La Ruta del Arte BBK IV: Miradas a Bizkaia


El programa de divulgación artística La Ruta del Arte BBK Artearen Ibilbidea comienza su cuarta temporada con una nueva itinerancia que, en esta ocasión, tiene como objetivo mostrar la imagen de Bizkaia a través de 36 obras realizadas por 30 artistas en diferentes periodos de la historia del arte. De este modo, “Miradas a Bizkaia” traza un “retrato” del territorio a través de manifestaciones artísticas (32 pinturas, tres carteles, dos fotografías y un collage) que recorren una amplia cronología, desde las últimas décadas del siglo XVIII hasta la primera del XXI.

Las imágenes recogen la iconografía y la geografía vizcaínas, desde los enclaves rurales, la costa cantábrica y sus puertos (Bermeo, Elantxobe, Plentzia o El Abra), hasta los paisajes urbanos e industriales (Bilbao, Erandio o las localidades mineras) de municipios y comarcas como Durango, Balmaseda, Gernika-Lumo, Busturialdea-Urdaibai. A su vez, la presencia humana, el paisanaje, en palabras de Unamuno, se funde con el paisaje en actividades que retratan la idiosincrasia de Bizkaia: el trabajo de las gentes del mar, de los aldeanos y obreros, las procesiones y el misticismo, el ocio en romerías y regatas, en el juego de bolos y el bertsolarismo… la cultura y la historia. Un enorme friso que va desde las escenas idealizadas de Luis Paret hasta la denuncia política de Agustín Ibarrola.

“Miradas a Bizkaia” conforma un variado retrato de nuestro territorio desde las últimas décadas del siglo XVIII hasta la primera del XXI a partir de escenarios rurales y urbanos que a menudo trascienden la mera plasmación de la realidad. Los efectos cambiantes de la luz y, con ello, del color, según el momento del día o del año, o en función de los fenómenos climáticos, han servido a artistas de todos los tiempos para trasladar emociones y sensaciones, incluso físicas, a las representaciones de su entorno más próximo. A su vez, la presencia humana puede ser un recurso anecdótico que sirva, por ejemplo, para definir la escala, pero también adquirir un enorme protagonismo en simbiosis con el paisaje.  

Al valor documental de las vistas de Bizkaia seleccionadas para esta exposición se une su significado simbólico, pues evocan conceptos culturales, sociales o políticos, como las tradiciones, la diferenciación de clases y su transformación, la sublimación del mundo del trabajo o los conflictos ideológicos, entre otros temas. 

Con el patrocinio de: BBK

Municipios que visitará la exposición

Esta exposición  itinerará por 28 localidades vizcaínas a lo largo de los próximos meses (de mayo a noviembre), que durante una semana acogerán esta iniciativa en espacios públicos de encuentro, accesibles y al aire libre: Bilbao, Barakaldo, Muskiz, Portugalete, Valle de Trápaga-Trapagaran, Abanto-Zierbena (Las Carreras), Balmaseda, Getxo, Plentzia, Bermeo, Mundaka, Elantxobe, Nabarniz, Gernika-Lumo, Mungia, Gamiz-Fika, Erandio, Sestao, Bakio, Gordexola, Ugao-Miraballes, Basauri, Etxebarri, Lezama, Amorebieta-Etxano, Iurreta, Garai y Durango.  

Más info sobre las visitas con servicio de mediación

Dentro de la propuesta didáctica de esta iniciativa, se ha puesto en marcha un programa gratuito de mediación que incluye visitas comentadas para centros educativos y asociaciones culturales, y la atención a las consultas de los visitantes que se acerquen a ver la exposición. Puedes consultarla aquí.

Obras de la exposición

 

Daniel Tamayo (1951)

Duranguesado, 1981

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 2002

Tamayo desarrolla esta amplia panorámica del Duranguesado en tres paneles independientes, a juzgar por la discontinuidad del dibujo. Al fondo, contra un cielo surcado por objetos voladores, se divisan los montes que limitan la comarca, entre los que se despliegan construcciones fantásticas. El centro de cada panel concentra la acción principal y alrededor discurren infinidad de pequeños personajes y objetos de identidad incierta que invitan a múltiples interpretaciones. El cromatismo vívido de tonos planos, la fantasía geometrizante y el dibujo preciso componen el universo plástico de este artista formado en la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU, donde ejerce la docencia. 

Darío de Regoyos (1857-1913)

Santa Lucía, Durango, 1907

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1924

Regoyos pasó la primavera y el verano de 1907 en el municipio vizcaíno de Durango, donde se trasladó para tratar su bronquitis. Resultado de esa estancia son varios paisajes de la localidad, como esta vista de la peña de Santa Lucía. Los tonos violáceos del cielo y la montaña en relación con las huertas en primer plano, representadas mediante una amplia gama de verdes, contribuyen a la profundidad de la composición. La pincelada puntillista para plasmar los cultivos, los rebaños y las pequeñas figuras son un magnífico ejemplo del impresionismo más puro

Fernando de Amárica (1866-1956)

Misticismo vasco (Zeanuri), c. 1930

Óleo sobre lienzo. Donación del artista en 1953 

La iglesia de Andra Mari, en la localidad vizcaína de Zeanuri, con el cementerio delante y los cipreses elevándose al cielo, materializa la espiritualidad a que hace referencia el título. En este paisaje decididamente impresionista, pero con gran protagonismo del dibujo, la luz crepuscular que se desliza al fondo aporta lirismo y serenidad. Y es precisamente el tratamiento de la luz en el paisaje lo que más interesa a este pintor y escritor que recibió su primera formación en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria, antes de viajar a Roma y París, y recibir enseñanzas de Joaquín Sorolla en Madrid. 

Jesus Mari Lazkano (1960) 

Bilbo MMX , 2010

Acrílico sobre lienzo. Depósito del Ayuntamiento de Bilbao en 2011 

Desde un interior imaginario acristalado, habitado por una escultura de Chillida, se aprecia una panorámica idealizada de Bilbao en la que se distinguen algunos de los hitos arquitectónicos que conforman el relato de su transformación. Entre los montes circundantes y a lo largo de la ría, se levantan varios edificios asociados ya de forma indisoluble a la imagen de esta ciudad. El formato apaisado y de gran tamaño permite a Lazkano dominar una espectacular vista, que resuelve con un hábil dibujo y un efecto hiperrealista. La cualidad fotográfica no esconde, sin embargo, la textura y los valores pictóricos de la obra. 

Luis Paret (1746-1799) 

Vista de El Arenal de Bilbao, c. 1783-1784

Oleo sobre lienzo. Depósito de la Diputación Foral de Bizkaia a través de la dación del BBV en 1996 

En esta vista de El Arenal bilbaíno, Luis Paret capta la luz del atardecer mediante colores saturados y efectos de claroscuro. En primer plano, estibadores y comerciantes conversan o trabajan entre fardos y animales, y se distingue la bandera del Consulado de Bilbao. A la derecha, el paseo arbolado se dirige hacia la iglesia de San Nicolás, que queda oculta; al fondo, La Sendeja, el desaparecido Palacio de Quintana y el convento de San Agustín, que ocupaba el solar del actual Ayuntamiento. A la izquierda, el muelle de Ripa. Paret, contemporáneo de Goya, se adscribe a la estética rococó, pero fue un pionero del Neoclasicismo. 

Mari Puri Herrero (1942) 

Albia, 2002

Oleo sobre lienzo. Adquirido en 2002 

Las palmeras, los plátanos y el césped de los jardines de Albia, en Bilbao, definen el color de esta imagen casi monocromática tomada desde la calle Colón de Larreategui, con figuras que se diluyen en el entorno vegetal. En primer plano, un individuo desciende por una escalera lateral tras la que se ven las edificaciones próximas a la plaza de San Vicente, una de ellas porticada. Mari Puri Herrero, reconocida con el premio Gure Artea del Gobierno Vasco en 2022, impregna esta escena urbana de una atmósfera fantástica gracias a su personal narrativa y a una pincelada difuminada con la que alcanza la progresiva desmaterialización de las formas. 

José María de Ucelay (1903-1979) 

Conversation Piece, cum tiffin (Escena de conversación, almuerzo) o Urrutia y Aranoa, c. 1951

Oleo sobre lienzo. Adquirido en 1956  

La jarra de cerámica vasca en primer plano está inscrita con los nombres de los retratados. El maletín, del que asoman paleta y pinceles, alude a su profesión. Jenaro Urrutia, a la izquierda, presidió la Asociación de Artistas Vascos entre 1926 y 1929; a la derecha, Juan de Aranoa, uno de los grandes muralistas vascos. En segundo término, el artista se pinta a sí mismo ejecutando este retrato doble de gusto inglés, en una especie de metapintura ambientada en Busturialdea. La iluminación lateral aporta irrealidad a la escena y al paisaje, muy característico de la producción de Ucelay. 

Manuel Losada (1865-1949) 

Los remeros, c. 1912

Óleo sobre lienzo. Donación de don Resurrección María de Azkue en 1945

Manuel Losada, quien fuera director del museo entre 1914 y 1949, recrea aquí una regata en la desembocadura de la ría de Gernika. Al fondo se divisan la peña de Ogoño y la playa de Laga, bañadas por la luz matinal de un día de verano. Las diagonales que describen la trainera en primer plano y los remos imprimen movimiento a la escena, efecto que refuerza el formato alargado del lienzo. El encuadre fotográfico, el tratamiento casi plano del color y el protagonismo de la línea derivan del impresionismo y el simbolismo, que el autor conoció en sus estancias en París. 

Antonio María Lecuona (1831-1907)

Costumbres vascongadas, 1860

Óleo sobre lienzo. Donación de don Gabriel María Guzmán Uribe en 2014 

Un paraje en lo alto de un monte desde el que se divisa el mar es el escenario de esta romería presidida por una ermita. El celaje filtra la luz volviendo algo sombría una escena pretendidamente idílica, en la que Lecuona describe lo que, para un pintor decimonónico, ejemplifica las costumbres del pueblo vasco. Lo cierto es que aporta una excelente descripción de tipos –algunos parecen retratos–, actitudes y clases sociales, inspirado en las composiciones de Teniers el Joven que contempló en el Prado y quizá en los versos moralizantes de Antonio Trueba, que advierten de los peligros de estos festejos para la moral.  

Anselmo Guinea (1855-1906) 

Pascua florida, 1899

Óleo sobre lienzo. dquirido en 2010  

Los árboles en flor y los vestidos virginales de las jóvenes expresan la explosión de la naturaleza propia de esta celebración y reflejan el acercamiento de Guinea al impresionismo a través de la técnica puntillista. Con un efecto casi cinematográfico, el artista sitúa esta procesión de Pascua florida –nombre litúrgico del Domingo de Resurrección– en un bello paisaje de tonos azulados y violáceos para el último término y vívidos verdes contra los que sobresale el rojo de los monaguillos en primer plano. El lugar es difícil de precisar, pero las indumentarias de los hombres nos trasladan al Valle de Arratia, escenario de varias obras del pintor.  

José Benito Bikandi (1894-1958)

Puerto de Bermeo, 1949

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1950  

El ondarrés José Benito Bikandi pintó esta perspectiva de Bermeo desde el muelle de Benanzio Nardiz, con la torre de la iglesia de Santa Eufemia al fondo. La imagen, en la que asoman el expresionismo y el fauvismo, difiere de la vista actual, pero a la izquierda se ven un pabellón con una zona porticada y unas casas que aún se conservan. Bikandi comenzó su formación artística en Bilbao y la continuó en Madrid, París y Roma. Se instaló en Buenos Aires en 1926, donde desarrolló su faceta como ceramista, y en 1937 recibió la medalla de oro en la Exposición Internacional de París.  

Luis Paret (1746-1799) 

Vista de Bermeo, 1783

Óleo sobre cobre. Adquirido gracias al patrocinio de BBK y la aportación de los Amigos del Museo en 2017

Esta es la primera de varias vistas de nuestras costas que Paret pintó durante su exilio en Bilbao. Plasma en bajamar el “Puerto Viejo” de Bermeo, visto desde el muelle de Benanzio Nardiz. A la izquierda, se divisa la iglesia de Santa Eufemia, con la torre en construcción; en el centro, la casa-torre Ercilla; y a la derecha, Santa María de la Atalaya, en ruinas. Debió de decorar la Casita del Príncipe junto a otra vista de la misma localidad con borrasca y está pintada sobre cobre con un exquisito acabado que describe de forma casi fotográfica los elementos del paisaje y los personajes idealizados. 

Antonio de Guezala (1889-1956)

Elantxobe, 1924

Óleo sobre lienzo. Museo de Bellas Artes de Bilbao 

El trazado sinuoso de las empinadas calles y la disposición de las casas convierten a la localidad de Elantxobe en un escenario cubista, expresado de forma atemperada dentro de la estética art déco. Las verticales ligeramente inclinadas y las escaleras ondulantes provocan ilusión de movimiento, dotando de vida a los edificios. Incluso el colorido está en cierto modo idealizado. Guezala presidió la Asociación de Artistas Vascos en 1917 y puede considerarse uno de los artistas más vanguardistas de su tiempo, que asimiló corrientes como el futurismo. Cultivó también el cartelismo y la fotografía, de los que posiblemente deriva esta pintura. 

José Antonio de Ormaolea (1912-1984)

Puerto de Elantxobe, 1984

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1985

Nacido en Elantxobe, Ormaolea pintó recurrentemente esta localidad desde diferentes perspectivas. En este caso, realiza una vista general, pero la disposición de los muelles está distorsionada, como si se contemplara a través de una lente de ojo de pez. Este efecto y el colorido irreal pueden responder a que el artista partiera de bocetos o tomas fotográficas, más que del natural. Plasma formas geométricas y colores planos y contrastados, tratados con un suave modelado, y logra una síntesis formal próxima a la pintura metafísica. Ormaolea fue un pintor autodidacta de vocación tardía que comenzó a exponer en 1971. Realizó esta obra el año de su muerte. 

Ricardo Toja (1932-2012)

Casas de Plencia, 1982

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1983

Las rectas de las construcciones y las curvas de los elementos vegetales contrastan en esta obra de dibujo preciso. Los campos de colores limpios, plasmados con técnica puntillista, aportan una vibración cromática y unas cualidades lumínicas próximas al impresionismo. Ricardo Toja transmite así la apacible vida en la localidad costera de Plentzia, donde se instaló definitivamente en 1992. Tras comenzar su formación artística con Fernando Maidagan, en 1951 participó en el grupo Joven Pintura Bilbaína y en la década de 1960 estudió en Oslo con una beca de la Diputación Provincial de Vizcaya. Su trabajo tiene como referencias a Paul Cézanne y Giorgio Morandi, entre otros. 

Anselmo Guinea (1855-1906) 

La salla del maíz, 1893

Óleo sobre lienzo. Donación de doña María del Carmen de Icaza Zabálburu en 2021

El mismo año en que lo pintó –seguramente del natural–, Guinea expuso este cuadro en la Espejería de Ángel Velasco, en la bilbaína calle del Víctor. Iniciado en la pintura de historia y costumbrista, se acercaba aquí al impresionismo por influencia de Guiard, por lo que supone su ingreso en la modernidad. Un grupo de trabajadores escarda la tierra, entonada en los mismos azules que las montañas del fondo. Los verdes de la vegetación resaltan el contraste. La perspectiva lograda por la disposición de los brotes de maíz y de los personajes, con sus txapelas rojas, genera profundidad y dirige nuestra mirada al fondo, la vega de Murueta.   

José María de Ucelay (1903-1979) 

Jugando a bolos en San Bartolomé, c. 1935

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1983

Ucelay evoca en esta escena de juego el paisaje de la reserva vizcaína de Urdaibai, donde transcurrió gran parte de su vida. Sin embargo, lo pintó en su estudio de París, lo que explica, en parte, el aura de irrealidad que desprende esta obra imaginada. La escala de los bolos en primer plano hace pensar en menhires y las montañas parecen flotar con las nubes. El pintor repite insistentemente este tipo de celaje en obras de este periodo. Todos estos elementos conforman una síntesis de surrealismo y realismo mágico que da como resultado una imagen onírica llena de preguntas y sugerencias.  

Antonio de Guezala (1889-1956) 

Bilbao, las playas del Abra, c. 1927

Litografía en color sobre papel. Adquirido en 1987

Ucelay evoca en esta escena de juego el paisaje de la reserva vizcaína de Urdaibai, donde transcurrió gran parte de su vida. Sin embargo, lo pintó en su estudio de París, lo que explica, en parte, el aura de irrealidad que desprende esta obra imaginada. La escala de los bolos en primer plano hace pensar en menhires y las montañas parecen flotar con las nubes. El pintor repite insistentemente este tipo de celaje en obras de este periodo. Todos estos elementos conforman una síntesis de surrealismo y realismo mágico que da como resultado una imagen onírica llena de preguntas y sugerencias.  

Julián de Tellaeche (1884-1957)

El grumete blanco, c.1922-1924

Óleo sobre cartón. Adquirido en 1928 

La confusión y el abigarramiento que se observan en la obra responden, en realidad, a una composición geométrica muy estudiada, con encuadre fotográfico. El color de apariencia seca, aplicado sobre cartón –a la vista en numerosos puntos–, se distribuye con una pincelada enérgica asimilada del posimpresionismo francés. El grumete es una idealización del marinero vasco, un arquetipo que, en este caso, inspira ternura, aun obviando el drama del trabajo infantil. Tellaeche vivió en Lekeitio y se formó en Madrid y en París. Emigró a Francia durante la Guerra Civil y en 1952 se trasladó a Perú, donde fue nombrado Conservador del Tesoro Artístico Nacional. 

Valentín de Zubiaurre (1879-1963)

Por las víctimas del mar, 1914

Óleo sobre lienzo. Aportación de la Diputación Foral de Bizkaia en 1919

En esta escena solemne, las figuras, plasmadas frontalmente, componen un muestrario de tipos. El azul profundo que domina la representación es un rasgo identitario de su autor y contrasta con los tonos cálidos de los elementos litúrgicos y las carnaciones. Las casas al fondo descienden hasta un puente que recuerda al de Ondarroa. Valentín de Zubiaurre se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, viajó por Europa tomando contacto con el modernismo y se decantó por los temas costumbristas vascos y castellanos, a los que aportó valores simbólicos. Recibió la medalla de honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1957. 

Alberto Arrue (1878-1944)

Pescadores vascos, 1918

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1931 

La vista de una villa marinera, probablemente imaginaria, da continuidad a una composición que, dividida por el remo, muestra dos mundos idealizados: el hombre dirige la mirada al infinito, como pensando en épicas hazañas; la mujer posa sinuosa y elegante mientras le observa con expresión enigmática. El peso de la narración cae sobre el arrantzale, cuyo kaiku rojo destaca poderosamente en esta obra en la que la tez y los ojos claros de ella aportan el contrapunto cromático. Alberto, el mayor de los hermanos Arrue, fue el primer presidente de la Asociación de Artistas Vascos. Pintó temas vascos y realizó ilustraciones, grabados, decoraciones teatrales y excelentes retratos. 

Ricardo Arrue (1889-1978)

Puerto, c.1932

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1932 

Las lanchas de pesca a vapor en primer plano se proyectan con una perspectiva forzada, como captadas a través de una lente fotográfica. La dirección de las chimeneas refuerza esa impresión y los colores empleados en ellas contribuyen al equilibrio cromático de la obra. Detrás puede verse el Puente Viejo de Ondarroa, a través de cuyos arcos se distingue el Nuevo. El dibujo definido y rítmico, y los campos de color planos o con un suave modelado son afines a la técnica del esmaltado, en la que Ricardo –tercero de los cuatro hermanos Arrue– se especializó. Todo ello denota la influencia del cubismo y aporta una atractiva modernidad a la pintura.  

Julián de Tellaeche (1884-1957)

Botalón de foque, c.1921-1924

Óleo sobre cartón. Aportación de la Diputación Foral de Bizkaia en 1924 

El mundo del mar es el tema exclusivo de la pintura de este marinero y artista lekeitiano, y los veleros atracados en un puerto uno de sus referentes. En esta obra de influencia cézanniana, el botalón de un barco atraviesa diagonalmente la composición, y cables, cabos y cadenas la surcan en todas las direcciones, generando gran dinamismo. El interés de Tellaeche por la fotografía –abrió un estudio en Bilbao en 1911– explica el encuadre fragmentario. Todo ello, unido a la pincelada y el color impresionistas y a una composición abigarrada en aparente caos, acerca la obra al expresionismo abstracto y ubica al pintor en la vanguardia artística de su época.

Celso Lagar (1891-1966)

Puerto de Bilbao , c.1917-1918

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1996 

La forma en que está construida esta obra recuerda a un collage, con elementos que aluden literalmente a la ría y a Bilbao. Otros lo hacen a la navegación, el trabajo y las construcciones fabriles y de hierro. Todo ello está expresado con un colorido vibrante, un dibujo rítmico y una composición densa que transmiten la acción y la velocidad del Bilbao industrial. Lagar inició su trayectoria artística como escultor, pero pronto se decantó por la pintura y creó un movimiento al que denominó “planismo”. Esta obra sintetiza diversas vanguardias de comienzos del siglo XX, como el futurismo, el orfismo y el fauvismo. 

Adolfo Guiard (1860-1916)

La aldeanita del clavel rojo, 1903

Óleo sobre lienzo. Aportación de la Diputación Foral de Bizkaia en 1913 

La juventud de la niña protagonista y su mirada directa representan el futuro y el progreso de una sociedad que, aun con ecos del pasado –la anciana a su espalda–, experimenta una profunda transformación, expresada también en los buques mercantes que surcan la ría, al fondo. La escena se sitúa en Elorrieta, frente al caserío Rekurti, donde había nacido la joven. Tras relacionarse en París con el impresionismo y el simbolismo, Guiard se situó en la vanguardia de su generación e influyó notablemente en otros artistas vascos. El cromatismo luminoso dominado por los azules y el tratamiento de la línea, deudor del arte japonés, son característicos de su obra. 

Inocencio Asarta (1861-1921)

Escabechería, 1903

Óleo sobre lienzo. Legado de don Laureano de Jado en 1927 

Formado en París, este pintor navarro se estableció en Bilbao en 1900 y aquí destacó como retratista de la burguesía local. En 1903 inició su relación con la costa vizcaína –se casó con una ondarresa en 1905– y entre ese año y 1906 están fechadas sus escenas dedicadas a la vida de la gente del mar. Impregnan su obra cierto academicismo finisecular y una estética asimilada de Velázquez, como se desprende de esta composición que deriva de Las hilanderas. Los colores bituminosos y los reflejos de las superficies húmedas del suelo y del pescado sugieren una atmósfera insalubre en la cual una mujer amamanta a un niño. 

Aurelio Arteta (1879-1940)

El puente de Burceña, c.1920-1930

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 1940 

Una sección del puente de hierro construido en 1876 por el ingeniero Adolfo Ibarreta y destruido durante la Guerra Civil española es el módulo de repetición que, como un fotograma, sugiere un tiempo detenido. La forma romboidal enmarca las diagonales del río y de la barandilla, así como las verticales de las casas de estética cubista, generando una composición de extraordinario equilibrio. La figura de espaldas, el caballo bebiendo y la barca evocan un lento y melancólico discurrir. Todo ello, en suma, concede un sentido metafísico a esta escena suburbial ubicada entre Barakaldo y Zorroza.

Roberto Rodet (1915-1989)

Plaza de San Severino, Valmaseda, 1975

Óleo sobre tabla. Fundación Banco BBK 

Ejemplo del estilo postimpresionista deudor de Cézanne que caracterizó a su autor, esta tabla muestra, desde la Plaza Mayor, la iglesia gótica de San Severino y el Ayuntamiento de Balmaseda, localidad natal de Rodet de la que, además, fue alcalde. Alumno de Ángel Larroque y Federico Sáenz en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao, en 1941 se unió al Grupo del Suizo (posteriormente, Asociación Artística Vizcaína). Se especializó en pintura mural y entre sus trabajos destacan los bocetos para la decoración de la Basílica de Arantzazu y un mural para la antigua Biblioteca Municipal de Balmaseda. Realizó también decorados para obras teatrales y de ballet.  

Gabriele Basilico (1944-2013)

La Ría [Axpe, Erandio], 1993

Gelatinobromuro de plata sobre papel. Donación de Bilbao Metropoli-30 en 1997

Esta imagen de 1993 pertenece a un conjunto de 86 instantáneas fruto de un encargo institucional a seis prestigiosos fotógrafos. Se trataba de documentar el paisaje industrial, urbano y humano de Bilbao y su entorno ante el proceso de regeneración económica y social que se iniciaba entonces. Entre los seleccionados, se encontraba Gabriele Basilico, conocido como “El fotógrafo de la ciudad” por su interés en la transformación del medio urbano. El encuadre elegido para esta fotografía da lugar a una composición matemática donde la liviandad y la pesadez se alternan para proporcionar equilibrio y orden visual al ecosistema industrial, a menudo caótico.

Juan José Landa (1898-1941)

Paisaje de las minas, c.1920-1921

Óleo sobre lienzo. Aportación de la Diputación Foral de Bizkaia en 1922 

Esta es una de las pocas obras que se conservan de este pintor, lo que puede explicarse por la larga enfermedad mental que padeció y por el escaso apoyo familiar a su vocación artística. Pintó únicamente paisajes mineros y el jardín de la finca que el retratista Enrique Salazar tenía en Deusto. En este lienzo un árbol se yergue solitario, dividiendo la composición en dos, contra un paisaje irreal, de colores fauvistas y pincelada enérgica y expresiva. Fue adquirido para el museo por la Diputación Provincial de Vizcaya en la exposición que la Asociación de Artistas Vascos organizó en 1922 con motivo del III Congreso de Estudios Vascos. 

Patxi Cobo (1953)

Sin título (Paisaje 48), 1990

Gelatinobromuro de plata virado al selenio sobre papel baritado. Adquirido en 1990 

Desde 1982 Patxi Cobo se ha interesado por captar, a través de la fotografía, el paisaje de nuestro territorio. Su trabajo se ha centrado en la cuenca minera que engloba Gallarta, La Arboleda y Ortuella, pero también en la metamorfosis que ha experimentado Bilbao en las últimas décadas, reflejada incluso en la arquitectura del Museo de Bellas Artes, en cuya colección está ampliamente representado. Esta fotografía pertenece a una serie de 49 ambientada en espacios naturales de Trapagaran, aunque podría haber sido tomada en cualquier otro lugar. La mirada de Cobo confiere un aura mágica a la imagen, que parece expresar, con gran lirismo, que solo la naturaleza permanece, trascendiéndonos. 

Nicolás Martínez Ortiz de Zárate (1907-1990)

Exposición de / Industria y Comercio / Agosto 1934 Bilbao , 1934

Litografía en color sobre papel. Ayuntamiento de Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia y Gobierno Vasco 

El Instituto Miguel de Unamuno de Bilbao acogió exposiciones anuales de industria y comercio desde 1932 hasta la Guerra Civil. En este cartel publicitario, una vista a través de la pérgola que rodeaba el patio, con la torre octogonal en un ángulo, hace de fondo a Hermes, patrón de comerciantes y viajeros, quien porta, además del caduceo, un engranaje. Tras el texto se distingue el escudo de Bilbao. Representante de la estética art déco, Ortiz de Zárate se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao y en La Grand Chaumière de París entre 1924 y 1928. Además de pintor y muralista, fue dibujante, grabador y cartelista. 

José Arrue (1885-1977)

Romería vasca, 1921

Óleo sobre tabla. Adquirido en 1921 

En sus cuadros de romerías, José Arrue muestra una visión optimista del mundo campesino, con personajes de diferentes estamentos entremezclados cordialmente en una suerte de tabla rasa social. Aquí, el colorido, maravillosamente entonado, se dispone en campos planos delimitados por un dibujo preciso que define algo parecido a un escenario flanqueado por árboles. Hermano de los también pintores Alberto, Ricardo y Ramiro, José se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao y en La Grand Chaumière de París. Colaboró como dibujante en diversas publicaciones, como El Coitao, y participó en la creación de la Asociación de Artistas Vascos en 1911. 

José Ramón Morquillas (1947)

Los intelectuales de mi aldea, 2001

Collage sobre cartón. Adquirido en 2002 

El collage central conecta formalmente con las romerías de José Arrue y la obra en su conjunto lo hace con la ironía de una pintura de Ramón de Zubiaurre también del museo, de cuyo título se apropia Morquillas. En una invitación a la observación y la reflexión, la arquitectura más vanguardista emerge junto a una ermita y los cuerpos desnudos se confunden con el vestuario litúrgico. La factura preciosista y minuciosa no oculta la crítica implacable, cuando no agresiva, a nuestra sociedad, expresada en los elementos inquietantes (cucaracha y arma) dispuestos en el vacío; al contrario, refuerza las contradicciones que el artista denuncia con sorna. 

Alberto Arrue (1878-1944)

III Congreso de Estudios Vascos, Gernika, 1922

Litografía en color sobre papel. Donación de la familia Roda-Arrue, en memoria de Resu Arrue, en 2015 

Alberto Arrue realizó varios bocetos de este cartel, uno de los cuales también conserva el museo. Sirvió para anunciar el III Congreso de Estudios Vascos de 1922, sobre lengua y cultura, en el que se organizaron actividades como la Exposición de Bellas Artes y Trajes del País. La escena se sitúa en un pórtico y al fondo se distingue la Casa de Juntas y el Árbol de Gernika. En primer plano, un hombre lee los fueros y su hija porta un libro de oraciones, según la interpretación del diario El Liberal, que publicó el cartel. Se aunaban así cultura y religión, algo habitual en este tipo de eventos. 

Agustín Ibarrola (1930)

Guernica, c.1977

Óleo sobre lienzo. Adquirido en 2021 

Antes de entrar a formar parte de la colección en 2021, el mural se expuso en el museo en dos ocasiones a finales de los años 70. En él Ibarrola reproduce los elementos más icónicos del original de Picasso –el caballo, la mujer con el niño en brazos, el soldado muerto–, reinterpretándolos y adaptándolos a su universo plástico. Así, incluye el color rojo sangre, que refuerza la violencia de esta escena en la que las fuerzas del orden público se dirigen a la ciudad. El enrejado carcelario, expresado mediante tramas en diferentes direcciones que organizan el espacio, alude a la opresión ejercida por la dictadura franquista. 


La Ruta del Arte BBK IV: Miradas a Bizkaia – Museo de Bellas Artes de Bilbao