“Los derechos de la naturaleza fueron construidos con base en el pensamiento, la lógica y la vivencia de los pueblos indígenas” – Rebelion

Mónica
es Kichwa amazónica. De padre de ascendencia Achuar. Es directora
adjunta para América Latina y el Caribe de la organización indígena
global Indigenous
Peoples Rights International

con la cual desarrolla un trabajo de acompañamiento y asesoría con
distintos pueblos.

FSJ:
¿Qué significa ser kichwa y cómo es su relación con su pueblo?

MCH:
Los Sarayaku
somos oriundos de la provincia de Pastaza (Ecuador). De ahí, hemos
viajado desde hace 40-50 años buscando tierras fértiles al norte de
Sucumbíos. El término territorio lo propusimos porque para
nosotros la tierra, con la noción territorio, engloba las
dimensiones de la vida articuladas y dependientes, donde hemos
vivido, sentido, construido y deconstruido la vida con nuestras
prácticas culturales ancestrales, no todas buenas, y otras que hemos
renovado e inventado. El territorio como concepto aglutina todas las
dimensiones para los pueblos indígenas, los sueños, la vida,
espiritualidad, allí están todas nuestras energías, el agua, la
biodiversidad y todos son interdependientes. Una alteración tiene
consecuencias. Los seres vivos de todas las especies dependemos del
territorio y, por eso, es super sagrado para los pueblos indígenas.

FSJ:
¿Cómo conciben ustedes a la tierra: un sujeto, una persona, ¿etc.?

MCH:
en muchos idiomas se le nombra de diversas formas. La concebimos como
la madre tierra, la madre naturaleza, como un ser vivo. Es obvio, si
una planta da frutos es porque está viva, si se seca es porque
murió. El principio fundamental es que todo lo que está en el
planeta está vivo. Los bosques están vivos, son bosques muy
espirituales que están interconectados profundamente con todas
nuestras energías. Una forma de sintetizar eso, en el caso
ecuatoriano, fueron los derechos de la naturaleza que significa que
está viva.

FSJ:
¿Qué retos enfrento al ser miembro de la Asamblea Constituyente en
2008?

MCH:
Yo fui elegida para la Asamblea Constituyente que redactó la nueva
Constitución para Ecuador. Presidí la Mesa de recursos
naturales y biodiversidad
. La
tensión fue muy alta, poniendo de manifiesto el coraje y la
contradicción del presidente de la República y de todo su gobierno
pese a que yo fui asambleísta de la bancada oficialista; sin
embargo, la voz que primaba allí y las bases en las que me sostenía
para hacer las demandas históricas eran precisamente las de donde yo
vengo: la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(Conaie),
trabajo en comunidades y organizaciones regionales, etc.

Fue
una mesa tensa donde la gente que participó como asambleísta
carecía del mínimo conocimiento sobre la temática que se debatía.
No sabían lo que significaba biodiversidad como tal, el territorio,
los derechos de los pueblos indígenas. Era un espacio donde, además
de presidir, debía educar a la gente para que hubiera un nivel de
debate y eso complicaba mucho más llegar a acuerdos porque ellos
desconocían qué era el Convenio
169
de la OIT, sobre pueblos
indígenas y tribales, qué contemplaba, el derecho a la consulta
libre, previa e informada, no podían decidir y dependían del
gobierno, del oficialismo, para decidir qué decir. Ese fue un punto
de conflicto en la mesa.

Cuando
se trataba de revisar la territorialidad indígena y los
asentamientos tradicionales, dónde estaban ubicadas las principales
concesiones petroleras y mineras hubo tensiones: se debatía,
especialmente, la consulta previa que el Estado debe cumplir para
extraer los recursos naturales excepto en zonas intangibles donde
está prohibida su explotación. Eso generó muchísima tensión
porque había también asambleístas vinculados -de una u otra forma-
con empresas mineras y petroleras que alguna vez habían pasado por
allí o simplemente porque algunos creían, en ese momento, que la
opción era extraer todos los recursos naturales para la inversión,
que también era la postura del presidente Correa en ese momento.

La
tensión también nacía de las grandes diferencias entre la visión
moderna, oficial que tiene la sociedad mestiza respecto a los pueblos
indígenas, y la visión de los pueblos indígenas que es una
concepción diferente desarrollada milenariamente. Hemos sido
sociedades que no escribíamos, orales, por eso no hay libros
escritos donde se teorice sobre cómo concebimos la relación con la
madre naturaleza, con los territorios, como quiera llamarse y con
todos los seres vivos. Esa es la concepción que yo defendía.

Había
entonces confrontaciones entre dos formas de ver, dos vivencias, eso
no solamente se visibilizó en la mesa, sino en el pleno de la
Asamblea donde 130 asambleístas teníamos que opinar y había gente
políticamente de izquierda que tampoco entendía y se sumaba, a los
partidos tradicionales, conservadores, cuando se trataba de derechos
indígenas, de nuestras propuestas y reivindicaciones, no hubo
diferencia entre la izquierda y la derecha al menos, en ese punto.
Ahora, diría yo que hay una apertura mental para incorporar la
dimensión ambiental territorial y el tema de derechos indígenas y
comprender otras lógicas de vida.

FSJ:
En la academia, especialmente, blanca, norteamericana y eurocéntrica
se ha negado que el origen de los derechos de la naturaleza esté en
los pueblos originarios. ¿Qué piensa al respecto?

MCH:
Ciertas ONG se han vanagloriado, han hecho una campaña internacional
diciendo que son los inventores de los derechos de la naturaleza, que
esos derechos se los venía pensando y repensando desde otras
latitudes, en otros momentos de la historia y que nada tienen que ver
los pueblos indígenas con su incorporación en la nueva
constitución. No obstante, lo cierto es que desde que los pueblos
indígenas hemos estado activos en la vida política organizativa una
de las posturas históricas -basadas en la vivencia, en la
experiencia y en el tiempo- ha sido precisamente cómo nosotros
concebimos a los seres vivos con los que convivimos, sabemos quiénes
son y la razón de su existencia.

Esa
ha sido una enseñanza, que la hemos vivido y aprendido,
reaprendiendo y desaprendiendo, pero es mediante la experiencia
práctica hemos sabido que todo lo que está a nuestro alrededor
tiene vida, tiene derecho a seguir existiendo y no somos nadie para
coartar su ciclo de vida. Cuando hemos tenido que hacer nuestras
chacras, huertas, hemos prescindido de ciertos espacios, tumbado
árboles y montes, son prácticas de la agricultura y somos
conscientes que hacemos eso con un bosque está vivo, pero lo hicimos
porque necesitamos cultivar, pero no en lugares sagrado, sino donde
considerábamos que no hacíamos mucho daño. Para nosotros hasta los
seres considerados inertes tienen una energía, tienen vida.

De
esa reflexión, parte esa ONG que dice mejor démosle un nombre:
digámosle que es el derecho de la naturaleza, parte de la razón, la
reflexión propia y profunda de la práctica y la vida misma, de los
pueblos indígenas. De allí que, en la asamblea, alguna otra gente,
compañeros de otras ONG vinieron a plasmar a escribir, a buena hora,
en torno a esa reflexión. Yo más bien asumo la postura de que los
derechos de la naturaleza fueron construidos con base en el
pensamiento, la lógica y la vivencia de los pueblos indígenas, con
el apoyo de ciertas personas de ciertas organizaciones, lo cual me
parece super bien. Esto significó que esas instituciones se han
sensibilizado y se logró materializar y poner en papel aquello que,
teórica y verbalmente, los pueblos indígenas habíamos sostenido,
madurado y construido.

De
la teoría a la práctica

FSJ:
¿Cómo se vive la plurinacionalidad que dio origen a la Constitución
ecuatoriana de 2008?

MCH:
es un planteamiento político, jurídico y sistémico, relacionado
con una construcción diferente de la arquitectura de nuestros
Estados porque era vertical y los pueblos originarios eran vistos
como pueblos de segundo, como subcultura, y bajo esa lógica se
desarrolló la política pública. La plurinacionalidad ha implicado
cuestionar al Estado y plantear uno que reconozca a los pueblos
milenarios que han habitado estos territorios desde antes de la
Conquista europea. Es una justicia histórica, con un valor político
y simbólico profundo que tiene como propósito una redistribución
del poder político y de la riqueza para todos. La pluralidad
política no es solo un concepto que nace de los indígenas para los
indígenas; al contrario, reta todo el sistema y tiene qué ver con
la inclusión de todos los sectores sociales: mujeres, jóvenes,
hombres, campesinos porque al final de las personas que no hacen
parte de la élite capitalista son explotadas y no son tratadas como
sujetos de derechos. De eso se trata la plurinacionalidad, como todo
proceso se sigue realizando poco a poco. Nos sirve lo que está en la
Constitución para exigir, asumirlo y pedir su implementación.

Usted
ha dicho que el término Sumak Kawsay ha sido utilizado a
conveniencia: ¿Cómo ha ocurrido esto?

MCH:
Ese concepto surge en el pensamiento amazónico ecuatoriano. Una de
las primeras personas que teoriza este concepto es Carlos
Viteri Gualinga
, de la
provincia de Paztasa. Él profundizó este concepto en su tesis de
antropología y, a partir de ahí, se ha ido desarrollando el
pensamiento indígena Kichwa particularmente. En el marco del proceso
de la Constitución, creo que hubo una apropiación de este concepto,
por parte del partido oficial, cuando gobernaba Rafael Correa. Empezó
a ponerse de moda, esta palabra, esta frase, que la gente sabía que
significaba Buen vivir y nada más, pero no conocían las
implicaciones espirituales, lingüísticas, culturales, cosmogónicas
y de la dimensión de la vida. Se usa, por un lado, como propaganda
política, como gancho para atraer gente con una posición
progresista, alternativa y, por otro lado, se le vacía de contenido
y es utilizada como un cliché para decir que el gobierno, en ese
momento, la revolución ciudadana, caminaba con el pensamiento
ancestral de los pueblos indígenas. Fue utilizado como una frase
política vacía que sirvió para justificar la violencia en los
territorios, el ingreso a zonas intangibles y sin hacer un proceso
real de consulta, pues creo que la consulta es un mecanismo
democrático y es paso fundamental para obtener el consentimiento.

Con
el Sumak Kawsay se pretendió fue decir: vamos a explotar los
territorios indígenas para darles un Sumak Kawsay a todos los
ecuatorianos. Hubo realmente una manipulación terrible, un
desprestigio del concepto que los pueblos indígenas construyeron a
partir de la práctica milenaria y creo que eso es lo que vivimos
actualmente, esa herencia de vaciamiento que le dio a una práctica
milenaria teorizada por los amazónicos.

FSJ:
¿Qué tan eficaz, en la práctica, ha sido la consagración de los
derechos de la naturaleza en la Constitución ecuatoriana?

MCH:
Como todo derecho escrito es una herramienta que sirve para sumar a
una resistencia que vienen haciendo los pueblos. Ninguna Constitución
ni ningún derecho ha sido, por buena voluntad, implementado desde el
Estado ni desde los gobiernos. La Constitución nos da la garantía
de poder exigir, eso es lo que pasa con los derechos de la
naturaleza. Sin embargo, en la práctica te puedo decir que no, no es
un derecho que se ha respetado por parte del Estado ni de los
gobiernos locales ni de las corporaciones, pero ha servido para
protestar, defender y dar una batalla jurídica por parte de los
pueblos. Hay una batalla desigual, pero al menos ha servido
simbólicamente porque la Constitución ecuatoriana reconoce que la
Pachamama es un ser viviente, un conjunto de seres vivientes diversos
que han existido siempre y a los que no se les puede impedir el curso
de su vida y por eso cuando hay un abuso, hay que pararlo. ¿Y quién
debe pararlo si no nosotros mismos?

Pero
de la teoría a la práctica, si esto ha significado una disminución
del abuso a la Pachamama, no podría decir tajantemente ni sí ni no,
más bien no que sí. Pero es un instrumento que permite profundizar
el debate, sensibilizar y hacer que la gente sepa que vivimos en un
planeta vivo y del cual vivimos que, si atentamos contra ella, lo
hacemos contra nuestra propia vida. Los derechos de la naturaleza
tienen un valor político y ético de vanguardia que sirve para
exigir el cumplimiento de lo que se reconoció en la Constitución.

FSJ:
¿Pero la protección es efectiva?

MCH:
Hay varias sentencias que no se cumplen. Hace falta la voluntad
política de los gobiernos de turno. El problema es que nos gobierna
gente capitalista a ultranza, que ve a la Pachamama en términos de
dólares, que piensa que todo tiene un valor comercial y solo piensan
en su existencia. Hace falta una concientización global y un
compromiso de todos los Estados y todos los actores claves que tienen
gran incidencia en el mundo. Las sentencias no se cumplen o se
cumplen a medias.

FSJ:
¿Qué les hace falta a los movimientos sociales, incluido el
movimiento de los pueblos originarios, para consolidar los derechos
de la naturaleza?

MCH:
Lo primero es desprendernos de la idea de que solamente a ciertos
grupos o movimientos les corresponde la defensa del planeta. El Jahua
pacha, kay pacha y uku pacha, los mundos diversos. Creo que es
injusto que ciertos sectores estén defendiendo la Pachamama, quienes
deben asumir la responsabilidad deben ser las grandes corporaciones.
Debe masificarse su defensa porque si seguimos creyendo que solo
estos grupos deben defenderla, solo ellos hacen el trabajo y además
se les estigmatiza. La academia comete ese mismo error colonizador:
ver a la gente que está conectada con la naturaleza, considerarla
como primitiva, salvaje, no modernos, y que deben ser salvados. Hay
que superar esto y plantearlo como una cuestión de vida que nos
atañe a todos los ecuatorianos. Hace falta un cambio del sistema,
que los Estados y los gobiernos asuman una posición firme y también
falta un remezón a nivel planetario que evidencie que estamos en un
punto de no retorno del planeta…

Mónica Chuji Gualinga creció en una familia de dirigentes comunitarios y provinciales, durante los años 70 y 80. Ha participado en movilizaciones y defensa del territorio desde siempre, pero en los últimos años se ha dedicado a la reflexión y a otros trabajos. “Reflexionar a partir de la experiencia -y los cambios y la relación con la madre naturaleza- ya que el caos actual amerita aportar con reflexión”, dice Mónica. Esta entrevista es parte de esas reflexiones 14 años después de pertenecer a la Asamblea Constituyente ecuatoriana, que consagró a la Pachamama como sujeto de derechos en la Constitución.

J. Fernanda Sánchez Jaramillo, comunicadora social y periodista, magister en relaciones internacionales, abogada, candidata a doctora en derecho. Escribe sobre los derechos de la madre tierra, los demás animales y los pueblos originarios.

@fresearchs

“Los derechos de la naturaleza fueron construidos con base en el pensamiento, la lógica y la vivencia de los pueblos indígenas” – Rebelion