¿Un viejo poder en declive? Occidente entre el sentido de la realidad y la ilusión

12 de enero de 2023

Cada vez es menos transparente lo que Occidente pretende en sus conflictos con Rusia y China. Los eslóganes vacíos se están inflando hasta convertirse en ideales. Occidente no sólo atraviesa una crisis social. También está experimentando una crisis de su pensamiento.

Nikolas Busse, comentarista del Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) con influencia ideológica, ve una «competencia geopolítica entre Rusia y China, por un lado, y Occidente, por otro». El esboza el núcleo del conflicto con eslóganes como «pérdida relativa de poder de Occidente, incompatibilidad ideológica y política clásica de intereses».

No obstante, se plantea la cuestión de si el tornillo de la escalada debe girarse hasta el límite. Porque con todo tornillo siempre existe el peligro de que se apriete demasiado y se rompa, lo que en el caso de la competencia geopolítica identificada podría significar una guerra nuclear. Además, cabe preguntarse qué se pretende conseguir con ello.

Porque es dudoso que los problemas que menciona Busse puedan resolverse con los medios que Occidente utiliza actualmente. En cualquier caso, no hay signos de progreso hacia el objetivo. Más bien, parece que todo se enreda cada vez más en las contradicciones entre los valores pregonados y la realidad. Esto no puede evitarse si no puede ser especificado el objetivo. Además, la mayoría de los problemas mencionados por Busse son de propia fabricación.

La relativa pérdida de poder es culpa de ellos (occidente), porque se enredaron en guerras sin sentido en el mundo árabe. La » clásica política de intereses» tampoco es exactamente algo nuevo y revolucionario en el funcionamiento político de los Estados y las alianzas. Y la «incompatibilidad ideológica» es – sabe Dios – un término que también podría utilizarse para ampliar la disputa sobre la inmaculada concepción de la Madre de Dios hasta convertirla en un juicio divino atómico. ¿Para qué el ruido de sables?

Salchichas de hígado ofendidas

«Salchicha de hígado ofendida». Es un dicho alemán. Se aplica a alguien que se ofende sin haber motivo. Se hizo popular luego de que el embajdor ucraniano, Melnik, se la aplicara al canciller Olaf Scholz.

Todo esto suena muy pretextual. Parece como si Busse y Occidente buscaran frenéticamente una justificación para su propia política. Pero no actúan como adultos que intentan superar conflictos. Más bien, se comportan como salchichas de hígado ofendidas que ya no parecen saber la razón de su refunfuño. Enumeran meticulosamente todas las fechorías de los demás sin dar cuenta de cómo han contribuido ellos mismos a este desarrollo.

No cabe duda de que Rusia ha invadido Ucrania. Esta acusación puede repetirse hasta el fin de los tiempos, pero no conducirá al termino del conflicto. Tampoco hay que olvidar que no fue Rusia la que se expandió hacia el oeste a lo largo de los años, sino la OTAN la que se acercó cada vez más hacia el este, a las fronteras rusas. Y fueron Occidente y la OTAN los que en repetidas ocasiones hicieron oídos sordos a las advertencias de Rusia de protección de sus propios intereses de seguridad.

Pero Busse no acusa a Occidente de esto, sino de ser demasiado blando con Putin y Xi. Esto abrió oportunidades a China y Rusia para que ejercieran influencia en todo el mundo, la «que utilizaron de buen grado, desde Siria hasta Myanmar, pasando por el Sudeste de Europa y África Occidental».

El análisis es preciso. Pero, ¿es eso motivo para ofenderse? Parece como si sólo a Occidente se le permitiera utilizar su influencia, pero a los demás no. Pero los Busses olvidan que Occidente también ha hecho todo lo posible por afirmar sus intereses en el mundo. Pero la elección de los medios no ha sido acertada. Pues Occidente ha probado las sanciones y la guerra, y lo ha hecho durante décadas.

¡Abrir los ojos!

Nadie deja más clara la diferencia de enfoque que el propio FAZ, para el que escribe el Sr. Busse y cuya propia información podría darle una visión diferente de la realidad. Por ejemplo, el periódico informa de que se van a explotar yacimientos petrolíferos en Afganistán «con millones de dólares de inversión china», y que Afganistán recibirá un veinte por ciento de los beneficios.

Durante veinte años, Occidente había estado al mando en Afganistán. ¿Puede producir siquiera un proyecto comparable? En lugar de eso, se gastaron cientos de miles de millones en una guerra inútil, dejando tras de sí un país destruido al que se le sigue negando el dinero que los gobiernos occidentales han congelado ilegalmente como venganza por su propia derrota. Las mujeres de Afganistán, por cuyos derechos dicen luchar, recibirían más ayuda si este dinero se liberara para proporcionar medicinas y alimentos a sus hijos y familias.

Pero los Busses no ven todo esto, o más bien no quieren verlo, porque no se puede pasar por alto. Afganistán es sólo un ejemplo entre muchos otros. Pero esa es la respuesta a la pregunta de por qué China tiene tanto éxito en Asia, Oriente Medio y África. Pero los Busses no se hacen esta pregunta.

No quieren admitir que los países subdesarrollados no quieren los llamados valores occidentales. No los quieren. En cambio, quieren apoyo para desarrollar sus propias economías, de modo que su propia gente tenga perspectivas de una vida mejor. Pero esta forma de pensar se ha perdido en los responsables occidentales.

Oportunidades perdidas

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Occidente ha tenido tiempo suficiente para hacer avanzar a los países subdesarrollados. No ha aprovechado este tiempo. En lugar de ayudar a los pueblos, los ha mantenido en la dependencia económica y el atraso, y desde Cuba hasta Vietnam, ha obstaculizado el progreso con amenazas, sanciones y guerras.

Tras la Guerra Fría, cuando se levantó el conflicto sistémico, Rusia estaba preocupada por sí misma y China seguía muy atrasada, Occidente tuvo una segunda oportunidad, que no aprovechó. En cambio, libró guerras desde Afganistán hasta Siria. En lugar de desarrollarlos, bombardeó los países. Cuando los responsables no quisieron bailar a su son, tuvieron que hacer frente a sanciones e intentos de derrocarlos.

Ahora Rusia y China son más fuertes y están aprovechando las oportunidades que Occidente fue demasiado estúpido o demasiado arrogante para aprovechar. Ahora, desde Berlín a Washington, no se quejan de la oportunidad perdida, sino que luchan contra quienes la aprovechan. Pero Occidente no quiere ver eso, probablemente ni siquiera puede verlo. Está cegado por su propio punto de vista. Sus anteojeras ideológicas sólo permiten un campo de visión muy estrecho, como deja claro el comentario de Busse. Así pues, no puede extraer ninguna conclusión significativa de los errores del pasado.

Y así es como Rusia puede mediar en las conversaciones de paz entre Siria y Turquía. Pues mantiene buenos contactos con ambas partes, tanto con Arabia Saudí como con Irán, tanto con Israel como con los palestinos, con Irak y también con los kurdos. Rusia reconoce y respeta los intereses de todas las partes en Oriente Próximo. Rusia mantiene conversaciones con todos ellos, y lo mismo puede decirse de China.

Occidente, por su parte, intenta instrumentalizar las fuerzas políticas de Oriente Próximo para sus propios intereses. Esto puede llevar rápidamente a que un antiguo favorito se convierta en un proscrito, como se ha visto recientemente en el caso del Mundial de Qatar. Los pueblos y sus gobiernos no son estúpidos. Reconocen la diferencia entre el enfoque de Occidente hacia los rusos y los chinos y la ventaja para ellos mismos.

Idealismo occidental

Ahora bien, sería un error hablar de Occidente como una entidad unificada. Lo que se vive como Occidente son sus líderes intelectuales. Son los creadores de opinión y los portavoces de la política, los medios de comunicación y la cultura, todos aquellos líderes políticos y responsables sociales que conforman la opinión publicada. Forman y moldean las visiones dominantes del mundo.

Estos líderes de opinión suelen proceder del ámbito intelectual y cultural. Determinan los temas de las discusiones sociales, transportan las opiniones sobre los asuntos del día a las salas de estar de la gente. Dominan los medios de comunicación con su modo de expresión. Determinan qué opiniones son significativas y excluyen a aquellos cuyos puntos de vista consideran inaceptables.

Estas decisiones no son arbitrarias ni se toman con mala intención. Es peor: son una expresión de una conciencia. Las opiniones de los Busses no son opiniones compradas. Esta gente piensa así. No se les paga para que digan otra cosa que lo que piensan. Están convencidos de lo que dicen y de lo que defienden.

Están moldeados por el sistema educativo y de valores del capitalismo occidental, por el que han pasado a sus más altos niveles. Están conformados por ese mundo de ideas, por las teorías que transmite, por su enfoque de la realidad, por su visión del desarrollo, por sus explicaciones de la acción humana y los procesos sociales.

Ese mundo educativo es idealista. Está dominado por la actividad de la mente. El idealismo como escuela de pensamiento no contempla el mundo tal como es y tal como se ha desarrollado. Trata del mundo como debe ser. La visión idealista del mundo tiene sus raíces en la carencia. La carencia consiste -por decirlo sencillamente- en que el mundo no es perfecto a los ojos de esta cosmovisión. A partir de ahí se desarrolló una mentalidad de ilusiones que imagina un mundo en el que merece la pena vivir. Desde la perspectiva de los primeros portadores de esta visión del mundo, las clases medias cultas, este mundo mejor surge del poder y la fuerza de la mente.

Sin embargo, el escollo del idealismo es que hay que ser capaz de reconocer correctamente el estado del mundo para poder mejorarlo. De lo contrario, se pierde el sentido de la realidad y se pierde en fantasías. Este peligro de la visión idealista del mundo se hace cada vez más patente en la actualidad.

Porque la política occidental es en gran medida idealista, porque está determinada predominantemente por ilusiones que no quieren aceptar las realidades. Está impulsada por ideas idealistas sobre la libertad, la democracia, los valores y también sobre el ser humano como individuo. Según las ideas idealistas occidentales, el hombre lucha por la individualidad y la autorrealización, es decir, la espiritualidad.

Materialismo

En estas visiones de la cosmovisión idealista, las necesidades materiales de la mayoría de la humanidad sólo desempeñan un papel subordinado, por lo que a menudo son tratadas de forma peyorativa por los espiritualizados creadores de opinión occidentales. Porque la búsqueda de la satisfacción de las necesidades materiales conduce, a sus ojos, al colectivismo, que convierte al individuo en una masa informe e inmadura. El idealismo occidental ve este horror particularmente realizado en los sistemas o partidos comunistas.

Esta actitud alimenta la enconada hostilidad hacia Rusia, China y otros países, que Occidente considera sistemas autocráticos. Sin embargo, a diferencia de China, Rusia ya no está dirigida por un partido comunista. Sin embargo, la vieja hostilidad ha permanecido, aunque durante unos años se enmascarara con la esperanza de poder moldear a los rusos según la propia visión del mundo.

Generalmente, el materialismo se menciona al mismo tiempo que el marxismo o el comunismo. Los partidos comunistas y los Estados socialistas en particular lo utilizan para analizar la evolución del mundo, pero en muchos Estados sucesores de la Unión Soviética, especialmente en Rusia, el materialismo sigue determinando en gran medida la política y el pensamiento.

De ello se desprende que el materialismo no es algo explícitamente marxista. En realidad, no es más que el análisis fáctico de los procesos sobre la base de las circunstancias dadas y el conocimiento de las condiciones de los acontecimientos. El materialismo también caracteriza a la economía capitalista. El conocimiento de las cualidades de la propia empresa y de las condiciones del mercado son la base del éxito, no las ilusiones.

Lo que queda

Los conflictos en el mundo, especialmente los que se producen entre el valioso Occidente, por un lado, y Rusia y China, por otro, pueden atribuirse mucho más a estas diferentes formas de ver lo que ocurre en el mundo que a cualquier otro intento de explicación. Todos los demás no arrojan más luz sobre la oscuridad de los motivos y sólo conducen a más contradicciones con la realidad.

Eso sí, esta pregunta se refiere a los motivos de los actores y de quienes, con su contribución de cualquier tipo, participan decisivamente en la creación de la situación actual. El comportamiento de los responsables del valor Oeste no puede explicarse racionalmente. Se rige principalmente por la emocionalidad y la moralidad. Así lo demuestra claramente el comentario de Busse, cuyas justificaciones de la acción occidental son muy endebles y apenas pueden cubrir la amargura por la falta de éxito de Occidente.

Esta infructuosa política occidental, especialmente la de la última década, es el resultado de su juicio erróneo, cegado moralmente, de los acontecimientos mundiales. Son consecuencias de su visión idealista del mundo, una forma de pensar que no se compromete a reconocer la realidad, sino a construir contramundos, a crear realidades alternativas. Este pensamiento culmina en su excentricidad en fantasías sobre la colonización de Marte por gente como Elon Musk, exageradamente visionarios, para quienes el mundo es inexplicable y que, por tanto, quieren crear uno nuevo y mejor en estrellas lejanas.

Ahora bien, cabe preguntarse con razón si el enfoque de la visión del mundo debe tener tanta importancia como para ser responsable de los conflictos en el mundo. El mundo en sí debería ser bastante indiferente a si la visión idealista o materialista del mundo domina el pensamiento de las personas. Pero Occidente se da cuenta cada vez más a menudo y con mayor claridad de que está perdiendo de vista el propio mundo con su visión del mundo. Las recetas occidentales para modelar el mundo fracasan cada vez más a menudo debido a una realidad que él y sus colectivos no quieren reconocer.

Los pueblos de este mundo bailan cada vez menos al son de los valores occidentales y su ambigua moral. En Rusia y China han surgido alternativas para ellos, que tienen más éxito con su visión materialista del mundo. Su pensamiento se orienta hacia las realidades y los intereses de todos los implicados. Sus acciones están orientadas a aprovechar las ventajas de la cooperación para todos. En Occidente, parece que no hay forma de evitarlo. Pero tampoco quiere aceptarlo sin más.

El autor, Rüdiger Rauls, es autor y redactor publicitario. Dirige el blog Análisis Político.

-Traducido del alemán al castellano para piensaChile: Martin Fischer

*Fuente: DE.RT.COM

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