecos en 1632. 

Actualmente, sus restos se encuentran en la iglesia parroquial de Eibingen

Su biógrafo, Theorich de Echternach, narra así su muerte: “Sobre la habitación en la que entregó su alma a Dios en el primer crepúsculo de la noche del domingo, aparecieron en el cielo dos arcos brillantísimos y de diversos colores que se ensancharon por un gran camino extendiéndose por la tierra en cuatro partes … En el vértice allí donde los arcos se cruzaban surgió una clara luz en forma de círculo lunar que se ensanchó tanto que pareció apartar las tinieblas de la noche de la habitación … Debe creerse que Dios, con este signo mostraba con cuanta claridad había iluminado a su amada en los cielos”.

El pensamiento de Hildegarda responde, ocho siglos más tarde, a preocupaciones muy actuales: salud psíquica, física, espiritual, ecología. El 7 de octubre de 2012 el Papa Benedicto XVI le proclamó oficialmente “Doctora de la Iglesia”.

2. Santa Clara de Asís


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Santa Clara de Asís.

Santa Clara de Asís.

Dominio público

Santa Clara nació el 16 de julio de 1194 en la ciudad italiana de Asís. Fue discípula de san Francisco y fundó la Orden de Damas Pobres de San Damián, llamadas Clarisas, rama femenina de la orden franciscana. 

Gobernó con fidelidad exquisita al espíritu franciscano hasta su muerte. La pobreza era la pieza angular de su vocación.

Dejó escrito Cuatro cartas a Inés de Praga, en las que usa un “estilo alto”, elegante y un lenguaje florido y elaborado a la manera de la época, según las leyes de la retórica. Carta a ErmentrudisLa Regla y, por último, el Testamento, en un estilo mucho más sencillo y modesto con un lenguaje menos retórico.

Murió en San Damián, a las afueras de Asís, el 11 de Agosto de 1253. Fue canonizada solo dos años después por Alejandro IV. “Vete en paz ya que has seguido el buen camino; vete confiada, ya que tu Creador te ha santificado, custodiado incesantemente y amado con la ternura de una madre con su hijo”. “Oh Dios, bendito seas por haberme creado”. Estas fueron las últimas palabras de una gran mística llena de alegría y de amor a Dios y a los hombres.

3. Matilde de Magdeburgo

Matilde tuvo una sólida educación en la diócesis de Magdegurgo. De niña fue “saludada” por el Espíritu Santo. Hacia la edad de 23 años abandonó a su familia para exiliarse como beguina en Magdeburgo.

Su vida está rodeada de cierto misterio. Guardó silencio sobre sus experiencias místicas excepcionales. Su confesor fue el dominico Enrique de Salle, quien la motivó a redactar La luz rutilante de la Deidad.

Fue una mujer apasionada e inquieta

La espiritualidad de la mística no deja de evocar a Dante y al milenarismo, frecuente en la Edad Media. En sus escritos, denuncia con virulencia los defectos del clero, del imperio y de la orden dominicana. En el ocaso de su vida se retira al convento cisterciense de Helfta.

Dejó escrito este verso:

“Debo, lejos de todas las cosas, darme a Dios,

Que es mi padre por naturaleza,

Mi hermano por la humanidad,

Mi prometido por el amor”

(La luz rutilante de la Deidad)

4. Margarita Porete


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'El espejo de las almas simples', Capítulo 35 (Diálogo del alma y la razón), de Margarita Porete.

‘El espejo de las almas simples’, Capítulo 35 (Diálogo del alma y la razón), de Margarita Porete.

Dominio público

En mi recorrido por las mujeres místicas no puedo obviar a Margarita Porete, condenada por hereje a la hoguera en junio de 1310, por una comisión de teólogos. También su obra El espejo de las almas simples y aniquiladas, escrito en francés antiguo, picardo, fue denunciado y el obispo de Cambrai, quien ordena su quema pública. Pero se tradujo al latín y otras lenguas y tuvo una amplia difusión. 

El lenguaje, y el formato alegórico de un diálogo entre personajes como el Amor, la Virtud y el Alma, reflejan una familiaridad con el estilo de amor cortés popular en la época, y da testimonio del alto nivel de educación y sofisticación de la Mística.

Aunque la mayor parte del libro parece seguir un argumento racional y erudito, defiende que el alma debe dejarlo todo, incluso la razón. 

El “alma aniquilada” es aquella que lo ha abandonado todo excepto a Dios

Una de las características esenciales del libro es su finalidad eminentemente práctica: Marguerite pretende enseñar doctrinas para conseguir la «simplificación», por ejemplo a través de imágenes.

“Él es en plenitud:

De Él recibo plenitud”

(El espejo de las almas Simples y aniquiladas)

5. Hadewijch de Amberes


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El primer poema estrófico (canción) de Hadewijch.

El primer poema estrófico (canción) de Hadewijch.

Dominio público

Poeta y mística, fue una de las primeras escritoras que escribió en la lengua vulgar de su región, neerlandés medio. A su muerte cayó en el olvido y esta gran contemplativa fue en el siglo XIX descubierta de nuevo. Mujer de gran cultura alimentada en particular de San Agustín, San Bernardo y Guillermo de Saint-Thierry.

Redacta visiones, poemas y cartas donde expone su tema predilecto: el amor

Se conservan cuatro manuscritos entre visiones, cartas y poemas: Dios, amor y amante, El lenguaje del deseo. En sus poemas, más de 60, ensalza el Amor místico de Dios. Personifica el Amor en una persona y lo incorpora al lenguaje trovadoresco y caballeresco de su época. En versos largos y cortos, plasma la intensidad y emoción del Amor que siente por Dios.

De las 31 cartas que se conservan, unas son tratados de vida espiritual y otras son misivas dirigidas a otras mujeres sobre las que podría haber ejercido cierta autoridad.

6. Santa Catalina de Siena


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Santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena.

Dominio público

Santa Catalina de Siena, predicadora y mística, muestra muy pronto facultades místicas. A los 17 años ingresa en la Orden tercera dominicana. Sus iniciativas políticas fueron numerosas. Su espiritualidad se expresa esencialmente en el Diálogo

Estuvo fuertemente marcada por santo Tomás de Aquino, toma de la espiritualidad dominicana la devoción mariana y fue influenciada por san Francisco en el cuidado a los abandonados.

Fue enterrada en la iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma; su cráneo fue llevado a la iglesia de Santo Domingo de Siena y un pie se encuentra en Venecia.

En 1970 el papa Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia


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Canonización de Catalina, por el papa Pío II, obra de Pinturicchio.

Canonización de Catalina, por el papa Pío II, obra de Pinturicchio.

Dominio público

La vida y el pensamiento de estas seis mujeres nos transmiten su profundo y hermoso mensaje que impregnó su vida y persiste en su obra atravesando el tiempo hasta nuestros días.

Cuando escribo este artículo, estoy en mi despacho, con El rincón de las Musas, leyendo un último verso “del lenguaje del deseo”, una rosa solitaria sube hasta la ventana. A través de los cristales veo perfiladas las cumbres en el horizonte.

Toda el agua que saca el deseo

la bebe el amor, y no se sacia.

Amor exige al amor

más de lo que la inteligencia entiende.

La noche se acaba, las luces eléctricas bailan en el alba como velas en el mar.


Conoce mejor a la autora

Georgina Largo Coma

Julia Emperador.

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